Aunque se llenen de joviales cantos de pájaros los bosques y los valles, aunque rejuvenezcan los campos, aunque su corriente lo arrastre todo, aunque el sol venza a las sombras, arda sobre las montañas y caliente los sembrados, aunque los rebaños vuelvan a los establos y los llenen del sol que cargan en sus lomos lanudos, aunque los “arroyos siseen cantos de cuna”, aunque el grillo, pobre juglar, arroje su canto, aunque las mañanas regalen rosas estrelladas de roció, y aunque arranque a todo los latidos de su corazón, la nueva primavera despierta del sueño de la eterna juventud a ser humano. Ninguna primavera ni ninguna flor vivirá otra primavera, pero el ser humano estaba el año pasado, puede que esté el próximo y está ahora mismo. Las primaveras han contorneado su perfil y su figura y la han llenado de años, han permitido el brote del lujurioso temblor de sus manos, han vuelto flácidos sus músculos, antes duros como mango de boj, cada año alejan más la risa canora de aquel niño que buscaba nidos y ponía el lazo a la rula, paloma torcaz, y le han enseñado a leer en tus ojos, “lucidos espejos”.