Meditación para el sexto día de la Novena de Navidad El aire que respira el recién nacido
"El aire es uno de los elementos, que, además, en las tradiciones místicas también está relacionado con el Espíritu (biblia), el silencio (Elías), la Nada (sn Juan de la Cruz)"
"Hoy día, hay más sensibilidad y apertura espiritual y ecológica en las poblaciones, aunque no alcanza para modificar los hábitos dañinos de consumo, que no parecen ceder, sino que se amplían y desarrollan"
"Preparamos la Navidad con estas meditaciones y nos disponemos contemplando la creación que somos, manifestación de Aquel en Quien vivimos, nos movemos y existimos"
"Preparamos la Navidad con estas meditaciones y nos disponemos contemplando la creación que somos, manifestación de Aquel en Quien vivimos, nos movemos y existimos"
"El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu". (Jn 3, 8) (Cfr. LS 2,8,35,55; QA 42,48.50)
Meditar sobre los elementos de la creación: tierra, agua, aire y fuego, nos lleva a contemplar la creación misma y el Misterio de la Navidad que se da en ella. El aire es uno de los elementos, que, además, en las tradiciones místicas también está relacionado con el Espíritu (biblia), el silencio (Elías), la Nada (sn Juan de la Cruz). Meditar hoy sobre el Nacimiento en el aire, es a la vez considerar estas miradas místicas. Hacemos alusión a él, en medio de estas consideraciones que también tiene que ver con el aire que respiramos, y que estamos llamados a cuidar para el bien de la Casa Común.
La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.
Por esto, como parte de la preparación a esta Navidad, es importante considerar en primer lugar, «Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Que todos estos, son pecados». Porque «un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios». Se suele hacer un periodo de purificación para estar dispuesto a esa iluminación que solo viene de Dios, y esa purificación incluye esta consideración, y por lo mismo cuando se analiza el impacto ambiental de algún emprendimiento, se ha de atender a los efectos en el suelo, en el agua y en el aire.
Hoy día, hay más sensibilidad y apertura espiritual y ecológica en las poblaciones, aunque no alcanza para modificar los hábitos dañinos de consumo, que no parecen ceder, sino que se amplían y desarrollan. Es lo que sucede, para dar sólo un sencillo ejemplo, con el creciente aumento del uso y de la intensidad de los acondicionadores de aire. Los mercados, procurando un beneficio inmediato, estimulan todavía más la demanda. Si alguien observara desde afuera la sociedad planetaria, se asombraría ante semejante comportamiento que a veces parece suicida; esto, de igual modo que no nos podemos conformar con una espiritualidad light, superficial, artificial, por sus daños colaterales a una verdadera visión de la fe.
Y es que el aire, no solo es referido como signo del Espíritu, sino que, además, toda práctica contemplativa, suele estar acompañada por la correcta respiración, la conciencia del aire que entra a nuestros pulmones y que sale como aliento de gratitud, en un diálogo aéreo, silente y espiritual con el universo, en el que Dios se hace presente. «Somos agua, aire, tierra y vida del medio ambiente creado por Dios. Por lo tanto, pedimos que cesen los maltratos y el exterminio de la Madre tierra.
Una buena práctica espiritual nos pide una correcta respiración. De igual modo, se pueden buscar alternativas de ganadería y agricultura sostenibles, de energías que no contaminen, de fuentes dignas de trabajo que no impliquen la destrucción del medioambiente y de las culturas; pues si las culturas ancestrales de los pueblos originarios nacieron y se desarrollaron en íntimo contacto con el entorno natural, difícilmente puedan quedar indemnes cuando ese ambiente se daña.
Mientras preparamos con serenidad y silencio el nacimiento del Señor, con esta novena contemplativa, creemos que el grito de la Amazonia alcanza a todos porque la «conquista y explotación de los recursos amenaza hoy la misma capacidad de acogida del medioambiente: el ambiente como “recurso” pone en peligro el ambiente como “casa”». El interés de unas pocas empresas poderosas no debería estar por encima del bien de la Amazonia y de la humanidad entera.
A la vez que buscamos una Navidad fruto de la fe, y sabemos que quienes nacen del Espíritu no tienen un proyecto de vida hecho por sí mismos y totalmente definido, respecto al cuidado de la Casa Común, declaramos que «es loable la tarea de organismos internacionales y de organizaciones de la sociedad civil que sensibilizan a las poblaciones y cooperan críticamente, también utilizando legítimos mecanismos de presión, para que cada gobierno cumpla con su propio e indelegable deber de preservar el ambiente y los recursos naturales de su país, sin venderse a intereses espurios locales o internacionales».
Preparamos la Navidad con estas meditaciones y nos disponemos contemplando la creación que somos, manifestación de Aquel en Quien vivimos, nos movemos y existimos.