Un regocijo único en la vida
Quedamos en que vinieran prontito, antes de que la edad estorbara más, y lo han proyectado y realizado con ilusión, valientes, superando síndromes vaso-vagales, mareos por la altura, terremotos cerquita en Ecuador, rallys en combi por Lima, diarreas y un viaje en taxi de Tarapoto a Chachapoyas digno de Miguel de la Quadra Salcedo, que por cierto es bastante más abuelo que ellos. Unos campeones.
Es muy especial tenerles acá. Pienso que pocos compañeros han tenido el privilegio de recibir a sus papás para mostrarles lo que vivimos en Perú; para que ellos compartan nuestro día a día y sientan la acogida de la gente, su amabilidad sin parangón... Para que aprecien en su propia piel el abrazo de este país maravilloso, y se estremezcan con sus seísmos de cariño, aunque sea por poco tiempo.
"Tienes mucha suerte", me escribe Reme Vara Verde. Y es cierto. Quizá viendo, tocando, escuchando, saboreando y oliendo, mamá comprenda un poquito más el por qué estoy tan lejos de los míos pero soy feliz. Tal vez cuando conozcan a las personas con las que cada mañana reemprendo el camino, a quienes amo e intento entregarme, puedan aceptar con más alegría el amargor de la separación. Porque duele y cuesta mucho.
De momento, los primeros días han sido preciosos. Llegar por primera vez a Machu Picchu y descubrirlo con papá y mamá, hacernos las habituales fotos panorámicas, ejercer de turistas recorriendo las calles del Cusco empedradas de las perfectas asimetrías incas, asombrarnos con la hermosura monumental de la Compañía y disfrutar juntos del encanto increíble y delicioso de la Plaza de Armas (Huacaypata)... un regocijo jamás antes conocido y que no se repetirá. Un honor.
Paseaba junto a la catedral cuando un hombre se me acercó. Comenzamos a conversar: - "Veo que usted conoce alguito de nuestro país" - me dijo. - "Yo vivo acá" - le contesté. Mostrando a mis papás los pequeños portentos peruanos de andar por casa, explicándoles qué significa una palabra o un gesto, haciéndoles probar el ceviche o el caldo de gallina, presentándoles a mis amigos, a la gente de mi parroquia... puedo con sorpresa medir la profundidad de mi devoción por este país, que me ha conquistado"y no hay remedio", como escribe Huaman Poma de Ayala junto a sus dibujos.
- "Usted va a llevar esta estatuilla de un Apu, un dios de las montañas, hecha de meteorito". - "Ajá. ¿Y cuánto cuesta?". - "Nada, lo que usted quiera dar. Le ayudará a botar la negatividad y le cargará de energía positiva". Machu Picchu y el Cusco son únicos, y ahora además son para mí el escenario de esta experiencia incomparable, que nunca olvidaré. ¡El Apu está funcionando! Aunque sospecho que es un comando de Diosito.
César L. Caro