Solo rompen la monotonía el estruendo de los truenos y el enjambré de relámpagos abrasadores y los rayos de imparable fuerza. La lluvia es como la sonrisa de Dios pero una lluvia que no para nunca algo tuerce en el alma y lo llena todo de astío. Esta lluvia pertinaz introduce en la tierra los verdes bosques por donde el espíritu sombrío va errante y los convierte en una masa informe y vuelve casi invisibles los pasillos de la huerta y los senderos del monte. Llueve tanto y lleva tanto tiempo lloviendo que cuando deja de llover y sale el sol, la gente sale a pasear con el paraguas abierto, caminan como almas del otro mundo y, como símbolos de la esperanza de que algún día dejará de llover, despiertan una noble simpatía en los que los ven desde las ventanas. “El paraguas abierto en momentos de sol capa las cuerdas por donde el agua sube al cielo desde los ríos y las fuentes”, dijo en el bar. Una vida sin imaginación, la de cada uno es insondable, es como un mundo en donde llueve siempre. Pd. Estas charlas sobre la lluvia, como la de ayer sobre política, están adobadas por la risa amistosa que fortalece la amistad y son el cimiento de un día gozoso.