“Así como no hay cosa más tonta que tratar en broma las coas serias tampoco la hay más divertida que tratar en broma las cosas serias” (“Elogio de la locura”). Mucha gente festeja la estupidez y las tonterías que oye, lee y escucha, y se dice y se pregunta: “Si estos que casi ninguno se ha esforzado en sacar una oposición ni aprender un oficio están plenamente satisfechos de sí mismos, ganan mucho dinero y son admirados, ¿Quién es tan idiota de dedicar la vida ha sacar una carrera o ha aprender un oficio de los que, en el mejor de los casos, podrá mal vivir o vivir con estrecheces y jamás será conocido ni admirado por las masas como aquellos?” Rivalizan unos con otros sobre problemas inventados con el único objeto de ganarse admiración. Y explican las causas de la catástrofe, del sunami como si hubieran sido sus artífices. “Porque no flexionan sobre nada, hablan con aplomo sobre todo sin necesidad de saber nada sobre alguna cosa”, me dijo el filósofo.