¿Es confiable? Sobre la petición de perdón de los Obispos de Colombia
"Con corazón de pastores reconocemos que todo caso de abuso sexual es un crimen, es un pecado grave, es un delito. Pedimos perdón a quienes han sufrido este flagelo y a todo nuestro pueblo"
El mensaje de los obispos tiene suficientes inconsistencias como para dudar que esta iniciativa represente la convicción y la gestión de muchos de ellos.
Las Líneas Guía se pueden descargar aquí.
Este es el contenido del punto sobre los abusos en el mensaje de los obispos:
“Cuarto Punto: Con la presentación de este documento, que lo llamamos ‘Líneas Guía para la Cultura del Cuidado’ continuamos multiplicando esfuerzos para hacer de nuestra iglesia un hogar seguro para nuestros niños, niñas, adolescentes, jóvenes y personas vulnerables. Con corazón de pastores reconocemos que todo caso de abuso sexual es un crimen, es un pecado grave, es un delito. Pedimos perdón a quienes han sufrido este flagelo y a todo nuestro pueblo. Seguimos asumiendo con firmeza y responsabilidad la debida atención a las víctimas y a su familias. Mantenemos nuestro compromiso para que en cada caso se haga justicia y se promuevan los protocolos de prevención que hagan de nuestras instituciones ambientes seguros y susciten la promoción de la dignidad humana y el encuentro con Dios”
Aquí puede ver el Mensaje de los Obispos
En la rueda de prensa posterior a la lectura del mensaje se le plantearon al Primado de Colombia dos preguntas relacionadas con el tema:
- Ayer revelaron que iban a hacer este acto de perdón por las víctimas de pederastia, quería saber ¿Cuántas víctimas estamos hablando en el país? (sic)
La respuesta de Mons. Rueda fue la siguiente:
“El tema de la petición de perdón de parte de nosotros como pastores de la iglesia por los pecados cometidos por algunos miembros de la iglesia pueblo de dios es el reconocimiento de la fragilidad. Pero no queremos quedarnos solamente en reconocer el pecado, sino poner caminos de renovación, y dentro de los caminos de renovación tenemos un trabajo grande de prevención en la cultura del cuidado. Cultura del cuidado que tiene que ver con todo aquello que va a prevenir, formando las personas para que se respete la fragilidad, la vulnerabilidad. Una formación que debe llegar a todos los ambientes de la iglesia. Y con eso queremos también ser como un signo dentro de la sociedad. Estamos llamados todos a aportar a la cultura del cuidado, a cuidarnos unos a otros. Pero además de la prevención y en ese ambiente de cultura del cuidado, nos hemos propuesto colaborar con la justicia civil, desde el comienzo. Y así lo reafirmamos, de tal manera que la justicia civil pueda tener los datos de los procesos, pueda tener todos los elementos para que sea la justicia civil de Colombia la que, recibiendo de la iglesia toda la información, pueda llegar a determinar cuántos casos son realmente casos de abuso que tengan su respectiva condena. Obviamente decir alguna cifra en este momento sería de parte mía una irresponsabilidad, porque hay que distinguir entre casos ya definidos, casos cerrados, pero también casos abiertos que están en proceso. Y finalmente decirles a todos que esto nos hace sufrir. Decirle a las víctimas que nosotros sufrimos como pastores con esta situación. Y que estamos dispuestos a acompañar espiritual, psicológicamente, con la cercanía, a las víctimas, a sus familias. Así lo estamos haciendo y así queremos profundizarlo para que en Colombia estas situaciones que nos han hecho sufrir y que han hecho sufrir a muchos miembros de la iglesia, no se repitan”
La siguiente pregunta referida al tema de los abusos fue:
- Preguntarle sobre esas acciones en concreto que se van a empezar a realizar para buscar evitar todos esos actos de abusos sexuales ¿Cuáles serán esas acciones en concreto?
