Felicidades a los que aman
“Tomalá. Yo acabo de llegar a la ciudad y apenas si sabía garabatear las letras del abecedario. El escribiente escribió lo que yo le dije que hubiera tratado de decirle a ella, pero no me satisfizo del todo. La traje siempre conmigo con la esperanza de atreverme a enviársela en un momento de atrevimiento. Nunca se la envié. Léela”. Tomamos un café y se fue. “Sentí que el tiempo hasta entonces había sido esperar que llegaras y allí estabas. Nuestras miradas se fundieron como dos mariposas enamoradas y se abrazaron. Tus grandes y profundos ojos me llevan a otro mundo lejano, fantástico. En ellos vi el universo, el misterio y el paraíso de mi infancia; en ellos se dibuja la dulzura de todos los seres queridos que se habían ido y me querían. Aquel instante se convirtió en la eternidad y la eternidad en momentos de una fugacidad inasible, y cada poro de mii cuerpo en una herida por la que quería brotar la vida entera. En silencio, sin pronunciar ni una sola palabra, te dije todo lo que siempre había querido decir a alguien y nunca había dicho a nadie. Desde entonces, tu nombre tiñe de colores las agradables frivolidades, temas de conversación, las pequeñas tristezas y alegrías. los copos de nieve lo dibujan en el aire, las gotas de lluvia lo escriben en los cristales, los pájaros lo pian a los cuatro vientos, las flores solitarias de otoño lo gritan en el borde los senderos. Tu encanto llena todos los valles y los vacíos que hasta ahora me llenaban, y ha convertido en prados fragantes los páramos desolados de mi alma. En cada canto del gallo y cada ladrido del perro siento tus llamadas mudas, y siento que el viento te busca en cada remolino. Cuando paseo por las calles de la ciudad te veo detrás de cada ventana. De día eres mi único pensamiento y mi único sueño de noche. Desde entonces los deseos del corazón se aprestan a arder como brasa en la plenitud del corazón”. Está arrugada, llena de manchas. Mañana volveremos a encontrarnos en el bar y espero que me cuente la continuación.