Fiesta de la presentación del Señor. Celebrando la vida religiosa Religiosas, hijas de Dios, madres de lo humano y del cuidado. Con Katy Piedehierro
Katy está ultimando su vida en el hospital de tierra de barros, en su tierra. Ella es de Puebla de la Calzada, ha venido recientemente al capítulo de su congregación, su familia de las Hijas de la Virgen para la formación cristiana. Pero venía llena de su alegría y deshecha en su cuerpo, en unos días, ya se ha puesto en pista de despegue para la eternidad. Ya apenas habla, pero todavía mira y sonríe.
| José Moreno Losada
Ha venido a despedirse para ir al cielo con Padre Dios y la Virgen María
El sábado pasado estuve en Puebla de la calzada con Manolo, había muerto su madre Dolores que le faltaba unos meses para los cien años, allí oramos juntos y me encontré con el hermano de Katy y me di cuenta de la gravedad de su momento. Me decía que ella se quería volver a Chachapoyas (Perú), donde están su padre, su madre, sus hermanos y hermanas, es decir su pobres queridos del alma, sus queridos, sus reyes como diría ella.
Recordé con su hermano la imagen de su padre, hombre sencillo y fiel, orgulloso de su hija. Cuando yo marchaba a esa zona de Perú a impartir teología, con mi compañero Ricardo, era de obligado cumplimiento ir a estar con ellas en Chacha y, previamente, yo iba a casa de su hermana para llevarle un abrazo de su padre y familia, así como algún presente que celebrábamos juntos allí con el sabor ibérico propio de nuestra tierra. Para ella era fiesta y gozo nuestros encuentros allí.
Aquellos encuentros con su vida y su tesoro
Los distintos años que la visitamos – fueron más de diez- estar con la comunidad y con ella era una inyección de sentido eclesial profundo y de verdadera dimensión religiosa de su vocación. Sus campesinos, sus niños del comedor, sus enfermos en el hospital, su complicidad con los médicos, la acogida en su casa a sacerdotes paisanos y a todos, el cuidado de la catedral, las catequesis, su botiquin-farmacia singular… su conexión con la congregación, con las de Lima, con las de Extremadura… y su cabezonería que le hacía ser tan fuerte como tierna. Y sobre todo su alegría, su mística profunda, su poncho andariego, orante y ligero, su caminar alerta y gozoso. Una mujer, una comunidad, con vida y esperanza, sin mirar los límites como frontera sino siempre como posibilidades. Impresionaba la sencillez de su amor a Dios y su vivencia de la entrega a lo loco.
Finis coronat opus
Hoy ya no puede hacer nada, ha sido veloz la metástasis en estos días, pero aún le queda la sonrisa que le define en su vivir y ser de mujer y religiosa, va a morir aquí y sin quererlo lo va a hacer todo más fácil, aunque el llanto de Chachapoyas será grande y llegará hasta aquí. Los va a dejar con los abrazos y besos de despedida, con la alegría de que pronto iba a estar de vuelta, ahora lo hará pero gloriosa.
Gracias Katy por haber sido entre nosotros una verdadera mujer de Dios y una virgen madre de los pobres, que has enriquecido a todos con tu pobreza y nos has hecho reyes con tu amor. Espéranos en el cielo.
Y en Katy, todo un ejército de mujeres, permitirme homenajear a todas las religiosas de Extremadura con este recuerdo de un encuentro con un grupo de ellas en un retiro de formación en la casa de oración de Gévora.
Por todas vosotras
El día 2 de febrero, cuando se celebran en muchos pueblos las fiestas de las candelas, de la Candelaria, se ofrecen los niños y se presentan en los templos parroquiales. Este mismo día es de celebración de la vida religiosa, de todos los religiosos, que están convocados en la catedral junto al obispo. Hoy me permito hablar de las religiosas: mujeres vírgenes, pobres y obedientes, que yo las considero madres, llenas de riquezas y libres. Traigo a mi recuerdo un encuentro con un buen grupo de ellas que nos juntamos para reflexionar juntos en torno a sus vidas y sus compromisos.
