Nuestra Señora de los Dolores es la parroquia donde esperan encontrar la tumba del dramaturgo Investigan la iglesia de Madrid donde acaba el rastro de los restos mortales de Calderón de la Barca
La historia de los restos mortales de Pedro Calderón de la Barca es un relato de abundantes idas y venidas, con principio y final, pero que aún busca su epílogo
Después de varios traslados y un incendio, el cadáver de Calderón de la Barca se dio por perdido durante décadas, hasta que apareció un nuevo hilo del que tirar merced a Vicente Mayor, antiguo capellán mayor de la congregación
Un sacerdote, en su lecho de muerte, contó al capellán mayor que estuvo presente en la inhumación de Calderón en 1902 y que sus restos nunca llegaron a estar en la arqueta, sino que se inhumaron en una pared
Aunque es una hipótesis, los investigadores se han propuesto "despejar científicamente la incógnita" de si, efectivamente, los huesos de Calderón de la Barca siguen ocultos en los muros de esta parroquia
Un sacerdote, en su lecho de muerte, contó al capellán mayor que estuvo presente en la inhumación de Calderón en 1902 y que sus restos nunca llegaron a estar en la arqueta, sino que se inhumaron en una pared
Aunque es una hipótesis, los investigadores se han propuesto "despejar científicamente la incógnita" de si, efectivamente, los huesos de Calderón de la Barca siguen ocultos en los muros de esta parroquia
| Juan Vargas
(EFE).- La historia de los restos mortales de Pedro Calderón de la Barca es un relato de abundantes idas y venidas, con principio y final, pero que aún busca su epílogo.
La parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, en Madrid, es su última ubicación conocida, y también el lugar donde un equipo de investigadores espera reencontrarse con la tumba del dramaturgo.
En las próximas semanas, los investigadores explorarán con un georradar cada recoveco de este templo perteneciente a la Congregación de San Pedro, a la que el propio Calderón de la Barca perteneció en vida y a la que estuvo fuertemente vinculado, hasta el punto de nombrarla, en su testamento, como heredera universal.
Fue en virtud de esta condición que la Congregación reclamó para sí los restos del escritor a finales del siglo XIX, y así aterrizaron, en 1902, en la capilla luego convertida en parroquia de Nuestra Señora de los Dolores.
En la Guerra Civil desaparecieron, y es ahí donde se abre el paréntesis de incertidumbre que ahora pretenden cerrar los investigadores del CEU San Pablo.
Calderón y la Congregación: destinos cruzados
Entre los cambios que trajo consigo la designación de Madrid como capital en 1561 estuvo el creciente flujo de clérigos que acudían a buscar suerte en la villa. Y ello, a su vez, motivó la fundación, en 1619, de la Congregación de San Pedro, según explica a Efe su actual archivero, Jesús López Sotillo.
"La idea era atender a cualquier tipo de cura, pobre o enfermo, que no tuviera quien se ocupara de él", cuenta Sotillo.
Calderón de la Barca "fue laico" la mayor parte de su vida, pero entrado en la cincuentena se ordenó cura y, tras ejercer en una capellanía que le concedieron en Toledo, Felipe IV le ofreció ser capellán de palacio, y volvió a instalarse permanentemente en Madrid en 1663; aquel mismo año, dice Sotillo, "pidió entrar en la Congregación".
"Él se siente llamado al sacerdocio y vive el final de su vida pues como tanto otros, dedicado (...) a servir a Dios a través del sacerdocio y a través de la literatura", apunta Jesús Folgado, sacerdote perteneciente a la Junta de Gobierno de la Congregación.
En aquellos años de vida religiosa -y de profusa producción de autos sacramentales-, el dramaturgo llegó a capellán mayor de la congregación, por entonces una suerte de club cultural de excepción: su fundador, Jerónimo de Quintana, escribió la primera historia de Madrid, y Calderón de la Barca fue contemporáneo de la otra gran figura literaria asociada a la institución: Lope de Vega.
El mausoleo que se perdió
En su testamento, Calderón de la Barca legó sus bienes a la Congregación de San Pedro, pero pidió ser enterrado en la parroquia aledaña a su casa, la del Salvador, en la calle Mayor.
La Congregación no reclamaría sus restos hasta finales del siglo XIX, cuando ya habían pasado por tres iglesias distintas, y los inhumó en su antigua sede de la calle Torrecilla del Leal.
Saltamos ahora a 1902. La Congregación estrena nuevo edificio, en la calle San Bernardo, y para la enésima mudanza de los restos del escritor se organiza una "procesión cívica" en toda regla, según cuenta el coordinador general del proyecto de investigación del CEU San Pablo, Pablo Sánchez.
La escena que describe Sánchez es prácticamente un funeral en diferido, un homenaje póstumo del Madrid novecentista a su último hijo pródigo del Siglo de Oro: comitiva fúnebre con maceros del Ayuntamiento, guardia montada y representantes de la realeza, cobertura periodística y hasta una lluvia de pétalos desde los balcones del Teatro Español.
Así llegaron los restos de Calderón a su nuevo lugar de reposo, donde se dispuso una capilla al efecto de servir como su mausoleo. En ella había una lápida con su nombre y, sobre una pilastra, descansaba la arqueta de mármol que contenía la urna.
Pero esta tumba abierta al público no habría de durar. En 1936, milicianos republicanos quemaron la iglesia, cuya techumbre y parte superior se derrumbaron por completo. Para cuando acabó la Guerra Civil y los sacerdotes de la congregación recuperaron el inmueble, no quedaba rastro de la pilastra ni de la arqueta.
Un hilo que tirar
El cadáver de Calderón de la Barca se dio por perdido durante décadas, hasta que apareció un nuevo hilo del que tirar merced a Vicente Mayor, antiguo capellán mayor de la congregación y que, apunta Folgado, fue el responsable de que, "en el caos de la posguerra", la institución pudiera reconstruir el templo y proseguir su misión fundacional.
Vicente Mayor escribió una historia de la congregación, basada en buena parte unos archivos que irónicamente, según señala Sotillo, en 1936 fueron salvados de la quema por las autoridades civiles de Madrid.
Y en ese texto los investigadores del CEU hallaron la siguiente revelación: un sacerdote, en su lecho de muerte, contó al capellán mayor que estuvo presente en la inhumación de Calderón en 1902 y que sus restos nunca llegaron a estar en la arqueta, sino que se inhumaron en una pared.
Sánchez considera que "no puede ponerse en duda" el testimonio de una confesión realizada en tales circunstancias, y añade que el propio Vicente Mayor hizo algunas catas en el templo, aunque iba dando "palos de ciego".
"Es una hipótesis que yo no cuestiono, pero pudieron darse otras situaciones. Los milicianos en la Guerra Civil pudieron haber encontrado los restos; también pudo haber ocurrido que el sacerdote Alfonso de Santamaría -capellán mayor en 1936-, antes de que lo mataran, decidiera trasladar los restos a un lugar más seguro", comenta el profesor.
En cualquier caso, los investigadores se han propuesto "despejar científicamente la incógnita" de si, efectivamente, los huesos de Calderón de la Barca siguen ocultos en los muros de esta parroquia. La respuesta llegará en las próximas semanas.
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