-30 años. ¿Qué recuerdos tiene?
-Muchísimos. El 99,9 % buenos. Las personas que están allí son como tú y como yo; han cometido un fallo que tienen que pagar, pero, como personas, hay que atenderlas.
-Un recuerdo.
-Hará 10 o 15 años. Volvía de viaje y había tenido el aire acondicionado del autobús en el cuello. Empecé a sentir un profundo dolor de cabeza. Al día siguiente amanecí con la cara torcida: me había dado un aire. En el módulo 1 lloraban como niños por verme así. Ahí te das cuenta de que no son indiferentes.
-¿Y lo más difícil?
-Estar con los presos de aislamiento. Personas muy duras… que se han metido en un ritmo de violencia fuerte dentro de la cárcel.
-¿Cuál es la labor principal de un capellán de prisiones?
-Estar a lo que surja. Algunos se asustan cuando digo que la Misa es secundaria. Yo no puedo hablarles de que Dios les ama y les perdona si no estoy con ellos antes. Voy al módulo a echar una partida de mus, por ejemplo. O a confesar y hablar. Y, después, la Eucaristía, donde les puedes presentar el rostro de Jesús. Tenemos 100, 110 en cada Misa.
-¿El sistema está ayudando a la reinserción?
-Se está intentando humanizar las prisiones, que haya una cercanía de los equipos de tratamiento, pero es difícil. Quizás se necesiten más recursos.
-¿Y la Iglesia está colaborando?
-La Iglesia está intentando ayudar. La medalla que me otorgará el viernes Instituciones Penitenciarias por 30 años de servicio es porque ven que estoy con ellos. Probablemente tendría que haber un compromiso mayor de los obispos, de los párrocos, de la gente.
-¿Piensa que los cristianos estamos poco sensibilizados?
-Sí, porque, además, se habla poco de las prisiones. La gente a veces es reacia. Ellos son los malos de la película y las cárceles son los basureros. Cuando salen reportajes de las cárceles, a lo mejor sale la piscina y: «¡Oh, con piscina! ¿Qué más quieren?». Yo no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
-¿Qué pasa cuando se abren las puertas de la prisión?
-Al que tiene familia le puede esperar un camino; el que no la tiene… Venir al comedor, ir al albergue y buscarse la vida. Es impactante.
-¿Qué supone este premio que le van a dar?
-Supone que alguien se da cuenta de que hay unos años de trabajo. Y, sobre todo, es un premio para los internos. Sin ellos no hubiera sido posible. Han recogido ese mensaje de Jesús de Nazaret. También es un reconocimiento a la pastoral en las cárceles.
-¿Y si un día le piden dejarlo?
-Tengo voto de obediencia y si mañana me dicen que me tengo que ir… Pero sería un gran disgusto. Perdería mucho de lo que he hecho como trinitario.
-¿La relación con los presos continúa cuando salen?
-Intento que no. Son etapas distintas y momentos distintos.