Conservaba en su corazón. Extraido de Trazos de evangelio, trozos de vida" (PPC) Dios en una madre (Pedro y Edu, Marisol y Pilar)

Dios en una madre  (Pedro y Edu, Marisol y Pilar)
Dios en una madre (Pedro y Edu, Marisol y Pilar) Jose Moreno Losada

Meditar en el corazón

El corazón es la sede del ser y del sentir viviente. La sagrada Escritura busca mostrar continuamente el interior de Yahvé manifestando que es ahí donde se opera su generosidad y su salvación. No es un ser superior indiferente e indoloro sino todo lo contrario. El hombre, creado a su imagen, también es un ser de corazón, lleno de emociones, sentimientos, con un interior en el que se realiza el encuentro con su creador y con todo lo creado, especialmente con sus semejantes. Así ocurrío con María de Nazaret la madre de Jesús, así ocurre hoy en el corazón de Marisol y Pilar, madres de Pedro y Edu.

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IMG_6364 Jose Moreno Losada

1 de enero.  Solemnidad Santa María, Madre de Dios

Un amor sin fronteras

La navidad nos adentra en el misterio inescrutable de la encarnación, en el encuentro definitivo de lo divino y lo humano en la grandeza inefable del amor. La señal más magnífica es de la sencillez más sublime, un niño en la intemperie de la criatura acogido por el amor de una madre y un padre. Ahí ya no hay frontera alguna entre lo divino y lo humano, nos volvemos locos para explicar algo que no puede tener más comprensión que la viene del corazón de un Dios, loco por ser padre y amar a toda la creación en el empeño de hacer la plena y feliz.

Evangelio: Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Inquietos corazones de madres

Ayer celebramos la asamblea en la parroquia. Fue algo muy sencillo, un grupo de fieles de los que suelen participar más en las actividades, oramos y reflexionamos sobre el vivir de la comunidad. Entre ellos dos madres que pertenecen a Apnaba, asociación de padres de niños con autismo, Marisol y Pilar. Se valoraba la cercanía de la parroquia con los centros de discapacitados –capacidades diferentes- que están en su entorno. Se veía la necesidad de acercarnos más y de un modo más organizado.

Después lo comentábamos, tras la eucaristía, tomando un aperitivo comunitario y familiar. Manifestaban ellas que se sentían queridas y partícipes en la comunidad. Y volvían a confesar todo lo que es su trayectoria de corazón en el caminar de sus hijos Edu y Pedro, que se mueven por la parroquia como peces en el agua.

A estas madres se les cayó el mundo encima al recibir el diagnóstico, o sea el corazón se le vino a los pies. Pilar me decía que de las primeras cosas que pensó es que su hijo no podría hacer la comunión como todos los niños, y después, sin embargo, ha sido uno de los días más felices cuando comulgó con él en nuestra parroquia. Reconocían que, superado ese momento primero de diagnóstico inesperado, para ellas ahora no existe el dolor de tener hijos con autismo, sino la alegría de tenerlos, de quererlos como son, de hacerlos felices y ser felices con ellos. Pero todo ha sido a fuerza de corazón y meditación interior, de aceptación y entrega para vivir juntos. Por eso viven en Badajoz, aunque son de fuera.

Ahora les preocupa en el corazón que cuando a ellos les llegue el momento de faltar, cómo va a ser el futuro de sus hijos queridos. El corazón y su interior no dejan de funcionar y de maquinar. Todo está siendo a base de corazón y meditación. Y manifestaban que eso le pasa a todas las madres, que ellas son madres normales.

El corazón de Dios: humano y divino

La locura de ese dogma afectivo divino trabaja con corazones de la sencillez de lo humano. Son los pobres fieles del pueblo los que sirven de cauce para que la corriente generosa de la vida pueda llegar a regar toda la historia y toda la realidad creada. Hoy el evangelio nos hace reparar en alguien tan simbólico como real, la figura de María como Madre de Dios. Ser madre de lo divino abrazando y acogiendo al hijo que se ha gestado en sus entrañas, con la confianza firme de que es don único del creador que sigue salvando a la humanidad, como viene haciéndolo por los siglos de los siglos, con grandes acciones en favor nuestro. Ella lo ha preparado todo desde su encuentro con la misericordia divina en su pequeño corazón, en la meditación de una historia que se le ha revelado como lugar de salvación permanente. Ella se ha encontrado con el amor de Dios y se ha dejado hacer por él.

Dejarse hacer (María) por la Palabra (Cristo)

La estructura vital y personal de María es la que le define en Cristo, “dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”. Escuchar la Palabra es el horizonte verdadero de la salvación y la liberación del pueblo y de cada ser.

Dios se define en su hacer por saber escuchar el grito, el dolor, la necesidad de su pueblo y de sus hijos. María, como aprendiz e hija fiel, ha desarrollado su interior orante para abrirse a la vida y en ella a la voluntad del Señor, queriendo no hacer otra cosa que cumplirla con alegría.

Cuando se da la escucha mutua en el seno profundo de los afectos verdaderos, nace la lectura creyente y esperanzada de la realidad. La que ayuda a entender el nacimiento en pobreza, la vida oculta, la predicación sincera del reino y sus riesgos, así como la presencia firme y dolorosa junto al árbol de la cruz. La grandeza del misterio es que ahí, en ese camino creyente ante la Palabra es donde se está gestando la maternidad divina de María, que no sólo lo recibe en su matriz, sino también en su corazón desde el anuncio del ángel Gabriel hasta la proclama de otro ángel en la resurrección, tras el trago amargo de la crucifixión. Para María, Cristo es la Palabra definitiva del Padre y ella siempre ha mantenido la misma actitud ante él: “Hágase en mí según tu Palabra”. Hacerse según Cristo es lo propio de Santa María como Madre de Dios.

La Iglesia, madre desde el corazón y la Palabra

La Iglesia, así como cada cristiano, a la luz de esta referencia creyente mariológica, estamos llamados a dejarnos hacer por la Palabra. Que el Padre pueda actuar en nuestro corazón con su Palabra para hacernos según su Hijo querido, hasta que nos rindamos ante él confesando con Pedro. “Señor a dónde vamos a ir, si sólo tú tienes palabras de vida eterna.”

Gestar en el corazón de la humanidad la presencia de Cristo para que sea su Espíritu el que nos mueva a cumplir la voluntad del Padre, en el deseo de que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad salvadora. Ser comunidades de la Palabra viva, encarnada, entregada, comprometida, sentida es lo que estás en el horizonte de la verdadera salvación. Aquí está la tarea de la Iglesia que mira a María como Madre de Dios y madre suya.

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