Reflexiones éticas de un asunto que va más allá de Cristina Cifuentes

Un título fraudulento de un master y un supuesto hurto menor son hechos que alejan a su protagonista de la mínima ejemplaridad que se le debe exigir a un responsable político. Pero el caso pide un análisis mas riguroso de otros asuntos: la gestión de la crisis que han hecho tanto la protagonista, como la universidad, el PP o la oposición y la guerra sucia de información que se ha desatado.

Hay poco que decir respecto a la negación y la mentira por parte de Cifuentes. ¡Cuanta vergüenza se habría evitado si desde el primer día se hubiera ido pidiendo perdón y dando, así, ejemplo de asunción de responsabilidades.

La connivencia de profesores universitarios, prestos a socorrer a la presidenta falseando documentos oficiales no produce sino vergüenza y daña el prestigio de la universidad.

La postura der la dirección del PP ha sido una mezcla de silencio, parálisis, negación, distanciamiento y activación del ventilador. Incapaz, en cualquier caso, de cortar de raíz el asunto cuando se evidenciaron signos de irregularidad.

Sobre la gestión de la crisis hecha por la oposición me parece insuficiente su empeño en pedir la dimisión de la protagonista y la alegría por haberlo conseguido.

Me habría gustado que hubieran apostado, alto y claro, por comprometerse a que, desde cada uno de sus partidos, se cumpliera el principio de que “el que la hace la paga”. Que hubieran invitado a quien tuviera algún asunto sucio en su curriculum a que se fuera antes de que le sacaran los colores. Que se hubieran comprometido a que en sus listas de candidatos futuros iban a poner un filtro muy tupido exigiendo transparencia y honestidad para que nadie avergonzara a la clase política. Y comprometerse, también, a que si alguien se colaba no se iba a mover ni un dedo para tapar su m.., por mas poder que tuviera.

Nada de esto he oído decir a los señores Sánchez, Rivera o Iglesias. Y me gustaría que lo hubieran hecho.

El hecho de que el desenlace final haya sido consecuencia de la exhibición de unos trapos sucios guardados desde 2011 merece también ser comentado. Porque es un golpe bajo y rastrero propio de grupos delincuentes o mafiosos. Un asunto sucio que huele a cloaca y que debería ser inadmisible en una democracia.

La lectura final es que entre tanta vergüenza el asunto dejará su poso. Servirá a los partidos políticos para actuar con mayor prudencia; para limpiar sus filas de corrupción; para revisar el lastre que supone su comportamiento ante los escándalos; y para sobreponderar los principios de ejemplaridad que deben guiar la gestión pública.

Si no lo hacen por conciencia los ciudadanos deberemos presionarles para que lo hagan por conveniencia. Porque no les vamos a consentir ese tipo de comportamientos.
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