Mensajeros de la Paz financia la construcción de sanitarios en la comunidad de Buen Jardín, en el Amazonas Un baño en 30 años y 30 baños en un año
Ellos se lo han currado. Han estado unidos, han discutido, han ido y venido, han llegado a acuerdos, se han movido, han pedido, han insistido… Nosotros solamente les hemos puesto en contacto con quienes estaban en disposición de devolverles lo que en justicia desde siempre se les debía.
Fue el año pasado, justo cuando estábamos camino de Puerto Maldonado para el encuentro con el Papa. Gabriel Cruz me pasó unos whatsapps desde España preguntándome si tal vez tendría algún proyecto social para presentar en una convocatoria recién abierta. Precisamente la semana anterior, durante la visita a Buen Jardín, nos habían manifestado su necesidad imperiosa de ayuda para construir baños para la comunidad. Así que lo tuve clarísimo desde el primer momento.
Ya conté en otra entrada (ver 17 de febrero) el por qué allí sufren particularmente a causa de esta carencia. De modo que rapidito les avisé, vinieron a Islandia y conversamos, prepararon un memorial firmado por los pobladores, pedimos un presupuesto inicial a un albañil para hacernos una idea de la cantidad, redacté, en Misión América de Madrid (¡gracias, Fernando!) armaron el proyecto adaptándolo a las bases del ayuntamiento en cuestión… y en una semana día y noche dejamos todo listo.
Luego la solicitud la denegaron por dos veces, pero entonces, durante las últimas vacaciones (ver 19 de octubre de 2018), surgió la posibilidad de que Mensajeros de la Paz financiase los sanitarios. El padre Ángel, con gran generosidad y pocas preguntas, concedió el apoyo. Ya había que esperar a que pasase la creciente del Amazonas para la construcción, así que primero la comunidad, en varias reuniones, decidió cómo iban a ser los baños (en vez de barracones de tres o cuatro, prefirieron un baño para cada casa); en enero hicimos el trato con el albañil, firmado por las autoridades de Buen Jardín y por él; en mayo se compraron los materiales en Iquitos, se enviaron por lancha y la Municipalidad los llevó a la comunidad; y entre el 4 de junio y el 10 de julio se realizó el trabajo.
En la entrada anterior conté que la obra llevaba pocos días cuando pasamos por allí. Los vecinos estaban en la tarea de cavar los dos huecos necesarios para cada taza, que va colocada sobre una plataforma sostenida por una columna de dos metros y medio de altura para evitar la inundación anual. Me impresionó ver hasta a los niños colaborando. De hecho todo el mundo parecía muy ilusionado, como cumpliendo un sueño que no es más que una necesidad humana básica: disponer de un lugar adecuado donde desechar las deposiciones evitando enfermedades y preservando el pudor. Algo tan elemental para mí (que tengo baño en mi cuarto desde que era niño) es un auténtico lujo para esta gente.
Mis compañeras fueron a recibir la obra y a cosechar los correspondientes agradecimientos el otro día; enseguida me enviaron fotos y muchos abrazos de todos. Yo no pude estar y casi lo prefiero. Recuerdo que en la capacitación sobre el uso y limpieza de los baños, en la iglesia evangélica que nos prestan para las reuniones, el pastor dijo unas palabras como estas: “llevamos viviendo acá treinta años apenas con un baño en la escuela y gracias a este hombre en menos de un año vamos a tener treinta baños”. Bueno… no es exactamente así. Por supuesto que me siento muy satisfecho, hemos hecho una cosa muy buena, pero no la “he conseguido yo”, es un logro en colaboración desinteresada de un grupo de personas en el que yo tuve mi papel. Un rol bonito, como de nexo o puente, pero uno más.
Y sobre todo porque ellos se lo han currado. Han estado unidos, han discutido, han ido y venido, han llegado a acuerdos, se han movido, han pedido, han insistido… ¡Ole ahí! Así es como estos pueblos tan pobres van progresando en algo. Nosotros solamente les hemos puesto en contacto con quienes estaban en disposición de devolverles lo que en justicia desde siempre se les debía; ellos mismos han sabido solventar este derecho fundamental: manejar su 💩 de manera digna y saludable.
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