En Latinoamérica viven y creen la mitad de los católicos del mundo América Latina y la pospandemia: La oportunidad de ser fuente y dejar de ser reflejo
El último mensaje del papa Francisco a Latinoamérica convoca a la unión y la esperanza, al tiempo que deja entrever cómo la pandemia que profundizó y agravó las crisis de la región puede ser al mismo tiempo una gran oportunidad para avanzar hacia la construcción de una Patria Grande solidaria y fraterna
La pandemia de coronavirus que sacudió las estructuras del mundo en 2020 parece traer esta oportunidad renovada y con la sensación de que la región, y su Iglesia, pueden estar ante una de las últimas oportunidades para recuperar en los hechos concretos el peso que le otorgan los papeles
Hernán Reyes Alcaide, corresponsal en el Vaticano
Fue el notable pensador uruguayo Alberto Methol Ferré quien planteó la necesidad de que América Latina, y en especial su Iglesia, pasen de ser un “reflejo”, siempre a la zaga de hermenéuticas europeizantes, a ser una matriz “fuente”, con su impulso propio de acción coherente y contenedor del maravilloso mestizaje poliédrico que le da vida.
Los primeros siete años del pontificado de Francisco, el primer Papa latinoamericano en la historia bimilenaria de la Iglesia, fueron una ocasión, no del todo aprovechada, para convertir en realidad ese viejo anhelo de Methol y todos sus discípulos (como Guzmán Carriquiry).
La pandemia de coronavirus que sacudió las estructuras del mundo en 2020 parece traer esta oportunidad renovada y con la sensación de que la región, y su Iglesia, pueden estar ante una de las últimas oportunidades para recuperar en los hechos concretos el peso que le otorgan los papeles, con casi la mitad de los 1.300 millones de católicos del mundo.
En esa línea convergieron diversas voces esta semana durante el seminario "América Latina: Iglesia, Papa Francisco y los escenarios de la pandemia" organizado jueves y viernes por la Pontificia Comisión para América Latina junto a la Pontificia Academia de Ciencias Sociales: la pandemia, si bien “ha exacerbado” todas las crisis de la región, como planteó en su exposición el padre Augusto Zampini, es también una oportunidad para “recuperar y valorar la conciencia de ese mestizaje común” que la hermana, como aseveró el Papa.
"Por favor, ¡no nos dejemos robar la esperanza!", animó el Papa a los participantes del encuentro, evocando esa caracterización histórica de la región como el “continente de la esperanza” que había sobrevolado la conferencia de Aparecida en 2007 pero que las sucesivas crisis parecían haber enterrado.
Y Francisco sostiene que la región tiene con qué recuperar ese lugar: "Y esto nos pide a todos aquellos que tenemos una función de liderazgo aprender el arte del encuentro y no propiciar ni avalar o utilizar mecanismos que hagan de la grave crisis una herramienta de carácter electoral o social", planteó el Papa.
Llamada a la altura de la clase política
Así, según Francisco, "la profundidad de la crisis reclama proporcionalmente la altura de la clase política dirigente capaz de levantar la mirada y dirigir y orientar las legítimas diferencias en la búsqueda de soluciones viables para nuestros pueblos".
Esa fue la línea conducente de todo el seminario: la crisis volvió a poner en evidencia, una vez más, el carácter de continente más desigual del planeta que caracteriza a la región. Pero desde ahí asoman justamente las bases para pensar esa transformación latinoamericana de “fuente” a “reflejo”.
Latinoamérica está marcada por la sobreexplotación de recursos naturales, lo que ha provocado la destrucción de la biodiversiad, consecuencia de una mercantilización de los dones naturales de Dios, que según planteó en su intervención Augusto Zampini, “amenaza nuestro presente y nuestro futuro”.
Raíces humanas de la crisis
A esto se une la falta de respeto a los derechos humanos, especialmente a los pueblos originarios. La crisis de la pandemia, en realidad, ha exacerbado todas estas crisis. Por eso, el Papa ha pedido a los miembros de la Comisión Vaticana Covid-19, de la que Zampini es miembro, que vayan a las raíces humanas de estas crisis, pues es allí donde se tiene que centrar la cura.
Es así que la pandemia, de la que como dijo el Papa no saldremos iguales, puede convertirse en una nueva oportunidad para que América Latina convierta sus esperanzas en realidades. A inicios del siglo XXI Methol Ferré ya veía con claridad que “en los próximos veinte años se juega la posibilidad histórica de superar la actual condición de subdesarrollo del continente y esta posibilidad está ligada, en gran parte, al proceso de integración, si este logra realizarse o no en sus exigencias fundamentales. Para superar el subdesarrollo, el horizonte, las energías deben unificarse”.
Y fue el Papa el que puso en palabras esa convocatoria durante su intervención del pasado jueves: “Una vez más nos hará bien recordar que la unidad es superior al conflicto”, convocó el Papa. Sus primeros siete años de pontificado sentaron las bases para ese camino. Es hora de que la dirigencia regional tome conciencia de su deber de tomar esa posta y dejar de una vez a un lado las eternas luchas fratricidas que han caracterizado a la región para encaminarse con fraternidad hacia la reconstrucción de los tejidos sociales a la que obligará la pandemia. Mirando al bien común y con la certeza de que el futuro regional es con la inclusión de todos. Porque, como sostiene la última encíclica de Francisco, también en América Latina debemos ser “fratelli tutti”.