La letra pequeña de Diosito
Le había prestado a una señora 10 soles. Alguno de mis compañeros me había advertido que "es muy pesadita", y yo, novato aún, le había dado la plata después de una larguísima conversa -cómo no-. Pues bien, llega el otro día con con el billete en la mano para devolverme; yo ya ni me acordaba, pero ella me explicó y me agradeció mucho, que había sido de gran ayuda, etc. Pa que veas.
El domingo de Ramos en la mañanita tenía que ir de Huambo a Longar bajando en moto por Dos Cruces y Escóbar. Enseguida me doy cuenta de que la carretera está totalmente levantada por obras de desagües y es un barrizal peligroso para transitar, así que me paro y busco un sitio donde dejar la moto y continuar a pie. Me acerco a una casa, le cuento a una señora, "lao", dice, y entre los dos damos la vuelta a la moto en medio del barro y la guardamos bajo techo. Además de cuidarla varios días, la buena mujer me despidió dándome un puñado de caramelos para el camino, lao.
Me encuentro con Abel yendo a almorzar a la casa de abajo, y conversamos un momento sobre su familia, los problemas económicos, el negocio de venta de balones de gas... Nos despedimos y, cuando ya estoy casi sentado a la mesa, llaman a la puerta. Abro y es él, que me trae una cerveza de trigo heladita, "pa que la pruebes y te alegres". Jaja.
De vez en cuando, la diminuta realidad esconde oro puro. Llega un señor tres minutos antes de empezar la Eucaristía, que se quiere confesar; aay madre, está uno al límite de sus nervios, pero qué le vamos a hacer... Pasamos al comedor del centro pastoral, me pongo a escuchar y pronto olvido la misa al ver cómo se desahoga, cuánto necesita soltar ese peso que le oprime. Le animo y poco a poco se calman sus lágrimas y se afloja su angustia. El canto de entrada lo entono satisfecho.
Estoy una noche en Mariscal, uno de los lugares que más me gustan. Acaba la celebración y la señora Maritza sale y dice que es su cumpleaños y que nos invita a su casa a toditos los que estamos en la capilla. Dicho y hecho: vamos todos, acomodamos un montón de sillas, aparecen unas copitas de brindis, nos ponemos a cantar. Pasa mucho rato y yo me despido, es tarde ya... pero al día siguiente Maritza me envía un taper con dos deliciosos pedazos de torta de cumpleaños, que no me dio tiempo a comerla.
Cuando no estoy, Toño me deja muchas pequeñas notas de papel sobre mi mesa con encargos o mensajes. Una noche llego y me dice que me ha llamado una señora de España, y que ahí me lo ha anotado. Voy y encuentro el papelito: "Leandra Infante, Atalaya Badajoz. Ha llamado x tfno a las 3 menos 5 minutos". Gracias Leandra por quererme y seguir preocupándote por mí con esa finura tuya. Gracias Diosito por aparecer en cada esquina con un tarro de bálsamo contra el estrés y el desaliento.
César L. Caro