“Nunca se la envié, pero varias veces le di a entender lo que sentía por ella y le dije mil veces: te quiero y una: te amo y ella se enfadó y nunca más me permití molestarla. Nunca le pedí prueba alaguna pero me dio pruebas de que me quiere aunque nunca me lo haya dicho”. “Díselo abiertamente”, le dije. “Prefiero perderme y desaparear antes que dar la impresión de imponerle el amor y hacerle daño. Siempre pensé que el amor verdadero es reclamo y respuesta. Tal vez el amor sea como una flor de cera que no resiste el menor ni más tibio rayo de sol. Amándola me sentí siempre seguro, pero ahora sólo ella hace parte de mi soledad. Ser amado pasa, amar y haber amado durará siembre. Buscaré un lugar lejos de ella, para que ella no sienta la maldita sensación de sentirse amada y no poder corresponder y yo volver a ser libre. Yo soy el que ha llegado a ser, gracias a ella. Por eso estoy aquí”, me contestó. “¿A dónde irás?”, le pregunté. “Aquí ya vine escapando”.