Recorrido por el distrito de Indiana, en el río Amazonas, para alertar a la población Otra vez por las comunidades
En todos sitios nos reciben con cariño. Se trata, como el año pasado, de advertir, aconsejar e informar para poder prevenir. La idea es que la gente no llegue a enfermar, sobre todo los adultos mayores, que son el 90% de las víctimas en esta pandemia. Si hay menos contagios se reduce el peligro para los más vulnerables, y para eso hay que seguir las normas y recomendaciones del gobierno, que es lo que vamos pregonando por esos ríos.
Otra vez porque la situación se complica, el bichu ataca con saña, aumentan los contagios, los pacientes en el centro de aislamiento han pasado de 5 a 28 en pocos días y se registran ya dos fallecimientos, los primeros de esta segunda ola. Así que de nuevo las autoridades hemos salido de gira por los pueblos de nuestro distrito de Indiana, pero esta vez con chaleco.
Se trata, como el año pasado, de alertar, aconsejar e informar para poder prevenir. La idea es que la gente no llegue a enfermar, sobre todo los adultos mayores, que son el 90% de las víctimas en esta pandemia. Si hay menos contagios se reduce el peligro para los más vulnerables, y para eso hay que seguir las normas y recomendaciones del gobierno, que es lo que vamos pregonando por esos ríos.
No es fácil que los habitantes de la ribera asuman el confinamiento y el uso de mascarilla. Allí la vida es al aire libre, no dentro de la casa; y además todos están con todos todo el día, cada comunidad es como una gran familia. Les insistimos en que no vayan a Indiana o a Iquitos, y que si tienen que ir, ahí sí o sí hay que llevar cubrebocas y desinfectarse. Y cuando se acercan al mercado a vender sus plátanos o yuquitas, que no acuda toda la familia, sino una o dos personas nomás.
Vamos Amazonas abajo hasta Pucashpa y en todos sitios nos reciben con cariño. Observo que el alcalde tiene mucho tirón con la gente, llama por su nombre a bastantes personas y genera simpatía y buenas vibras. Él marca un poco el tono de la conversa, pero todos los visitantes intervenimos. Como otras veces, el comisario de policía es el más expeditivo y sus argumentos son bien contundentes: si incumples el reglamento te ponen papeleta (multa), y como no puedes pagar 400 soles (cosa que se da por supuesta), te los descuentan de las ayudas sociales del Estado. Y eso sí que duele.
En las presentaciones descubro la imagen que se tiene de mí y de la parroquia, y es agradable ser considerado y respetado como alguien que se preocupa por la salud y el bien de la población. A pesar de los daños que conductas reprobables pudieron causar en el pasado, la Iglesia sigue siendo para la mayoría la referencia de la solidaridad, y la pandemia viene a refrendar esa apreciación.
Incluso en San Luis, donde supuestamente son protestantes, percibo eso. Allí la reunión empieza pasadas las 12 del mediodía, cuando el sol está en lo más alto sobre la cancha deportiva. Todos nos hemos sentado bajo la marquesina en las gradas, que llevan horas calentándose, y nuestros potos se van sancochando a fuego lento. Peor cuando toca hablar y me pongo de pie al sol frente al público… noto cómo los chorreones de sudor van resbalando por mi cuerpo. Uff.
El recorrido sirve también para respaldar y dar herramientas a los tenientes y agentes municipales, que a menudo se las ven y se las desean para que no haya cumpleaños, partidos, tomaderas y, en esta época del año, humisha y carnaval. Creo que más que lo que decimos, que me figuro que lo saben de sobra, hace efecto el mero hecho de presentarnos en cada lugar ocho o diez autoridades desafiando la inmovilidad que pedimos con vehemencia.
También juegan su papel los atuendos y el atrezo. El deslizador municipal, la pistola y la placa del policía, las mascarillas para repartir, las fotos, la gaseosa y los panes de regalo… y los chalecos del CODISEC, claro. Los hay verdes más antiguos, y estos últimos azules que nos han brindado, que son personalizados, cada uno con el cargo que ocupa. Para identificarnos bien y suscitar inmediatamente atención y respeto, en este país donde a todo el mundo le encantan los uniformes.
Así que yo me calcé mi indumentaria de “párroco” una pizca receloso por si alguien se reía… pero qué va, los vecinos bien serios y solemnes. Y yo feliz de poder pasar unos ratos con ellos, y más con semejante vestimenta, que por cierto me chifla. No podían haberme hecho un regalo mejor. Toda esta semana estaremos navegando, y me lo pienso poner.