"Lo que quiero es justicia, no para mandar a la cárcel a Cegarra" Habla el joven chileno presuntamente abusado por un cura español: “La carta del Papa es mi consuelo ante la injusticia”
Cuando la justicia cuida más la fama del victimario que la devolución de la dignidad humana a una persona sobreviviente de abusos sexuales y de poder, termina por ser una injusticia que clama al cielo
El arzobispado de Valencia, mediante un proceso penal del cual emanó una sentencia, terminó por desechar la verdad de la víctima y dar crédito a la verdad del victimario
“Es lamentable”, le dijo el papa Francisco en una carta que le envió al joven sobreviviente
La víctima: “Parece que la justicia en la Iglesia es como en la sociedad, solo es para los poderosos y no para nosotros los pobres”
| Aníbal Pastor N. corresponsal en Chile
Copiapó es una ciudad con 175 mil habitantes y se ubica a casi 700 kms al norte de Santiago, en la parte sur del desierto de Atacama, el más árido el del mundo. Aquí se sabe todo lo que pasa, y casi todos y todas se conocen. Felipe es oriundo de este lugar y su entorno lo percibe como un joven solidario. Lo que él quiere, dice, es practicar lo que san Pablo enseña: que de las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, la última es la más importante porque sostiene a las dos primeras. Felipe, acusa haber sido dañado en la fe pero hoy se anima a dar este testimonio en una difícil cruzada por alcanzar justicia.
“Ahí, en mi trabajo, soy otro”, dice con alegría. “La gente me lo reconoce. Soy alegre, atento, gentil con todas las personas que se atienden, busco dar más de lo que debo, acompaño, ayudo, y eso que solo soy un empleado administrativo. Es que las personas enfermas merecen todo de nosotros, como lo hizo Jesús. Después, voy a mi casa, y me quedo para adentro, en mi soledad”.
Tiene miedo de hablar porque es constantemente amenazado. Por ello, pide reserva de su identidad y para efectos de esta entrevista, desea llamarse Felipe. Así, en una larga conversación con Religión Digital, explicó su verdad y exhibió documentos que confirman sus dichos. También se definió a sí mismo como queer; lo que hace con orgullo. Tiene 34 años de edad y los hechos que narra ocurrieron cuando ya era mayor de edad.
Felipe nació cuando su mamá era todavía una adolescente. Por eso sus padres adoptivos han sido sus abuelos maternos, quienes hoy ya son octogenarios. “Creo que no sospechan lo que me ha pasado. Mi mamita (como dice con cariño a su abuela) vio el reportaje que salió en la televisión (canal Mega) y dijo: –cómo podían inventar eso a ese pobre padre que es tan bueno–. Eso me dolió mucho pero la comprendo. Ella no sabe la verdad y ha sido una feligresa muy fiel, de toda la vida. Pero buscaré el modo de decírselo antes de que sea demasiado tarde”, comenta. Una tía y su hermana mayor como llama a su madre biológica, saben toda su historia, y son comprensivas con él.
De amor y odio
El presbítero Juan Pedro Cegarra López, nació en Valencia (España) en 1947, y llegó a Chile en 1972. Ejerció pastoralmente en la diócesis de Copiapó hasta 1992 cuando volvió a España. En 2016 regresó a Chile, siendo aceptado por el obispo de ese momento, Celestino Aós.
Cegarra es un respetado líder eclesiástico en la diócesis; amigo de empresarios y políticos locales; comprometido con las víctimas de derechos humanos de la dictadura militar.
También dice en público que es exponente de posiciones progresistas de la iglesia. Algunos miembros del clero diocesano lo han visto como una especie de “padre espiritual” por su elocuencia y aparente sabiduría.
Sin embargo, algunas religiosas no lo han aceptado por ser prepotente e incluso no gozar de buena fama entre laicas y laicos, sobre todo en situación de vulnerabilidad. “Es autoritario y misógino”, sostienen personas que lo conocen de cerca.