La respuesta de Mons. Rueda fue:
“Dentro de las tareas concretas de la iglesia para prevenir los abusos, nosotros hemos organizado en todas las jurisdicciones eclesiásticas del país lo que pudiéramos llamar: Las oficinas del buen trato. Que tienen como una doble tarea: que tienen la tarea de recepcionar a las víctimas, escucharlos, y escucharlos con la caridad cristiana pero también con la ciencia psicológica disponible para que sea recogido con delicadeza, con responsabilidad, el sufrimiento de las víctimas. Recepcionar. Pero además ser promotores de la formación de todos los actores de la iglesia, de todos los evangelizadores, empezando por nosotros los ministros ordenados. La capacitación, la formación, en todos los aspectos integrales para que podamos nosotros ser promotores realmente de una cultura del cuidado. Entonces las tareas ya se iniciaron, el consejo nacional de la conferencia episcopal dedicado a la cultura del cuidado ha ido haciendo formación con grandes grupos en todas las regiones, que llamamos provincias eclesiásticas de nuestro país, y lo vamos a continuar también en este año. Es una tarea de nunca acabar, de estar formándonos permanentemente para cuidar a niños, niñas, adolescentes, jóvenes y personas vulnerables. Pero además es muy importante que nosotros estemos siempre en esa actitud de acogida de todas las fragilidades humanas, para protegerlas, para cuidarlas, para promoverlas, para dignificarlas, debidamente. Es una opción y es una tarea con dolor. Cuando nosotros pensamos en este tema de los abusos, que no son solamente abusos sexuales, son abusos sexuales, de conciencia y de poder; a mí me viene a la mente siempre el salmo 50, y el salmo 50 es la confesión del pecador arrepentido: ‘Misericordia dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, tengo siempre presente mi pecado, borra mi culpa, crea en mí un corazón puro, crea en mí un corazón nuevo” y eso es lo que queremos, una iglesia con un corazón renovado, una iglesia capaz de cuidar y de ofrecer lo mejor de los valores del evangelio a todas las personas, cuidando de ellas ante todo”
Aquí puede ver la Rueda de Prensa de Mons. Rueda.
En declaraciones a la prensa, al presentar las Líneas Guía, la Presidenta del Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado, doctora Ilva Myriam Hoyos profundizó en el tema así:
“Por eso hay que emprender toda una acción pastoral, social, cultural, pedagógica, para poder responder a esa pseudo-cultura del abuso y de la indiferencia por una cultura del cuidado, y eso es lo que pretende este documento, estas líneas guía, que de una u otra forma están llamadas a ser vida, a ser cultura, a que se modifiquen los imaginarios, porque desde la conferencia episcopal los obispos insisten mucho en ello: la violencia no es justificable, la violencia es prevenible en todas las instancias. A partir de esas premisas, los obispos hacen una serie de exhortaciones y compromisos. Y parten de reconocer que ha habido errores y negligencias. Y solicitan también perdón a las víctimas, y creo que esto es importante resaltarlo. El magisterio pontificio nos invita a reconocer nuestra historia de pasado, y nuestra historia de pecado como iglesia. Y los obispos lo han hecho, y por eso reconocen de manera expresa errores, negligencias y asumen la petición de perdón y de reconciliación con las víctimas, las comunidades, las familias. En ese sentido también se reconoce que el cuidado de las personas no está ajeno a la misión del evangelio, no se trata de agregarle más al evangelio, al contrario, el evangelio lo que nos invita es a cuidarnos, a cuidarnos entre sí, y ese en alguna u otra forma es el mensaje que estas líneas guía quieren desarrollar.
Aquí puede ver un clip con fragmentos de la rueda de prensa del Sistema de Cuidado.
Para tragedia de la historia del catolicismo, la colombiana es una más de las iglesias que se ven en la obligación de hacer estas peticiones públicas de perdón por los casos de abusos sexuales, principalmente a menores, pero también a otras personas que participaban activamente en algún proceso o actividad en la religión católica. No es una alegría ni una fortuna escuchar la intención de los obispos de pedir perdón, y menos en la forma como ha sucedido. Aunque la respuesta procedimental tiene un carácter serio y responsable que se evidencia con la creación de un sistema nacional de protección y la iniciativa de visitar todas las jurisdicciones eclesiásticas en un plazo de dos años para hacer la formación en prevención que proponen las Líneas Guía. El esfuerzo de Monseñor Luis Manuel Alí ha sido continuo y diligente, aunque preocupa bastante la enorme distancia entre su aproximación al tema o la de su equipo, y la de sus compañeros obispos, empezando por el Presidente de la Conferencia, Mons. Rueda, de quién Mons. Alí es auxiliar en Bogotá.
