Predicadores a voz en grito que nos hacen escuchar queramos o no queramos Un hombre solo. Con un micrófono
Con un método oratorio estridente, abusan de las inflexiones de la voz sin jamás retraerse, a potentes bramidos. Y un contenido entre amenazador y falsamente sentimentalista, a menudo desentendido de las heridas de la realidad
Ahí estaba el tío. De pie en las gradas que hay frente al hotel municipal. Con su micro en la mano. Y más nadie. Solo frente al mundo. Pero quién dijo miedo. Si él lo hace por el Señor, para que los pecadores se conviertan. Éste es el hombre.
Eran las siete de la noche, uno de los días de la novena de la fiesta patronal. De camino a la iglesia me llegó el ruido, y algunos pasos más adelante lo vi. Uno de esos pastores evangélicos, hay muchas marcas pero podría ser del Movimiento Misionero Mundial. Predicando. A voz en grito, sin miramientos, sin anestesia. La hora de la cena, la gente recogiéndose, y qué. ¡Hay que escuchar la Palabra de Dios hermanos!
Y escuchamos queramos o no queramos, qué joé. Muchos días, temprano en la mañana, se ponen en el mercado con sus parlantes. Implacables. Histriónicos. También lo he visto en Iquitos, en el puerto de Productores, en medio de esa barahúnda de gentes que vienen y van, de cargas, puestos de verduras, desayunos al paso: ahí, el predicador, a todo volumen, sin roche, sin vacilar, dando duro.
En el muelle también, de preferencia los domingos. Siempre vestidos impecablemente con terno y corbata, con zapatos, pulcros, peinados. Inasequibles al desaliento. Con un método oratorio estridente, pastores que abusan de las inflexiones de la voz sin jamás retraerse, a potentes bramidos, intercalando muletillas como “¡aleluya!” o “¡gloria a Dios!”. Y un contenido entre amenazador y falsamente sentimentalista, hay que cambiar de vida hermanos porque si no vamos a ir toditos al infierno, aleluya.
Recuerdo la “noche de oración con Dios” de la fiesta del distrito hace dos años. A pesar de que supuestamente las intervenciones solo eran para presentar las canciones que cada grupo interpretaba, uno de los pastores apareció con un tremendo altavoz y se marcó un sermón de media hora que los representantes de las iglesias y el público al completo nos tuvimos que tragar (con esta gente parece que todo es obligatorio). Con ese mismo estilo desgarrado, llegando a un clímax, clamó: “Jesucristo es la solución de todos los problemas”.
Va a ser que Marx no andaba tan desencaminado, hay unas formas de religión que son realmente como el opio, adormecedoras y paralizadoras: vayámonos a alabar a Dios y que las cosas sigan tal y como están. Cada vez que hemos intentado impulsar alguna iniciativa de carácter social, una reivindicación… la única que está ahí es la Iglesia Católica. Menos cantar y más compromiso con las heridas de la realidad, hermanos.
El pata al que no pude resistir la tentación de fotografiar aquella noche no parecía gozar de mucha aceptación; su único seguidor estaba dormido o borracho, como se aprecia en un ángulo de la imagen. Seguro que no le importaba demasiado y más bien está acostumbrado; ¿sería colombiano en misión internacional? Tal vez no había elegido un buen momento, pero oyes, a mí me impactó. Aleluya.
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