Inmaculada Echevarría, con distrofia muscular progresiva, conectada desde hace nueve años a un respirador, solicitó el pasado noviembre la retirada de dicho soporte vital (El País, 2, II, 07). El Comité Autonómico de Ética de Andalucía ha confirmado que la solicitud está de acuerdo con la Ley de Autonomía del Paciente y con los criterios bioéticos sobre limitación del esfuerzo terapéutico y derecho al rechazo del tratamiento.
El Cardenal Amigo Vallejo ha instado a la paciente a que no tire la toalla y viva llena de esperanza (Granada hoy, 16, II, 07).
Aunque es comprensible el interés pastoral del Cardenal por infundir ánimo y deseos de vivir, sería un malentendido interpretar sus palabras como si la decisión de Inmaculada se opusiese a la ética o a la enseñanza cristiana.
La paciente tiene derecho a elegir cómo vivir su proceso de morir. Sería una lástima que el Hospital de San Rafael se sintiese presionado para rechazar la solicitud y se viese obligado a remitirla al hospital público. Confiemos en que eso no ocurra.
Recordemos que para Francisco de Vitoria, un recurso médico desproporcionado no era ni lo muy caro, ni lo muy complicado técnicamente. Algo tan simple como la renuncia a un vaso diario de vino era considerado por Vitoria como un tratamiento que no estamos obligados a seguir para prolongar la vida.