De su parroquia dependía la capilla donde participaba Felipe, pero ambos se habían conocido antes en trabajos solidarios luego del alud que afectó la región en 2015.
El joven denunció a Cegarra por abusos el 18 de julio de 2019, facilitado por el apoyo que le dio una señora que participa en la Acción Social. “Ella fue fundamental para dar este paso, ella me animó. No importa que ahora diga que todo es mentira y siga la confabulación con Cegarra. Sin ella, quien me escuchó primero, me abrazó y lloramos juntos, yo no habría podido denunciar al sacerdote porque mi familia es muy de iglesia y le tiene un gran cariño al cura. Además, Cegarra enviaba a mi mamita caja con mercaderías y alimentos. Eso me complicaba más”.
– ¿Cuándo ocurrieron los hechos que denuncia?
– Entre enero y febrero de 2018, cuando el sacerdote fue ganando mi confianza.
Y agrega: “Cuando él supo mi orientación sexual, buscaba tener conmigo conversaciones sobre sexo y me mostraba en su computador, imágenes con diferentes técnicas sexuales. Incluso, en una oportunidad me habló de una técnica sexual donde me pidió arrodillarme...”
Hechos Verosímiles
Cabe indicar que estos hechos que relata el sobreviviente fueron reconocidos por el victimario en su declaración que lleva su firma en la Investigación Previa del Obispado de Copiapó, pero siempre en un tono que disminuye la gravedad. Es un documento que Cegarra firmó ante quienes llevaron adelante la investigación como lo comprueba la imagen.
En la página siguiente de la misma declaración, Cegarra es consultado si tuvo una actitud voyerista. Él responde que “si pienso en mí, buscando placer podría decir sí, pero claramente no era lo que buscaba, sino que yo estaba tratando de ayudarlo a fluir, desde una actitud empática y dejar que expresara sus sentimientos, como una forma de ayudarlo”.
El informe final de la investigación previa, declaró verosímiles los hechos y constató que el sacerdote no se hacía cargo de ellos dando incluso argumentos poco razonables. Dicho informe, también sugería aplicar medidas disciplinarias que nunca se aplicaron.
Con el tema sobre la mesa, el administrador diocesano de Copiapó, Jaime Pizarro, pidió un informe al presbítero Francisco Walker, vicario judicial de Santiago. En este informe, Walker señaló dos cosas claramente: una que Cegarra no podía tener una destinación pastoral de cura de almas, es decir, no podía volver a ser párroco. Y dos, que dado que no estaba incardinado a la diócesis de Copiapó, lo más aconsejable era devolverlo a su diócesis de origen para que allí el obispo decidiera lo mejor para el sacerdote.
Desoyendo este informe, el administrador Pizarro lo nombró párroco de la Iglesia Catedral. En la oportunidad, Jaime Pizarro, dijo en su homilía: "Conoces la historia de esta Iglesia y de esta parroquia -le dijo- pero llegas a una iglesia nueva; queremos acogerte con espíritu de fe muy grande, sabemos de tu compromiso incondicional con las personas, y queremos pedirte que hagas de esta parroquia un signo en medio de la ciudad, un lugar abierto, acogedor, un lugar de la misericordia de Dios".
“Aquí es donde pierdo las esperanzas”, comenta el sobreviviente Felipe.
El papa Francisco nombró como obispo de Copiapó, al mercedario Ricardo Morales Galindo, quien apenas asumió su responsabilidad, procedió a devolver al entonces párroco de la Catedral a su diócesis de origen, Valencia, como sugería el canonista Francisco Walker.
Felipe también agradece que el nuevo obispo se haya preocupado y le haya ayudado en su salud mental. La psicóloga clínica, Rebeca ArdilesFunes emitió un informe donde consta que tuvo ocho sesiones con la víctima a quien le “brindó apoyo terapéutico en la forma de elaboración de trauma”.
