El político de talento, porque comprende el sentido de las cosas, las aprovechará después de estudiar sus consecuencias a corto y largo plazo. El falto de talento, urgido por los grilletes del poder, y confundiendo la ignorancia con el olvido, aprovecha las oportunidades del momento sin medir las consecuencias a largo plazo. Un político solo habla mal de su enemigo porque le teme, y cuanto más le teme y menos argumentos tiene para desmontar sus propuestas, más mal hablará de él. En el caso de los partidos serios, suelen buscan lo mismo, pero no por el mismo, hablan de lo mismo, pero no con las mismas palabras. Cuando alguien está convencido de que lo suyo es lo mejor lo expone, lo explica y es tolerante porque nadie puede competir con él. Quien habla con ira y desprecio del adversario es porque lo considera, por lo menos, igual en bondad y utilidad. Nadie pierde el tiempo hablando mal de un don nadie, de un pelagatos. Lo inteligente es ignorarlo”, decían esta mañana los tertulianos.