"Esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos" El feminismo me salvó

Recibo esta reflexión de Elisa, chica joven y formada, con la que compartí experiencia y estancia en Taizé. Una mujer en búsqueda, inquieta y preocupada por su ser y su hacer. Aquí habla desde la vida y creo fundamental saber escucharla desde ese mismo lugar. Me sorprende en el Evangelio la actitud de Jesús ante la mujer, su acogida y escucha de sus situaciones. Sería una revolución que en la Iglesia, especialmente la jerarquía, los que participamos del ministerio sacerdotal, hiciéramos esa experiencia de Jesús. Hay mucho por hacer en este sentido, yo recibo la interpelación de un modo personal y me alegro de este testimonio vivo y profundo de esta joven entrañable.

El feminismo me salvó

Testimonio de Elisa (audio)

Símbolo

Me costó cuatro años darme cuenta de que había sufrido maltrato psicológico y que, por tanto, había sido víctima de violencia de género. Me culpé por no haberme dado cuenta y llegué a cuestionarme sí era verdad o sí lo había exagerado. Hasta que llegó ese día que todas tenemos que alcanzar: abrí mi jaula y me comprometí a dejar atrás todo lo que el patriarcado me había enseñado.

Entender que estábamos sometidas a una sociedad machista, sentirme comprendida y darle un nombre a la opresión que sufrimos diariamente, me fortaleció. Darme cuenta de que las exigencias físicas que siempre me había impuesto se debía a un estereotipo creado por los hombres y perpetuado por muchas mujeres; que solo yo soy la dueña de cómo quiero verme y decidir cómo me gusto, me impulsó a luchar como tantas otras. Y llegar a analizar y reflexionar sobre cómo el adoctrinamiento sexista me lo impusieron desde la infancia y cómo me dirigieron hacia el cumplimiento del mito de la mujer, me liberó completamente, e incluso de mí misma.

“Estaba encarcelada porque yo quería”. – me decía constantemente. La única forma de soltarte y abandonar esa jaula es saber que, tal y como dijo Simone de Beauvoir, “no se nace mujer, se llega a serlo”, y ese “ser mujer” lo decides tú. Nadie más.

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Y mientras yo salía de mi jaula muchas amigas negaban lo que yo les intentaba expresar: que estábamos oprimidas bajo el yugo patriarcal y, aunque este fuera ínfimo en comparación con otros sistemas u otras épocas, no quería decir que no debiéramos luchar por un cambio más real. Recuerdo con orgullo como muchas de éstas acudieron aquel 8 de marzo de 2018. Había salido a la luz una sentencia sobre la violación a una niña de 18 años en Pamplona (España) que originó dos reflexiones en el movimiento feminista: el Código Penal español debía cambiar y no diferenciarse dos delitos sexuales en base a la violencia o el consentimiento si no que siempre es violación, y que teníamos un largo camino para reeducar a la sociedad en general sobre nuestra libertad sexual. De ahí nació el lema que inundó las calles: “Hermana, yo si te creo”. Un colectivo se refuerza con la unidad y considero que ese momento que conmovió tanto a todas las mujeres, hizo que se consolidara la tercera ola feminista en España.

poder

El problema es que dentro de una falsa liberación de la mujer seguimos encorsetadas y cosificadas y que existe también un mito del hombre protector y tenemos que combatirlo con ellos. Uno de los pasos que nos queda por alcanzar es hacer comprender que no solo somos nosotras las víctimas perpetuadoras si no que ellos también son los perjudicados de su propio sexismo. Y que la única forma de terminar con este sistema de opresión es que ellos mismos se reconozcan como víctimas y verdugos.

Una vez que la mujer se libera de su jaula, se unifica con otras mujeres liberadas para luchar por el movimiento, y consiga que el hombre salga de su propia cárcel de cristal, ese día… habrá terminado todo. Conseguiremos ser libres todos los colectivos excluidos de la heteronormatividad así construida.

Ese día llegará y cuando lo haga, nos cogeremos de las manos y nos contaremos cómo el feminismo nos salvó.

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