Causa e Inocencia desde Valencia
En el testimonio dado a Religión Digital, Felipe informó que “supe que en Valencia abrieron un juicio y mandaron a dos personas para interrogarme. Nada más supe de eso”.
En efecto, en Valencia, mientras era arzobispo el cardenal Antonio Cañizares (2014-2022) exprefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (2008-2014), se abrió un proceso penal en contra Juan Pedro Cegarra López.
En esta contexto, asumió la defensa jurídica de Felipe el presbítero y canonista chileno, Francisco Javier Astaburuaga, quien es ampliamente conocido en la iglesia por ser un gran experto y en la opinión pública por su trayectoria que incluye una invitación del papa Francisco, en el mes de junio del 2018, para ser oído acerca de la crisis de los abusos de la iglesia chilena. Astaburuaga denunció a Cegarra en Valencia, defendiendo a Felipe, la víctima.
Aquí, el canonista hizo una detallada relación de los hechos y una acabada fundamentación en derecho, concluyendo que Felipe, sí había sido víctima de abusos. Sin embargo, al ser consultado por Religión Digital, el profesional señaló que en este caso como en todos los procesos penales de la iglesia, “el gran problema existente es que las víctimas carecen de legitimación activa”, es decir, explica Astaburuaga, “no pueden conocer del proceso en su integridad como ocurre en materias penales y civiles en los Tribunales Ordinarios de Justicia, y solo se puede intervenir cuando se trata de pedir reparación de los daños sufridos. Entonces, como lo explico en mis clases en la Universidad, esto amerita cambios urgentes, ya que las víctimas deben poder conocer todas las actas del proceso y no solo los denunciados”, concluye.
La causa penal 1/20 abierta por el Tribunal Colegial Ad Casum del Arzobispado de Valencia, terminó en sentencia absolutoria. Hay que precisar que son dos cosas distintas: el proceso penal en Valencia y la Investigación Previa llevada en Copiapó. Esta última no es un proceso, sino más bien son acciones investigativas preliminares para un eventual futuro proceso si se ve que los hechos son verosímiles, tal como se llevó después en Valencia.
Según el jurista canónico Astaburuaga, esta investigación es para saber si hay indicios para iniciar o no un proceso penal. Así la sentencia dictada en marzo de 2022, en Valencia, estableció que el presbítero Juan Pedro Cegarra no era culpable de los delitos por los cuales se le denunció y tampoco en la falta de prudencia que se le acusaba en Chile, pues estos hechos no fueron probados según el tribunal y nadie está obligado a auto incriminarse, concluye el canonista.
Así es cómo este veredicto del tribunal, luego de hacer referencia a cada una de las acusaciones y citando la respectiva norma canónica, dice que “no consta la comisión del delito”, y que además, hay “certeza moral de la no comisión del delito”. Añade que “no consta la falta de prudencia (...) sí consta con certeza moral la inexistencia de falta de prudencia”.
Mensaje del Papa
En julio pasado, el actual Obispo de Copiapó se reunió con su presbiterio y con todos los agentes de pastoral, donde se cuentan también religiosas, diáconos y laicos de la diócesis. Morales les informó que venía llegando de Roma donde se entrevistó con el papa Francisco, con quien habló del caso de Cegarra. Añadió que el Santo Padre le dio una carta para él y otra para la víctima.
Abordado por Religión Digital monseñor Ricardo Morales no quiso comentar los hechos de este caso y solo confirmó la existencia de las cartas del Papa.
Algunos agentes pastorales presentes en esa reunión del 12 de julio, recordaron que Morales le pidió a una religiosa leer la carta de Francisco, donde le animó a seguir adelante acompañando a quienes han sido vulnerados en su dignidad y a desterrar de la iglesia los abusos. "No decaigas”, le escribió el Papa.
