¿Consumir más es siempre mejor?.
La verdad es que el progreso es ambiguo, tiene sus limitaciones y esta cargado de contradicciones.
En una mirada retrospectiva vemos que aquel progreso que iba a ser la salvación mundial no es tan mundial. Que la sociedad mas justa con la que soñábamos ha derivado en una sociedad más dividida y más desigual. Porque, en muchos casos, aquel progreso no solo no ha mitigado las diferencias sociales sino que las ha agudizado.
Tener en cuenta el bien común requiere un modelo de desarrollo diferente al imperante hasta ahora. Un desarrollo sostenible que hace un uso menos intensivo de los recursos; que redefine los criterios de utilización de los mismos y que procura se pueda acceder a ellos en condiciones de equidad.
Detrás de esa preocupación por la
ecología y el desarrollo sostenible, que ha mostrado el Papa Francisco, hay, también, un
planteamiento ético muy profundo. Porque el bienestar moral del mundo no puede garantizarse solamente a través de las estructuras sociales sino que se precisa, también, el ejercicio ético de cada persona. Una ética que interpela a mi responsabilidad social como ciudadano, como consumidor, como empleado, como administrado. Y ¿por qué no como creyente?