La voz de los antepasados

Al levantarse se dio cuenta de que la ventisca que se había colado por las rendijas imperceptibles había torció las viejas fotos colgadas en las paredes del enorme salón en donde resuena como una antífona la voz de todos los antepasados que rezuman amor de siglos que caben en un día. Y al salir, que la helada había descabezado las coles y los nabos y había dejado la montaña como el crucifijo de ermitaño. En la colina van cayendo de la memoria las campanadas como flores antes de brotar. Llegando a casa ya de oscuro, y pasando a su lado,  el viajero recordó cuando de niño tiraba piedras a la luna que se bañaba en el pozo. Ya en casa, el fuego y el resplandor de la templada luz de la chimenea en los cristales le trajeron a la memoria lo que un día le dijo el abuelo: los hechos son más reales que los sueños, pero, salvo raras exenciones y pesar de haber elegido con grandeza, más allá de los hechos y los sueños, no lo dudes nunca que estará siempre la sombra de la duda.  

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