Payaso vagabundo

No sé en dónde estás. Amabas los claroscuros, el lago de colores de la luz del candil, la indecisa luz del alba, el lusquefusque del atardecer. Te traigo flores porque sé que estás. Tal vez aquí al lado, tal vez muy lejos o extraviada en algún sitio sin lugar. No quiero imaginarte de ninguna manera sino recordarte como la última vez que te vi vestida con tu traje de ir a misa el domingo como tu decís que querías ir al encuentro del Señor.  Te veo en el alba, reflejada en cualquier gota de rocío, en el sol del medio día, y con el sol sigo tu rastro al anochecer. De noche te veo como la más grande y pura de las estrellas y arrodillo el corazón, el alma, la inteligencia y toda mi fuerza para implorar tu luz y no lloro por ti sino que la luz de tus ojos posados sobre mí me llena de ese algo que aquí no encuentro en nada ni nunca y que tú le estás robando a Él para regalármelo. Cuando te recuerdo, siempre, me siento como un feliz payaso vagabundo.

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