Una existencia desarraigada , como un trapo

Lo que había ocurrido me había zarandeado, arrastrado por el suelo. Me agarraba al futuro buscando un poco de esperanza. Ensayé, zambulléndome en un activismo frenético, la indiferencia que no se adhiere a nada y se lleva todo por delante, vivir el presente dejando caer todo en el olvido.  Pensar que podía haber evitado lo que había hecho, la vergüenza de haber sido engañado, de no haber tenido paciencia para disfruta de la riqueza que habíamos acumulado, que el dinero que nos habían estafado podríamos donarlo para la investigación de alguna enfermedad rara, la imposibilidad de hablar con quienes me habían engañado, no poder, en adelante, juzgar cualquier situación de imbecilidad e idiotez como la mía me causaban un desasosiego indefinible, angustia. Trataba de articular razones para justificarme pero la oscuridad de la nada no dejaba colar rayo   de luz. No había nada a que agarrarme ni nada en que ocuparme. Nada significaba nada. La mía era una existencia completamente desamparada, desarraigada, como un trapo azotado por una ventolera, un guiñapo a pesar de que la economía nos permitiera poder  seguir llevando la misma vida que habíamos lleva hasta ahora.  Muchas veces había deseado que los sueños hubieran sido realidad; ahora deseaba que la realidad fuera un sueño. Tomó el último sorbo y se fue como si estuviera pasando ahora mismo

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