Pero la frase clave de la misiva de Francisco, según recuerdan fuentes consultadas, señala que la no culpabilidad jurídica no implica, necesariamente “la no responsabilidad y/o culpabilidad moral". Todo esto porque probablemente el Papa es tan consciente como Francisco Javier Astaburuaga de que las víctimas están indefensas en algunos aspectos procesales en el actual sistema penal eclesial al no tener legitimación activa.
En el ámbito moral, las recientes declaraciones del cardenal francés, Jean-Pierre Ricard, a quien el peso de la culpa y el remordimiento no le dejaban vivir, ha evidenciado que en la iglesia los delitos se asumen como simples pecados.
Víctima clama Justicia
Por eso, “yo le pido al obispo de Valencia que rectifique, o al menos me llame”, señala Felipe desde Copiapó. Y se pregunta entre lágrimas: “¿Cómo es posible que la Iglesia de España mande a un sacerdote a Chile, a misionar, abuse de uno y después cuando toma conocimiento el arzobispo ni siquiera llama para preguntar quién soy y como estoy? ¿De qué evangelio me hablan? Pido que me escuche, que se me contacte y se hable conmigo. No es posible hacer un juicio justo sin que haya sido oído. Que rectifique, por el bien de la iglesia, porque hasta donde puedo entender, creo que no basta con declarar y presentar una denuncia”.
Y cuenta, además: “Ahora este señor Cegarra informa de su inocencia por redes sociales a todo el mundo aquí en Copiapó. A mí me han ido a buscar sus amigos hasta mi casa para amenazarme, que me retracte, que levante la acusación, que diga que mentí. Además, él quiere volver. Incluso les ha dicho a sus amistades que volverá para que me lo comenten. Eso es seguir haciendo abuso de poder, tal como me lo dijo mi sicóloga”.
– ¿Qué pasó con su fe?
– … No he perdido la fe pero sí me la dañaron. No sé a dónde ir ahora. Yo iba a misa, comulgaba. Me gustaba mucho ir a la iglesia, pero con lo que me han hecho… me dañaron… me dañaron en mi fe.
– Pero ya hay una sentencia en España, como dice el Papa, y que absolvió al sacerdote. ¿A qué aspira usted ahora? ¿Qué quiere lograr?
– Lo que quiero es justicia, no para mandar a la cárcel a Cegarra. No busco eso. Quiero que se reconozca que se me hizo daño, que abusó de mí porque un acompañante espiritual de su trayectoria acá en la diócesis de Copiapó, que me conocía perfectamente desde que nací, que dio la primera comunión a mi madre biológica y conoce muy bien a mi familia, a mi papito y mi mamita, no podía hacer lo que hizo.
– ¿Qué le mantiene en pie?
– Mire… el Papa. El papa Francisco me mandó una carta. Él supo de mi caso y me escribió. Esa carta del Papa es para mí un premio de consuelo ante la injusticia. La aprecio, la aprecio mucho, la leo y la releo cuando estoy con pena, en soledad. Lloro con ella pero es el consuelo más grande que tengo. Nuestro Santo Padre me escuchó y me acompaña. Él representa la verdadera iglesia, no el cura abusador”.
– ¿Qué dice el Papa en la carta que le envió?
– Te la leo: “Quiero decirte que he conocido tu caso y la denuncia que valientemente hiciste. Lamentablemente, la decisión del tribunal consideró que los hechos no eran delito, no obstante, quiero manifestarte mi cercanía y el sufrimiento que has tenido que pasar. Quiero que sepas que te estoy cercano”.
Al final, más allá de lo legal, en el hambre de justicia, la pregunta clave la formula el mismo Felipe: “¿cómo un tribunal de la iglesia de España no reconoce las vulneraciones de un sacerdote que reconoció y firmó ante otra iglesia, igual de válida, y termina declarándolo inocente de toda responsabilidad?”.
La víctima se responde: “Parece que la justicia en la Iglesia es como en la sociedad, solo es para los poderosos y no para nosotros los pobres”.
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