Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" Ed. PPC "Trama divina, hilvanes.." La belleza de un prólogo
Acaba de salir a la luz el trabajo que he realizado desde el seguimiento de los evangelios dominicales y de solemnidades de ciclo C, recién inaugurado. Vuelvo sobre la vida y la palabra, hilvanados para la trama de la salvación. Pero sobresale la belleza, riqueza literaria y profundidad del prólogo que ha escrito mi querido Álvaro Mota Medina. Su mirada profunda y generosa le ayuda a ver mucho más de lo que yo creía haber alumbrado en mis reflexiones y selección de hechos de vida. A mí, que soy el autor, me embelesa y voy recogiendo por todos sitios las alabanzas de los que lo leen. Qué suerte tener al lado personas así.
| Alvaro Mota Medina
PRÓLOGO
Una metáfora a recuperar
De lo divino y lo humano
Trama divina, hilvanes humanos. Pepe Moreno, caminante de Dios con vocación universal desde el terruño extremeño, no podría haber elegido un título mejor que este para encabezar sus comentarios a los evangelios dominicales y solemnidades del ciclo C. En un momento en el que el desapego a la religión es a menudo contrarrestado con propuestas (a veces desde la propia Iglesia) que invitan a la huida, lo que se propone aquí es el camino contrario: tomar entre las manos la realidad desde sus nudos y sus roturas para atisbar en ella los diseños posibles que hacen de la herida, cicatriz, y de la cicatriz, costura. Pepe Moreno hilvana en su escritura los asuntos de Dios con las cosas de las mujeres y de los hombres. Tiene la habilidad de contarlo porque su día a día es un empeño por vivirlo. Abrir la caja de retales es, para él, abrir las puertas de la universidad, del barrio, de la parroquia, de la ciudad. Allí hablan con mayúscula los desgarros de nuestro mundo: el estigma de la salud mental en jóvenes y adultos, la precariedad laboral, las guerras que desangran el mapa de nuestro presente, el drama migratorio o el colapso climático sentido desde un Sur global que clama por la justicia internacional.
Abrise ha de ser dogma para la Iglesia
Pepe esparce retazos de realidad y coloca en paralelo la Escritura, que actúa como un patrón que permite no solamente ir cosiendo las piezas en la dirección adecuada, sino entender el papel de cada tejido dentro de un entramado heterogéneo y sorprendente. La prenda que se va formando tiene pliegues hacia dentro: es la propia Iglesia que se sitúa ante los retos históricos. El autor de las páginas que siguen es a un tiempo espectador y partícipe. Sentado en la rutina matinal delante de una taza de café mientras lee la prensa diaria, Pepe reflexiona a la luz del Evangelio sobre una institución que se abre —no sin resistencias— a los desafíos del mundo. Y, como ocurre en una mercería, en una boutique o en la casa de una modista, no es posible moverse solo entre vestidos y trajes de alta costura. El hilo, la aguja o el dedal son las herramientas cotidianas, olvidadas encima de la mesa o caídas en el suelo, con las que nos topamos continuamente. Delatan el amor por el oficio y el cuidado hacia lo pequeño. La Iglesia que revisten estas lecturas no es solo la de las casullas; es, también, la de los pañuelos violetas que agitan en las calles y delante de los pórticos las mujeres reclamando igualdad. La Iglesia se viste aquí con el abrigo que arropa a las personas migrantes acogidas en parroquias de Madrid y porta el sencillo báculo de madera de un compañero que, después de desfondarse en la entrega a los pobres, es llamado para ser pastor al servicio del pueblo.
Al hilo de lo último y perdido
Pero Pepe no lee solo el Evangelio en estos pliegues internos, sino también en las zonas más expuestas de nuestra ropa: aquellas que a veces arrastramos inconscientemente por el suelo de tanto caminar; las que rozamos por las paredes o las que doblamos cuando nos toca arremangarnos ante las faenas de cada día. Lo que hay tras estas páginas es Escritura leída y vivida. Desde ahí, la pasión del jueves santo es la de las soledades urbanas que empujan a la muerte en mitad del silencio y el anonimato de nuestros barrios y ciudades. La cruz tiene nombres concretos, rostros desfigurados. La resurrección adquiere resonancia a través del duelo de los padres y madres que han perdido a sus hijos y que hacen del encuentro comunitario espacio de sanación y hasta de celebración de una existencia que había dejado de tener sentido. El autor de estas páginas sabe bien que Dios solo nos habla desde los fragmentos desgarrados de nuestro mundo. Ahí el Evangelio se convierte en una trama vibrante y actual. La Escritura se trenza hilo a hilo con la vida y nos anima a situarnos desde otras claves. Trama divina, hilvanes humanos es una invitación a seguir trenzando lo cotidiano de nuestro día a día con los tejidos de Dios en un ejercicio de artesanía que requiere de esa atención, cuidado y serenidad de la que tanto saben las manos que hilvanan y que cosen; algo que a nuestro mundo marcado por la hiperconexión y la «rapidación» de la que habla el papa Francisco, tan a menudo le falta.
Procesos y tiempos de lo ordinario
Sacar tiempo para degustar y dejar reposar las lecturas de cada domingo en medio de nuestros ritmos acelerados constituye, ya de por sí, todo un reto. Pero hilar el Evangelio con las luchas, derrotas, deseos y satisfacciones propias (y las del mundo) es un verdadero desafío. La prenda está en las mejores manos posibles. El que ha escrito estas páginas tiene, tras de sí, un oficio de décadas: el acompañamiento a movimientos de Acción Católica como la JEC (Juventud Estudiante Católica) y Profesionales Cristianos en el ejercicio de la revisión de vida y la lectura creyente de la realidad. Es una escuela privilegiada en la que Pepe ha aprendido y ha enseñado a gran cantidad de personas que, inevitablemente, afloramos en multitud de párrafos. No somos especiales ni extraordinarias. Un antiguo folleto de la JEC citaba a Albert Maréchal para explicarlo:
Nuestras vidas cotidianas, privadas o públicas, son un tejido de hechos y de encuentros entre personas. Este tejido contiene millares de hilos que se entrelazan. Estos millares de hilos de nuestra vida, ¿no son realmente las miles de relaciones providenciales que Dios nos da para tejerlas con los otros hombres y mujeres, para quererlos y ayudarles a percibir la revelación del sentido de su vida? […] Estos hechos son nudos de vida, nudos de personas. Nadie tiene derecho a tratarlos como a la grava de las carreteras o de los caminos. En realidad, son piedras preciosas.
La túnica de una pieza
La vida, túnica de una sola pieza donde solo la mirada atenta sabe apreciar las puntadas de un textil hecho de jirones divinos y humanos. Pepe no nos da una lección magistral, sino que pone a nuestra disposición las herramientas que mejor conoce para invitar a cada persona (creyente o no) a realizar su propio trenzado particular. Para alguien que ha crecido en una familia de modistas y costureras la metáfora es más que familiar: hay un talento verdaderamente especial en observar los fragmentos a menudo deshilachados de la realidad aventurando posibles formas de zurcir y reconstruir. Trama divina, hilvanes humanos es, desde ahí, una llamada a actuar; a descubrir la tela sobre la que Dios estampa, con hilvanes y pespuntes, un sueño de dignidad para cada persona; y a sumar nuestras manos a las de tantas que saben hacer, del lienzo oscuro de la historia, el tapiz extendido de la vida.
Álvaro Mota Medina