Conocido como el cura de "Pescadores", arraigó en la diócesis de Cádiz-Ceuta Muere Andrés Avelino, el emblemático sacerdote obrero de Algeciras
Hoy, 21 de septiembre, he recibido de mis amigos y amigas de compromisos militantes la triste noticia del fallecimiento de Andrés Avelino, el cura de “Pescadores”
Procedente de Burgos, su tierra natal, Andrés arraigó en nuestra diócesis de Cádiz y Ceuta, concretamente, en esa puerta abierta al Estrecho de Gibraltar que es la ciudad de Algeciras
| Francisco González Álvarez
Conocí a Andrés Avelino en la HOAC, de la que fue durante años su consiliario diocesano. Su sola presencia daba una fuerte impresión de acogida. Destacaba por su buen humor, sus abrazos de bienvenida, a la vez que saludaba con algunas de sus palabras características: “¿Cómo estás, tío grande?”Me impresionaba su convencimiento en el seguimiento de Jesús de Nazaret, profundamente enraizado en el compromiso con los pobres, las personas sin hogar e inmigrantes.
La iglesia de “Pescadores” y dependencias estaban abiertas a toda aquella persona necesitada de la ayuda y servicio de Andrés. Más de una vez tuvo que declarar en comisaría por acoger a inmigrantes “sin papeles”. Sin embargo, a pesar de las dificultades y amenazas de la policía, seguía comprometido con los sin voz, con los necesitados.
Su colaboradores y colaboradoras en las diversas tareas solidarias que llevaba entre manos y que formaban parte de las comunidades que él mismo alentaba, no comprendían, a veces, de dónde sacaba las fuerzas para continuar con una lucha que llevaba a cabo en el proceloso mar de la precariedad, la pobreza, la injusticia y la ilegalidad hipócrita que convierte a las personas vulnerables en sospechosos y, en ocasiones, en delincuentes sin serlo.
Me impresionaba su convencimiento en el seguimiento de Jesús de Nazaret, profundamente enraizado en el compromiso con los pobres, las personas sin hogar e inmigrantes
Para Andrés, todas las personas y principalmente las afectadas por los embates dolorosos de la vida eran hijos del Dios Padre-Madre, que gratuitamente reparte los dones y bienes de la vida, y que algunos, no pocos, acaparan en su afán desmedido de lucro. Con convicción repetía frecuentemente la palabra “gratuidad”, que para quienes le oían significaba trabajar por el Reino de Dios y los pobres a cambio de nada.
Sorprendía también su sencillez, la amistad con los amigos y amigas del barrio, su ser cura sin parecerlo, sus sentidas y creativas homilías y eucaristías; su libertad a la hora de interpretar las actuaciones en el seno de la Iglesia. Cuando nos centrábamos en la crítica, nos decía que el “tinglaillo, refiriéndose a la Iglesia, había que cambiarlo para que se pareciera cada vez más a la comunidad de creyentes que quería Jesús de Nazaret.
Un día, cuando los síntomas de la enfermedad empezaban a hacerse presentes, se sobresaltó al ver que un grupo de vecinos se acercaron a la parroquia mostrándole un periódico, en el que aparecía su cese como párroco, sin haber recibido comunicación de la decisión tomada por el obispo diocesano, Mons. Zornoza. Esta actitud del prelado sentó muy mal a Andrés que repetía con frecuencia: “Por la forma en que el obispo me ha despedido sin previo aviso, no sé si ya soy cura o bombero”. Se percibía vacío en sus funciones de cura y párroco de barrio, como si no se le hubiese considerado su dignidad de persona y sacerdote. En esta delicada situación, sus amigos de la comunidad y parroquianos no le abandonaron hasta que ya no fue posible cualquier ayuda.
Se nos ha ido el amigo, el cura militante y solidario, que abrió caminos en la forma de entender su ministerio. Los que le conocieron y trataron dicen de él que “vivió el Evangelio de manera radical- una radicalidad que molestaba-, con la palabra y su ejemplo de vida”. “Los inmigrantes siempre lo recordarán. Un hombre bueno- la bondad hecha persona- ya está gozando de una vida nueva”. “Se ha ido -comenta otro compañero- un hermano, un amigo (…), uno más del pueblo. “Se ha ido uno de los grandes de la solidaridad, ejemplo de creyentes y no creyentes”. Y esta relación de comentarios termina con una afirmación: “No te olvidaremos”.
Querido Andrés, ya gozas de la bondad infinita del Padre-Madre, como te gustaba nombrar a Dios. Termino con unas palabras de una buena amiga: “Descansa en Paz, amigo Andrés. Cuida de nosotros”. Así sea.