Reflexiones en el funeral de un inmigrante asesinado La mamá del muchacho amortajado, la eucaristía y la memoria de Dios
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Hace algunos meses, en septiembre de 2024, acompañé a una mamá venezolana que había venido a enterrar a su hijo asesinado en Medellín. Fue en el Cementerio Universal, el cementerio de los habitantes de la calle, de los N.N, de los inmigrantes, de los que no tienen duelos, de los más pobres...
| Jairo Alberto Franco Uribe
Hace algunos meses, en septiembre de 2024, acompañé a una mamá venezolana que había venido a enterrar a su hijo asesinado en Medellín. Fue en el Cementerio Universal, el cementerio de los habitantes de la calle, de los N.N, de los inmigrantes, de los que no tienen duelos, de los más pobres; unas pocas personas acompañaban, algún funcionario de la alcaldía, alguna mujer buscadora de los desaparecidos, un amigo de la señora, los sepultureros y yo que presidía el funeral. Me impresionaba la ceremonia, la mamá había buscado un sacerdote para darle “cristiana sepultura” a su hijo y me encontraron a mí. Y di gracias de ser encontrado y de estar ahí, Kairós, lugar y momento de salvación, Dios se hace denso en los que sufren.
Cuando empezamos el rito, la mamá pidió que abriéramos el ataúd; sabía que faltaba poco para sepultar a su hijo querido y dejarlo en tierra extraña y quería solo contemplar su rostro y hundirlo en su pupila. Durante la eucaristía, de pie, apoyada en la caja mortuoria, ella miraba y miraba el cadáver, sus ojos fijos en él y sólo en él… y yo, sacerdote, en altar de cementerio triste, mientras predicaba y consagraba, tenía los ojos fijos en ella, también la miraba y la miraba. En la homilía, buscando palabras de evangelio para ella, no tuve más que acercarme y abrazarla y mirar con ella en silencio a su muerto ¿qué más podía decirle que no fuera estrecharla a mi corazón y hacer mío su dolor?

Me parecía que ella era la que presidía la misa, ella la que tenía en sus manos el cuerpo de Cristo, y que el pan y el vino, la materia del sacramento entre las mías, eran una sola cosa con el hijo amortajado que ella acariciaba. La mamá miraba a su hijo asesinado y yo que la miraba a ella comprendí por qué Jesús resucitó de entre los muertos: porque también Dios, en el horror de la violencia, como esa mamá y como todas las otras que pierden a los suyos, miró y miró a su Hijo hasta que lo resucitó; y comprendí también que ese muchacho iba a resucitar como otro Cristo y que la tumba que ya alistaban para él los sepultureros no sería su final: si nos mira el amor, y el amor es Dios, no podemos morir. En la misa de la vida, Dios no dejará de mirarnos, se empecinará en hacerlo como esa señora con su hijo y no parará hasta vernos a todos libres de la muerte y bien vivos; el cielo es la pupila de Dios y allí hundidos será resurrección. La mirada amorosa resucita a los mirados.
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Y me acuerdo de esta historia de hace meses, porque antes de despedirnos, después que terminó el entierro, ella, que viajaba esa misma tarde a su país, me pidió insistente que volviera a comprobar que escribirían el nombre de su hijo en la lápida y que no lo dejarían como un N.N. Ahora, al volver yo a Medellín, ella me recordó desde lejos la promesa que le había hecho y me fui a cumplirla al cementerio. Eran tantas las bóvedas y los pabellones que me perdía buscando la del muchacho y estaba ya un tanto confundido; y fue entonces que pregunté a los sepultureros, y para sorpresa mía ellos, dos hombres jóvenes, Diego y José, se acordaban del funeral, se acordaban de la mamá y se acordaban del nombre del muerto que ellos mismos habían grabado en el cemento de la tumba; agradeciéndoles, le dije a esos enterradores que tenían la memoria de Dios porque el Cementerio Universal es un infinito de muerte y de pobreza y sólo Dios podía recordar dónde habíamos dejado a un inmigrante asesinado. “Dios -decía Bartolomé de las Casas- tiene memoria muy reciente y muy viva del más chiquito y del más olvidado”.
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