Ante un nutrido grupo de asistentes —entre los que se encontraban el rector de la Universidad, Nicolás Álvarez de las Asturias; el director de la oficina Alumni y delegado de Piedad Popular de la diócesis, Carlos Aguilar; el rector del seminario, Antonio Secilla; y el vicario para el Clero, Juan Carlos Merino—, Conesa ha comenzado afirmando que «con mucho gusto comparto mi experiencia y reflexión de lo que he vivido estos años».
La asamblea del Sínodo se desarrolló, ha comenzado explicando, como un «proceso» más que como un acontecimiento, con una primera fase de escucha y discernimiento, que correspondía a todo el Pueblo de Dios, iniciada en octubre de 2021 y que se alargó hasta febrero de 2023. En esta fase, ha explicado el obispo de Solsona, se sentía «la presión exterior», sobre todo de los medios de comunicación, «que querían declaraciones revolucionarias» sobre temas candentes, como el diaconado femenino, a pesar de lo cual él lo vivía «con mucha paz», ha reconocido.
En todo el proceso destacó «la circularidad», esto es, la escucha de lo que las Iglesias locales iban diciendo y las sugerencias que iban llegando.
Después, en la fase celebrativa se organizaron dos sesiones en las que no se abordaron estos temas paralelos. «De esta manera, el Papa descargó al Sínodo de elementos accesorios que no eran el fundamental en el que teníamos que centrarnos: la sinodalidad». Por eso aquí «la presión mediática fue menor».
La última fase es la de implementación, es decir, la acogida del documento final. Esto es lo que «está ahora en nuestro tejado, esto es, en el de las Iglesias particulares», pero también en el de la Santa Sede. Porque a los teólogos, ha señalado el padre sinodal, se pide que ayuden al Pueblo de Dios a clarificar el significado de la sinodalidad y algunos otros temas que han ido surgiendo en estos años.
Acontecimiento espiritual
«Ante todo —ha agregado Conesa sobre el Sínodo—, yo lo he vivido como un acontecimietno espiritual». De hecho, la fase celebrativa la comenzaron con tres días de retiro, con tiempos de adoración al Santísimo, de confesión... «Nos confesamos para empezar bien el Sínodo», porque «vamos a discernir a la luz del Espíritu Santo qué quiere el Señor para la Iglesia», cómo esta puede ser más sinodal. Iba a ser ponerse en manos de Dios para, «a través de las voces, escuchar la Voz».
El método utilizado para el discernimiento, ha detallado el obispo de Solsona, fue el jesuítico de conversación en el Espíritu, algo que ayuda a «facilitar consensos y a vivirlo en un clima de plegaria».
La fase celebrativa se organizó en mesas redondas de grupos de once con un «facilitador» o «moderador», y luego una congregación general donde «todos teníamos un derecho a hablar». «Éramos gente muy distinta pero era relativamente fácil» el trabajo, hacer una síntesis, presentarla al grupo… En el suyo, ha manifestado Conesa, «se presentó todo por unanimidad».
La participación de miembros no obispos ha sido una novedad en este Sínodo: de los 368 participantes, 96 no eran obispos y, de estos, 45 eran mujeres. «Personalmente, ha sido una riqueza». En los grupos en los que Conesa estuvo, «la presencia de mujeres o laicos o religiosos ha enriquecido», aunque «desde el principio» se había cuestionado «si era Sínodo “de obispos” o “con obispos”». «El run-run estaba por ahí, sobre todo entre las Iglesias orientales, que no entendían un Sínodo con laicos».
Para hacer frente a esto, en el discurso de comienzo el Papa lo dijo con claridad: «La presencia de miembros que no son obispos no disminuye la dimensión episcopal de la asamblea». «Se entiende que en un Sínodo que hablaba de sinodalidad de toda la Iglesia» había queescuchar otras voces que no solo fueran obispos, ha añadido Conesa.
¿Qué es la sinodalidad?
Durante su intervención en San Dámaso, el padre sinodal ha querido dejar claro qué es la sinodalidad, un concepto «hasta hace poco extraño, en manos de algunos teólogos pero no en el Pueblo de Dios», que sin embargo es una característica «constitutiva de la Iglesia», según el Papa Francisco.
«Teníamos conciencia de que estábamos intentado aplicar en la vida de la Iglesia lo que el Concilio Vaticano II había dicho», que «la Iglesia es comunión, la Iglesia es Pueblo de Dios, y esto ¿cómo lo vivimos?». Por eso, «la sinodalidad es el caminar juntos orientada a la misión», que implica la reunión, la escucha, el dialogo, el discernimiento comunitario….
«La sinodalidad es un estilo de ser Iglesia marcado por la escucha de la Palabra, y mutua, unida a la acogida de todos y el discernimiento común». Es también «un conjuto de relaciones», y así se habló mucho, ha manifestado el obispo de Solsona, de conversión relacional, acogiendo a todos.
La sinodalidad es también una disposición espiritual «por eso trató el silencio, la oración, la liturgia». Pero es asimismo un camino de conversión, y así la segunda sesión arrancó con una vigilia penitencial. «Había conciencia de que sin el arrepentimiento no cabe una verdadera sinodalidad».
Corresponsabilidad diferenciada
La idea de la «corresponsabilidad diferenciada» apareció también en el Sínodo, y se menciona en el documento final varias veces: «Todos somos corresponsables, cada uno con una vocación y un ministerio diferente». En este sentido, en Roma se subrayó que «no es lo mismo el ministro ordenado que el laico», y que la misión del laicado es el mundo. «Puede colaborar en las cosas de la Iglesia», pero su «principal tarea» es impregnar las realidades temporales de Evangelio, en línea con lo promulgado en el Concilio Vaticano II. «No metamos a los laicos en temas solo intraeclesiales».
Por su parte, el Sínodo no desprecia al ministro ordenado, pero lo sitúa «al servicio del Pueblo de Dios, no con actitudes autoritarias». También la mujer «desde el principio se sintió como un tema importante», y por eso se habla de ello en el documento final.
Por último, cobraron importancia las Iglesias locales. En el documento final se recomienda hacer habitualmente sínodos en las vidas de las Iglesias locales y se habla de la parroquia «como lugar de la sinodalidad». Igualmente se consigna una aportación del propio Conesa sobre la conciencia de que hoy, con la gran movilidad humana, los lugares hay que concebirlos dinámicamente. Esto es, se habla de que los territorios de las parroquias, sobre todo en lugares grandes, ya no son físicos sino más bien existenciales.
La evangelización de las culturas urbana y digital, el reto de la movilidad, la sanación de las heridas —tanto externas como internas de la Iglesia— y la participación de todos los bautizados en la vida de la Iglesia son otros puntos que han quedado reflejados en el documento final del Sínodo.