"Se trata de un imperativo evangélico, tanto a nivel personal como comunitario" Para que sean uno

El Papa, con Welby y otros líderes cristianos
El Papa, con Welby y otros líderes cristianos

"Las mismas palabras de Jesús resuenan siempre, no sólo como recuerdo del deseo orante expresado una tarde por el joven Maestro de Nazaret, sino como un imperativo evangélico, tanto a nivel personal como comunitario"

"Es un imperativo firme, constantemente puesto ante todos y cada uno: ser uno con los demás discípulos, ser juntos unidad con el Hijo, para alcanzar la meta del Padre, por los infinitos caminos del Evangelio, todos habitados por el Espíritu Santo"

No hay alternativa en la vida de la Iglesia sino dentro de una centralidad redescubierta de Cristo Resucitado, en los caminos de hombres y mujeres que a su vez recorren personalmente caminos evangélicos de fraternidad, con el corazón, la mente y la voluntad de cada uno de ellos un sentido profundo y total de generatividad, fecundidad, belleza y significado en el Espíritu Santo.

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

Es en el valor primario de la unidad, gracias al respeto evangélico por la diversidad de cada persona y de cada comunidad, y en el valor secundario de las múltiples diversidades, todas y cada una de ellas caminando juntas hacia la unidad mutua, que Jesús coloca, no tanto la mitad de un camino aún por realizar, sino el punto de partida de cada relación ya en marcha, para que el camino existencial de discipulado y apostolado de sus seguidores sea verdadero.

Sabemos bien que la frase "para que sean uno" no es sólo la traducción de la expresión latina que encontramos en el relato evangélico de Juan, cuando relata el pensamiento volitivo y programático de Jesús: que mis discípulos sean uno, como Tú y yo, oh Padre, siempre hemos sido así desde el principio; ellos también pueden ser uno con nosotros y lo mismo entre sí.

Imperativo evangélico

Dentro de cada expresión de la Iglesia, dentro de las más diversas experiencias cotidianas de la comunidad de los discípulos de Jesús - ya sea un pequeño grupo de creyentes o una vida eclesial mucho más compleja, o una estructura extendida de la Iglesia diocesana y universal - las mismas palabras de Jesús resuenan siempre, no sólo como recuerdo del deseo orante expresado una tarde por el joven Maestro de Nazaret, sino como un imperativo evangélico, tanto a nivel personal como comunitario. Es un imperativo firme, constantemente puesto ante todos y cada uno: ser uno con los demás discípulos, ser juntos unidad con el Hijo, para alcanzar la meta del Padre, por los infinitos caminos del Evangelio, todos habitados por el Espíritu Santo.

Ecumenismo
Ecumenismo

Entre hermanos y hermanas con la misma fe en Jesús Resucitado, la unidad entre ellos no es un deseo, sino una expresión activa de la voluntad de Dios, algo que requiere la implicación de la conciencia de cada uno, la opción de crecer día a día en un vínculo de pertenencia mutua - unos a otros y los demás a cada uno -, porque nunca somos Iglesia prescindiendo de alguien diferente a nosotros, sino siempre en el esfuerzo de acoger, abrazar y amar la diversidad palpitante en la inmensidad de la humanidad. 

A la luz de los numerosos intentos y caminos realizados hasta ahora hacia el acercamiento y la reconciliación entre las distintas confesiones cristianas, podríamos quedarnos todavía estancados en los bordes de las heridas históricas mutuas, o empezar de nuevo desde ellas y tejer hilos de sutura para vivir una experiencia de reasumir el valor de la unidad, gracias a una nueva manera y a un estilo más fraterno de convivir en la casa y en la familia del Evangelio.

nos encontramos todavía ante el imperativo de iniciar procesos de unificación evangélica como Iglesias individuales, ante todo internos y, en consecuencia, externos.

Partiendo, pues, del binomio unidad y diversidad, nos encontramos todavía ante el imperativo de iniciar procesos de unificación evangélica como Iglesias individuales, ante todo internos y, en consecuencia, externos. Resulta útil una escala en la que, si en la derecha nos enfrentamos al imperativo de ser conscientes y respetuosos de las diferencias y la fragmentación mutua presentes en las personas y en las comunidades eclesiales individuales, en la izquierda nos vemos empujados a medirnos a nosotros mismos, a intentarlo de nuevo una vez más, para crecer juntos frente al imperativo igualmente evangélico de la unidad.

Oración ecuménica en San Pedro
Oración ecuménica en San Pedro

Unidos en la diversidad, diferentes en la unidad” no es un juego de palabras, ni un cálculo de una ecuación relacional, sino la posibilidad de dar el mismo valor al término unidad y al término diversidad. Y aquí el desafío del equilibrio mutuo y misericordioso se hace grande porque, más allá del equilibrio de pensamiento y acción de cada Confesión cristiana, para el verdadero discípulo y apóstol de Jesús sólo existe la consecución y el compartir de la única meta en juego, la paternidad de Dios, la del Dios de Jesús, Hijo unigénito y unificador, Cristo Resucitado, que vuelve a ser horizonte y punto de llegada de todo camino y experiencia de fe.

Camino, verdad y vida

Es la participación de la paternidad de Dios, el punto de llegada, por supuesto, pero también la memoria palpitante de un punto de partida pasado, que en la experiencia de cada uno de los discípulos de su Hijo nos recuerda y dice a todos que venimos de Él y que caminamos hacia Él por la vía del Resucitado. Unidos a la génesis de todo, unidos a la conclusión de cada experiencia personal, gracias al trinomio “camino, verdad y vida de Jesús de Nazaret”, que se manifiesta cada vez más verdadero en los pasos de un proceso de unificación de toda la Iglesia y que vuelve a encarnarse en la experiencia reconciliadora de cada Confesión cristiana.

La divina dynamis, es decir, la fuerza potenciadora del Espíritu Santo, no sólo crea oportunidades de encuentro entre las diversidades eclesiales, sino también el renacimiento en cada una de ellas del deseo de un nuevo vínculo con el mismo Evangelio, un nudo de unidad en diversidad para quienes se adhieren a ella con libertad de corazón, mente y voluntad. Todo es posible, por tanto, incluso recomponiendo firmemente cada experiencia de fractura pasada, todo en la fuerza del único Cristo.

Volver arriba