No puede acabar lo que es eterno ni puede tener fin la inmensidad

Mi padre cumple hoy 9 años. Él se fue, pero sigue muy presente en mi vida. Y en su recuerdo me reconforta leer a Rosalia de Castro, con una poesía que comparto contigo:

Era apacible el día
y templado el ambiente
y llovía, llovía,
callada y mansamente;

mientras silenciosa lloraba yo y gemía,
mi niño, tierna rosa,
durmiendo se moría.

Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!
Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!.

¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,
torvo el mirar, nublado el pensamiento?

¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!
Jamás el que descansa en el sepulcro
ha de tornar a amaros ni a ofenderos.
¡Jamás!

¿Es verdad que todo para siempre acabó ya?

No, no puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la inmensidad.

Tú te fuiste por siempre; mas mi alma
te espera aún con amorosa afán,
y vendrás o iré yo, bien de mi vida,
allí donde nos hemos de encontrar.

Algo ha quedado tuyo en mis entrañas
que no morirá jamás,
y que Dios, porque es justo y porque es bueno,
a desunir ya nunca volverá.

En el cielo, en la tierra, en lo insondable
yo te hallaré y me hallarás.

No, no puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la inmensidad
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