Viernes Santo: Morir gritando
Mirándote , Jesús, gritando muerte
En tí vemos a Abba vulnerado
Secreto del Amor crucificado
Expirando Espíritu más fuerte
Ninguno de los cuatro evangelistas carga las tintas en el sufrimiento físico de Jesús, al revés que la película de Mel Gibson. La narración evangélica no es una reconstrucción histórica de lo que ocurrió (que ciertamente conllevó esos aspectos torturadores), sino una interpretación de fe pascual.
Pletórica de significados, lo transmite la narración de Marcos, breve y concisa. Destacan los dos gritos de Jesús al agonizar y expirar.
Grita como fuera de sí. Un grito de queja y un grito de victoria.
Un primer grito que protesta: “¿hasta cuándo, hasta cuándo? ¿por qué, Abba, por qué? ¿por qué a mí? ¿por qué de este modo? Es el grito de Job... Es nuestro grito, cuando creemos en Dios, no porque resuelva el mal, sino a pesar de que se calla y no lo resuelve como quisiéramos... Es un grito de queja, fuera de sí ante lo insoportable del silencio de Abba.
Y, al final, otro grito de expiración, el de quien muere “expulsando el último aliento”, “expeliendo (en griego “eksepneusen”) su espíritu, su “pneuma”, entregando su espíritu a Abba y entregándonos su Espíritu.
Si el primer grito era el desesperado “¿hasta cuándo, por qué?, el segundo grito es el que clama: “¡Por fin! ¡Al fin!”. Por fin se llega a un fin que es un comienzo. Aunque al crucificado se le quede todo por hacer en esta vida, su vida y misión sin terminar, sin embargo “todo está consumado y realizado”, no hay que añorar pasados ni soñar futuros. Es el “hoy” del Presente de la Vida. Es la entrada en la otra cara del presente: ya no hay engañó de muerte y vida, sino vida verdadera resucitada. Muerte, resurrección y ascensión son todo uno en el Pentecostés del triunfo del Espíritu.
Muere gritando un grito de victoria, porque morir es salir fuera de sí para extenderse a todo, es salir de sí para entrar definitivamente en el misterio de la Vida. Morir es resucitar: no como re-vivir, sino como vivir plenamente y de veras en la vida de la Vida.
¡Qué bien lo plasmó en su poema testamentario el cura periodista y poeta Martín Descalzo!:
Y entonces vio la luz.
La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.
Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
(Foto, Cristo de Dalí, co. De Arkangel)