En la declaración de la Doctora Hoyos, expresada con vehemencia y rigor, es clara esa contundencia del documento de líneas guía en el reconocimiento de los errores y las negligencias que ha cometido la institucionalidad eclesial respecto a estos delitos. Esa contundencia no ha aparecido ni en este mensaje de los obispos ni en las declaraciones de los jerarcas de las distintas diócesis en las que se adelantan numerosas investigaciones. Contrario al reconocimiento de errores y negligencias, el obispo de Medellín, que es el peor de los ejemplos a disposición, al verse obligado por las autoridades a colaborar con la justicia y con el periodismo, usó hace unos 5 meses sus declaraciones y su mensaje a los fieles de la diócesis para señalar a los investigadores como culpables de una campaña de difamación. Mostró una nula empatía con las víctimas e insistió en atizar el ambiente de resentimiento de los fieles de la ciudad hacia quienes han dado a conocer los hechos. En Villavicencio se vivió el penoso descubrimiento e investigación posterior de una red de presbíteros pederastas con un espantoso mutismo por parte de las autoridades eclesiásticas y una inexplicable resistencia a colaborar con la justicia. En las diócesis de Bogotá, Fontibón, Cali, algunas víctimas han sido tratadas con desidia, con desprecio, y no están estás jurisdicciones exentas de la injustificable práctica del encubrimiento. En otras tantas diócesis del país los casos de abuso han seguido sucediendo, y respecto al tema, son lo único que ha sucedido.
Ante este panorama, caben las preguntas: ¿Los obispos involucrados en el tema o quienes han recibido los procesos obstaculizados por sus predecesores, se esconderán detrás de las declaraciones públicas de un vocero, de alguno de los que sí están trabajando por la prevención y la reparación, o veremos en otra actitud a estos jerarcas dirigiéndose en otro tono y con otra disposición a sus fieles para reconocer sus errores, sus negligencias, su encubrimiento, su inoperancia en la colaboración con la justicia? ¿Contarán a sus comunidades diocesanas y parroquiales la información suficiente respecto a los sacerdotes investigados, acusados, los motivos de algunos traslados o de algunas suspensiones, las verdaderas razones por las que otros han dejado el ministerio tras estar siendo investigados, o propondrán la cultura del cuidado como un asunto de protocolos de catequistas y manejo de las llaves del salón parroquial? Tristemente ya está sucediendo lo segundo. ¿Estarán los obispos en disposición para resignificar su ministerio como un acto de servicio – así lo insiste la guía – abandonando prácticas de poder, formas de vínculo centradas en su autoridad indiscutible por ser episcopado, y sus ambigüedades morales en el trato que dan a los pecados de sus curas respecto a los de los fieles laicos?.
Preocupa la expresión de Mons. Rueda, que con una parecida ambigüedad usa el término ‘fragilidad’ tanto para hablar de los crímenes de sus presbíteros como para caracterizar la vulnerabilidad de los menores, con escasos segundos de diferencia. Preocupa que lo que se le venga a la mente respecto al tema no sea la intolerancia del encubrimiento que puede estar dándose en su diócesis, o en las diócesis de sus compañeros a quienes lidera en la CEC, o la imposibilidad de aceptar las declaraciones de sus colegas, sino el sufrimiento de los obispos. Y preocupa que el pueblo de dios necesite un jerarca al que tales cosas le traigan a la mente algunas porciones de Mateo 23 o de la carta a los Gálatas, pero él piense en el anhelo de borrón de la culpa de aquella relación consentida del poliamoroso rey David expresada en el bello salmo 50. Preocupa que escasos instantes después, al ser preguntado por el proyecto de ley para eliminar el delito de incesto en el país, se le haya visto de súbito enfático y categórico, usando expresiones como INMORAL, ANTIÉTICO, LA IGLESIA NO ESTÁ DE ACUERDO, INSOSTENIBLE, que no estuvieron presentes en sus respuestas sobre los crímenes sexuales del clero.
¿Es confiable esta petición de perdón? ¿es genuina? El mensaje de los obispos tiene suficientes inconsistencias como para dudar que esta iniciativa represente la convicción y la gestión de muchos de ellos. Usa expresiones como ‘continuamos multiplicando esfuerzos’, ‘seguimos asumiendo’ y ‘mantenemos nuestro compromiso’ que implican una continuación, una insistencia en un proceso ya iniciado, una reafirmación de algo que curiosamente no se ha visto en muchas regiones del país. Son muchas las víctimas de abuso que no han visto tales esfuerzos, que no ven a sus obispos asumiendo la tarea, y que apenas escuchan con anhelo que en un futuro próximo iniciará ese compromiso. ¿Se verá? ¿se hará realidad más allá de las personas que trabajan directamente en el tema? ¿el Sistema podrá permear de cultura de cuidado la burocracia de autopreservación de la institucionalidad eclesial que tanto daño ha hecho en la atención a las víctimas y sus denuncias? Está por verse, pero que lo anuncien como algo que ya está sucediendo, no desde una instancia encargada - que sí lo trabaja y mucho - sino desde la totalidad de la operación de los obispos en sus diócesis y por tanto de la Conferencia Episcopal entera, es una mentira. ¿Incluirán esa mentira los señores obispos en su petición de perdón?.