Allí estaban unas cuarenta mujeres dispuestas a pasar un día de silencio y de oración contemplativa que alimentara su vida consagrada, en orden a profundizar en el conocimiento de Cristo para más amarle y seguirle, y renovar su fidelidad a Dios en su entrega consagrada a los hermanos. Al comenzar la oración, se me vino al corazón, la imagen de todas ellas, una a una, porque yo les iba a hablar de la mirada divina y allí sentía y percibía yo, que eran sus miradas la que eran divinas, y que serían ellas las que a lo largo del día me iban a estar hablando de la mirada compasiva y fecunda de Dios.
Allí estaban mujeres que organizan y llevan todo el peso del comedor de Martín Cansado y muchas cosas más, las que atienden ancianos cerca de Valdebotoa, las que se desviven en el cerro de Reyes con las mujeres del barrio en la promoción de la mujer y quieren pasar de la asistencia a la transformación viva y eficaz de las personas débiles y rotas, las que colaboran en el centro hermano acompañando fraternal y maternalmente a los adictos, las que atienden y cuidan enfermos a diario, las que acompañan a estudiantes en las residencias, las que organizan empresas de solidaridad y transformación de reciclaje, las que dan su vida por los que tienen problemas serios psicológicos como la esquizofrenia, las que han cuidado a enfermos del sida, las que van a la cárcel con los presos, las que avivan colegios con espíritu de humanismo cristiano, las que acompañan niños y jóvenes en las parroquias, las que visitan a ancianos que viven solos en sus casas, las que han pasado años y años en países pobres…
Mujeres que cada día se levantan muy temprano y están toda la jornada, hasta quedar rendidas, maquinando como ser más para los demás, como darse mientras haya fuerza y para eso se cuidan en su interior en su apertura al misterio de lo divino en Jesucristo para poder amar como él nos ama… y así seguía y continuaba en cada rostro, en cada conversación, en cada mirada, contemplando lo que yo balbuceaba e intentaba decir con hilvanes del libro del génesis, palabras de los profetas, citas de los evangelios, claves de la cristología paulina… y hechos de vida que a flor de piel les podía iluminar lo que, día a día, ellas van luchando y conquistando en la realidad de un amor en el que se consumen y se gastan. Son ellas fuego de Dios en medio de nosotros.
Muchas de ellas mayores, alguna ya bastante mayor confesaba que su pecado era que ya no podía hacer todo lo que deseaba a favor de los más necesitados, que le estaba costando mucho aceptar su debilidad y ofrecerla, junto a los débiles de la historia. Allí no podía por menos de ver cómo se realizaban los verdaderos votos evangélicos de su vida consagrada.
Ellas han sido vírgenes no para la esterilidad, sino para una maternidad sin límites, una fecundidad que cubre a los rotos y a los más inútiles a los ojos del mundo que son los preferidos de Dios; con un voto de pobreza que no les lleva a la ruina sino a la verdadera riqueza, la de aquellos que se gastan enriqueciendo a los demás con su generosidad y que pueden alabar a Dios porque descubren que las riquezas de este mundo pasan a cuchilla por la polilla y la carcoma, pero la riqueza de la bondad de Dios en inmortal y nadie la puede quitar del corazón de los sencillos, por eso ellas viven con la paz mayor del mundo; y obedientes sin entregar la libertad, al revés llevándola al máximo, porque para ser libres las liberó Cristo. Sienten que Dios les manda servir a los desheredados y en eso está su verdadera libertad, en hacer lo que el Padre les sugiere con su espíritu. Nos quieren ser perfectas, pero se desviven por ser compasivas, y es que no hay otro camino de perfección que el amor compasivo.
Demos gracias a Dios por ellas y vivamos en fraternidad, somos su familia.