Navidad es bienvenida: en los que llegan, llega siempre Dios. Sin visa, ni un solo minuto en este país

Pasaportes kenianos, del Sur Global
Pasaportes kenianos, del Sur Global

James Lekiyai y Moses Lenkupae son dos docentes de Barsaloi, un pueblo del norte de Kenia, en la tierra samburu.

Las autoridades de inmigración les preguntaron por la visa de tránsito y al no contar con ella, les hicieron saber que “sin visa ni un minuto de estadía en este país” y, acto seguido, les quitaron el pasaporte, decomisaron sus teléfonos y los encerraron con otros pasajeros desafortunados.  Las autoridades asumieron que eran criminales y que viajar era uno de sus delitos.

Ese día, 10 de diciembre, el mundo celebraba un aniversario más de la declaración de los derechos humanos, también México.

No son pobres, pero son negros y tienen pasaporte africano, son del Sur, y esto en la ecuación de las aduanas y puestos de frontera equivale a pobreza.

Nos queda a nosotros el reto de trabajar para que el mundo sea casa común, que haya sitio para todos, que haya oportunidad para los pobres y los que parecen pobres.

James Lekiyai y Moses Lenkupae son dos docentes de Barsaloi, un pueblo del norte de Kenia, en la tierra samburu.  Los dos maestros, muy contentos por la ordenación sacerdotal de Jaime David, uno de nuestros misioneros, decidieron cruzar continentes, pasar el mar y venir a la fiesta, a Bogotá.  Jaime David había compartido con ellos y su pueblo los últimos cinco años mientras se preparaba para el presbiterado.  No les fue fácil viajar, no tienen mucha costumbre de moverse, hubo que ahorrar dinero, había requisitos para obtener los permisos de tránsito en aeropuertos y de ingreso para el destino final, tuvieron que sacar el tiempo, era necesario pedir licencias en los trabajos…etc.  Ellos hicieron todo esto.

La cosa se empezó a complicar en el vuelo de KLM de Ámsterdam a Bogotá; después de dos horas se presentó una falla técnica y el avión tuvo que regresar a su punto de partida.  La compañía aérea solucionó el problema mandando a James y Moses en tránsito por México. No contaron los de KLM que los kenianos, como casi todos los habitantes del Sur Global, necesitan visa en México, y en los países del Norte, visa incluso para bajarse de un avión y abordar el otro. 

Al aterrizar en el Benito Juárez, lo que siguió para James y Moses fue una tortura. Las autoridades de inmigración les preguntaron por la visa de tránsito y al no contar con ella, les hicieron saber que “sin visa ni un minuto de estadía en este país” y, acto seguido, les quitaron el pasaporte, decomisaron sus teléfonos y los encerraron con otros pasajeros desafortunados.  Las autoridades asumieron que eran criminales y que viajar era uno de sus delitos.  Ese día, 10 de diciembre, el mundo celebraba un aniversario más de la declaración de los derechos humanos, también México.

En el aeropuerto El Dorado, Bogotá
En el aeropuerto El Dorado, Bogotá

Estuvieron 30 horas encerrados, sin derecho a comunicarse y a hacer una llamada telefónica, a conservar su documento de identidad, a ser ciudadanos del mundo y a circular libremente.  Finalmente los deportaron a Holanda y la compañía aérea hablaba de devolverlos hasta Nairobi. De nuevo en Europa, tuvieron que pelear y hacerse valer para que les devolvieran sus pasaportes y teléfonos y los dejaran abordar otro vuelo a Bogotá, de acuerdo al tiquete que desde el principio se habían comprado.

James y Moses en Bogotá
James y Moses en Bogotá

James y Moses no llegaron aburridos a Bogotá y no renegaban de los seis días que duró su itinerario, del encierro, del decomiso de sus documentos y de sus teléfonos; sorpresivamente para nosotros que los recibíamos, llegaron diciendo que habían viajado y conocido mucho, que habían estado en Ciudad de México y que habían volado por encima de Nueva York; para ellos fue una aventura. Pero, nosotros sabemos que aquí hay algo más que una aventura, que se trata de un mundo cerrado para los pobres. James y Moses no son pobres, por el contrario, son ricos: son profesionales de la enseñanza; gracias a su trabajo, sus familias viven con dignidad; tienen un sueldo suficiente y comparten su patrimonio con muchos otros; gozan de la gratitud y reconocimiento que envuelve a los maestros que han educado varias generaciones; sus hijos e hijas han salido adelante y han ido a la universidad, tienen el respeto de su pueblo samburu y su palabra es muy oída en la reunión de los ancianos.  No son pobres, pero son negros y tienen pasaporte africano, son del Sur, y esto en la ecuación de las aduanas y puestos de frontera equivale a pobreza.      

Derechos humanos sí, pero no para los pobres ni los catalogados como pobres.  María y José no tuvieron lugar en las posadas de Belén y James y Moses y tantos otros no encuentran lugar y por el mero hecho de su presencia reciben trato de criminales allí donde van.  Nos queda a nosotros el reto de trabajar para que el mundo sea casa común, que haya sitio para todos, que haya oportunidad para los pobres y los que parecen pobres.  Un mundo en el que los derechos humanos no sólo se celebren sino que se cumplan.  José y María, James y Moses, nos recuerdan que navidad es bienvenida.  En los que llegan, llega siempre Dios. 

Nota: Las maletas de James y Moses no llegaron a Bogotá, se quedaron atrancadas en las estrecheces de la aporofobia; los que nos alegramos de su venida, tenemos ahora la oportunidad de arroparlos; así como la Virgen, José y los pastores lo hicieron con el niño Dios en la pesebrera de Belén.  No pudieron llegar a la ordenación de Jaime David, celebramos con ellos la navidad.

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