Parece tío-abuelo de Jesús y mero fraternal acompañante protector de María Rehabilitar a José, verdadero esposo y padre de familia

San José
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A María y José se les revela en sueños el misterio de la puerta de la vida

Ambos serán verdaderos esposos y progenitores, porque la virginidad simbólico-espiritual es compatible con la procreación corporal

Virginidad simbólica y procreación biológica compatibles

Al buscar para la postal por la red imágenes de José, esposo y padre de familia numerosa (cuyo primogénito es Jesús), los cientos de fotos que encuentro reproducen la figura asexuada y entrada en años de un José que más bien parece tío-abuelo de Jesús y mero fraternal acompañante protector de María

 Leemos en el evangelio según Marcos que llegaron su madre y sus hermanos a la casa donde Jesús estaba conversando con la gente congregada a su alrededor. “Desde fuera lo mandaron llamar, y le dijeron: -Oye, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera. Él les contestó: -¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y paseando la mirada por los que estaban sentados en el corro dijo: -Aquí tenéis a mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios ése es hermano mío y hermana y madre” (Mc 3, 31-35).

 No sabemos si aún vivía en esa fecha José o si María era ya viuda joven; pero si sabemos que a este matrimonio con familia numerosa se les felicita en los relatos evangélicos por ser una pareja cumplidora de la voluntad divina, al acoger la Palabra de Vida (simbólica virginal) y al engendrar cooperando con el Aliento de Vida (simbólica pro-creadora y co-creadora).

 María, “plenamente agraciada” (Lc 1, 28) anhela que se cumpla en ella la fecundación anunciada (Lc 1, 38).

Maria y Jose

 José es un “hombre justo” (Mt 1, 18) que parece tener reparo en compartir con el Espíritu la esponsalidad y paternidad, hasta que el mensajero divino le convence de que es voluntad divina su unión con María. Ambos serán verdaderos esposos y progenitores, porque la virginidad simbólico-espiritual es compatible con la procreación corporal.

 El 19 de marzo, se leerá en la liturgia el evangelio de la Anunciación a José (Mt  1, 16-24). El 25 de marzo se leerá en la liturgia el evangelio de la Anunciación a María (Lc 1, 26-38).

En ambas Anunciaciones se transmite a los esposos el encargo de “poner el nombre” a la criatura que nacerá. A María: “le pondrás por nombre Jesús”, es decir, Salvador (Lc 1, 31). A José: “le pondrás por nombre Jesús”, es decir, Salvador (Mt 1, 21).

 Al felicitar a mis amistades que celebran su onomástico –como José María o María José- me complace recordar que también ellos y ellas han dado a luz a sus hijos e hijas gracias a su unión esponsal y, a la vez, por obra y gracia del Espíritu, Aliento de Vida.

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 Pero siento que, al buscar para la postal por la red imágenes de José, esposo y padre de familia numerosa (cuyo primogénito es Jesús), los cientos de fotos que encuentro reproducen la figura asexuada y entrada en años de un José que más bien parece tío-abuelo de Jesús y mero fraternal acompañante protector de María. Así se desfigura el misterio de la Encarnación: la Sabiduría divina se hizo carne, naciendo de mujer, que concibió (acogió) en sus entrañas el fruto de la unión de los esposos bendecido por obra y gracia del Espíritu Santo.

 “No se pierde la virginidad, sino se realiza al unirse, al concebir y al dar a luz, es decir, antes, en y después del parto. No rompe la virginidad de María, ni la mancha,, sino que la realiza, el hecho de que José entre con amor por esa puerta. No hace impura ni mancha a María el nacimiento de Jesús hiriendo físicamente y causando dolor en esa puerta de la vida en el cuerpo de María. La paternidad y maternidad carnal, biológica y humana de José y María no es incompatible con que ambos sean vírgenes que realizan y consuman su virginidad al engendrar a Jesús con el soplo del Espíritu de Vida que actúa desde dentro de ambos” (El que vive, Relecturas de Evangelio, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2017, p, 74, ver pp. 51-84).

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