Por esta razón, el tejido empresarial, los gobiernos y las personas tenemos una obligación, buscar la dignificación. Esto conlleva esforzarse por construir una sociedad en donde la riqueza social sea un eje que vertebre las relaciones comerciales que se generan. El mercado forma parte de lo que se puede denominar compromiso social siendo al mismo tiempo un mecanismo para que las sociedades puedan crecer y desarrollarse, además de ayudar a configurar relaciones constructivas entre los diversos países; por ello es urgente revisar cómo está articulándose este objetivo.
Estando atentos a este cumplimiento podemos, desde el compromiso empresarial, solucionar una buena parte de los problemas existentes en nuestra sociedad. El mercado, indudablemente fomenta, desde la libertad, un espacio para intercambiar proyectos que ayuden a que a las personas se les reconozca la dignidad. Esto, hoy, todavía es una meta lejana; pero no puede significar nunca que debamos desistir de su logro.
Tenemos que empeñarnos y esforzarnos por intentar proponer un camino en donde el mercado pueda ser una herramienta que ayude a dignificar a las personas.
Siguiendo a la Rerum Novarum y lo que plasma la doctrina social de la Iglesia, cabe tener en cuenta el siguiente texto, que si bien interacciona el trabajo con la tierra tiene una gran validez por cuanto es la tierra el punto de partida del sistema productivo por excelencia.
"A lo largo de la historia, en los comienzos de toda sociedad humana, encontramos siempre estos dos factores, el trabajo y la tierra; en cambio, no siempre hay entre ellos la misma relación. En otros tiempos la natural fecundidad de la tierra aparecía, y era de hecho, como el factor principal de riqueza, mientras que el trabajo servía de ayuda y favorecía tal fecundidad. En nuestro tiempo es cada vez más importante el papel del trabajo humano en cuanto factor productivo de las riquezas inmateriales y materiales; por otra parte, es evidente que el trabajo de un hombre se conecta naturalmente con el de otros hombres. Hoy más que nunca, trabajar es trabajar con otros y trabajar para otros: es hacer algo para alguien. El trabajo es tanto más fecundo y productivo, cuanto el hombre se hace más capaz de conocer las potencialidades productivas de la tierra y ver en profundidad las necesidades de los otros hombres, para quienes se trabaja".
El trabajo es hacer algo para alguien. Esto tiene una significación muy clara, buscar la dignidad. Si miramos a nuestro alrededor nos encontramos que existe en algunos nichos productivos y según los países, un mercado laboral precario que no cumple con la dignificación de las personas. Por contraparte, cada día hay más empresarios y emprendedores que están buscando responder con un verdadero compromiso social, y están introduciendo variables que pretenden establecer unas relaciones comerciales que se apoyen en principios que desarrollen la dignificación de las personas, exigiendo a las sociedades en donde están presentes sus empresas, más implicación con los derechos laborales. Son conscientes que el mundo solo puede tener equilibrio si somos capaces de respetarnos y de salvaguardar el medio ambiente. Desde esta perspectiva podemos decir que entramos de lleno en lo que se podría denominar transformación de la sociedad. Por esta razón junto al tejido empresarial, los responsables políticos tienen que marcar un camino que nos ayude a vivir con dignidad.
Todavía estamos lejos de alcanzar un mundo justo y equilibrado; pero también es cierto, que la sociedad vamos teniendo claro, que debemos implicarnos en lograr un mercado más solidario.
Dignidad e innovación
El valor del trabajo y de la dignificación está ligado a la innovación. Hoy, el mundo, está interaccionado por medio de la tecnología teniendo una gran presencia en nuestras vidas, sin duda es un punto esencial en las relaciones que se generan. El mercado no se entiende sin esta dimensión. Pero la innovación no puede agotarse en el desarrollo de la tecnología, innovar es afianzar que, a través del espacio tecnológico, cada persona puede alcanzar un mayor nivel de dignidad.
Las empresas tecnológicas tienen una gran responsabilidad en los mercados relacionados con sus objetivos comerciales. Son una pieza clave del puzle que configura el mundo, por cuanto pueden ayudar al desarrollo económico, político y social de los países altamente empobrecidos.
La doctrina social de la Iglesia anima a estas empresas a que forme parte de sus parámetros productivos y comerciales el siguiente texto:
"Existe otra forma de propiedad, concretamente en nuestro tiempo, que tiene una importancia no inferior a la de la tierra: es la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber. En este tipo de propiedad, mucho más que en los recursos naturales, se funda la riqueza de las naciones industrializadas. Se ha aludido al hecho de que el hombre trabaja con los otros hombres, tomando parte en un «trabajo social» que abarca círculos progresivamente más amplios. Quien produce una cosa lo hace generalmente —aparte del uso personal que de ella pueda hacer— para que otros puedan disfrutar de la misma, después de haber pagado el justo precio, establecido de común acuerdo mediante una libre negociación".
La tecnología debe ayudar a dignificar, de esta manera se dará una innovación constructiva, buscando por medio de la misma, la generación de riqueza social. Las empresas tecnológicas y sus directivos, así como sus accionistas deben de impulsar un mercado que facilite un compromiso por un mundo más saludable y justo. Ganar dinero no puede estar nunca reñido con degradar la tierra que habitamos y con someter a las personas a situaciones límites para sobrevivir. La tecnología puede hacer mucho bien ayudando a reconducir modelos obsoletos del sistema productivo. La tecnología tiene la vocación de aportar lo mejor de sí misma para hacer que la educación y la sanidad puedan ser elementos de cambio y del apoyo necesario para que crezcamos en dignidad entre las personas. La innovación, a través del desarrollo tecnológico, puede fomentar un crecimiento económico que redunde en beneficio de las sociedades.
Organización y riqueza social
A todo lo dicho anteriormente hay que añadir organización. Sin ésta no será posible avanzar en un mercado sensato y que busque ante todo, además de la riqueza económica, la riqueza social.
La organización puede ayudar a configurar un mercado ordenado por medio de parámetros justos que no busquen el beneficio exclusivo de unos pocos, sino que propongan un sistema en donde el reparto del mercado sea más global y equitativo. La globalización del sistema debería ayudar a hacer esto realidad, por esta razón tener en cuenta lo que la doctrina social de la Iglesia nos señala con respecto a la organización es muy pertinente:
"Precisamente la capacidad de conocer oportunamente las necesidades de los demás hombres y el conjunto de los factores productivos más apropiados para satisfacerlas es otra fuente importante de riqueza en una sociedad moderna. Por lo demás, muchos bienes no pueden ser producidos de manera adecuada por un solo individuo, sino que exigen la colaboración de muchos. Organizar ese esfuerzo productivo, programar su duración en el tiempo, procurar que corresponda de manera positiva a las necesidades que debe satisfacer, asumiendo los riesgos necesarios: todo esto es también una fuente de riqueza en la sociedad actual. Así se hace cada vez más evidente y determinante el papel del trabajo humano, disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo".
La próxima semana reflexionaré sobre Bien Común y Tejido Empresarial -30 de junio-, y la siguiente sobre Bien Común y Sociedad - 7 de julio- para terminar a la siguiente -14 de julio- con la presentación de un proyecto que recogerá lo escrito desde el 10 de junio y que llevará como título: La implicación social de un Proyecto Innovador.