No supo (ni quiso) sintonizar con el deseo de cambio que el Papa propuso para la Iglesia en España Adiós al nuncio Bernardito Auza, el anti-Dadaglio de Francisco

Bernardito Auza
Bernardito Auza

Ahora que la bandera vaticana cuelga a media asta en el pecho de algunos por el anunciado traslado del hasta ahora nuncio en España, la comparación con Pierre parece pertinente para explicar por qué el adiós de Bernardito Auza, más allá de alguna comida de cortesía, se produce en medio de una situación de alivio que hace tiempo que se esperaba

La brecha se evidenció con las maneras poco diplomáticas del nuncio de escorarse hacia  la ultraderecha eclesial, con su entusiasta participación en las actividades y congresos de la ACdP, donde participaban cardenales críticos con Francisco o confirmando su presencia en aperturas de curso en donde la estrella invitada era un rutilante Georg Gänswein

“Creo que la sinodalidad es una respuesta a los desafíos de nuestro tiempo y al enfrentamiento que amenaza con dividir a este país y que también tiene repercusiones en la Iglesia”. Estas palabras las dijo un nuncio nombrado por Francisco. Se dirigía a todo el episcopado reunido en Plenaria. Acababa de cumplir cinco años de su presencia entre esos obispos cumpliendo su misión pastoral y diplomática.

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Acto seguido añadió, sin inmutarse: “Parece que muchos [obispos] desconocen que están inmersos en este enfrentamiento, replanteándose posiciones arraigadas en ciertas verdades, aunque aisladas en el mundo de las ideas, y no aplicadas a la realidad de la experiencia de la fe vivida del pueblo de Dios en sus situaciones concretas”.

Ese nuncio se llama Christophe Pierre y, en 2016, el Papa lo envío a bregar con los obispos de Estados Unidos, uno de los más críticos con el pontificado del papa latinoamericano, esfuerzos que le reconoció en un hecho muy significativo concediéndole la birreta cardenalicia en julio de 2023, estando todavía activo en esa legación diplomática. 

Ahora que la bandera vaticana cuelga a media asta en el pecho de algunos por el anunciado traslado del hasta ahora nuncio en España, la comparación con Pierre parece pertinente para explicar por qué el adiós de Bernardito Auza, más allá de alguna comida de cortesía, se produce en medio de una situación de alivio que hace tiempo que se esperaba.

Bernardito Auza
Bernardito Auza

Del curial de origen filipino y antepasados navarros se esperaba que, un poco a la manera del nuncio Dadaglio en su día –finalizada la era Rouco en la Iglesia española–, pudiese contribuir con su labor de 'ojeador' de aprendices de obispo a trasvasar a las diócesis españolas parte de las líneas pastorales que emanaban de la Casa Santa Marta y de aquellas homilías matutinas que iban conformando un corpus magisterial casi inédito por estos pagos.

No hubo dupla como la de Tarancón y Dadaglio

Al año de instalarse en el edificio de la calle Pío XII de Madrid -el mismo que había acogido 50 años antes el encierro de grupos cristianos que desafiaban los estertores del franquismo-, los obispos eligieron al cardenal Juan José Omella como presidente de la Conferencia Episcopal. Muy cercano al Papa, parecía que el entendimiento entre ambos estaría asegurado y la renovación en el Episcopado español caería por su propio peso tras décadas de cría y engorde de otras opciones. La dupla Tarancón-Dadaglio parecía que podía volver a repetirse.

No fue así. Francisco quiso resaltar con la púrpura cardenalicia el señalamiento que había hecho del nuncio Pierre. Pero Omella no bastaba para Auza desde Barcelona, teniendo en Madrid la corte paralela de Rouco, el cardenal que durante años no necesitaba bisbisear en la Nunciatura de Chamartín porque tenía francas las puertas en la Congregación para los Obispos, antes y después de su pontificado madrileño.

El nuncio Auza, con Rouco
El nuncio Auza, con Rouco

Las señales desde el Vaticano seguían siendo claras, a pesar de todo, para Bernardito Auza. Ya no era sólo un cardenal. Estaban también Blázquez. Y Osoro. Y aupó a Cobo en tiempo récord para apuntalar a Omella y enseñarle el camino al nuncio. Y añadió otros nombres de obispos a modo de consejo 'asesor'.

Hartazgo en Pío XII

La idea no gustó al nuncio, que, al poco, se confesó "harto" de una situación que, decía, dilataba los tiempos. Cierto. Las ternas chocaban con el parecer del 'sanedrín' y muchas eran devueltas. Auza no entendía el proceso y quienes en un principio habían contemporizado con que promoviese a algunos de 'la vieja guardia' por aquello de la sinodalidad y de abrir la cancha para que participasen todos, vieron que, después de todo, las cartas del nuncio seguían estando marcadas por el antiguo régimen.

Momentos hubo de tensión, como cuando Auza desveló en su discurso de inauguración de una asamblea plenaria -abierto a la prensa- que los obispos iban a votar en ella la redacción de la Instrucción de la Conferencia Episcopal Española sobre los abusos sexuales de menores y personas vulnerables, algo que no había sido anunciado en el orden del día.

El nuncio, durante su intervención en una plenaria
El nuncio, durante su intervención en una plenaria

"Se nota que no sabía de lo que hablaba", comentó entonces una relevante fuente episcopal sobre aquel desliz del nuncio, que no se entendió como casual, sino para evidenciar que la comunicación -y la comunión- entre Pío XII y Añastro estaba con respiración asistida.

La brecha se evidenció con las maneras poco diplomáticas del nuncio de escorarse hacia  la ultraderecha eclesial, con su entusiasta participación en las actividades y congresos de la ACdP, donde participaban cardenales críticos con Francisco o confirmando su presencia en aperturas de curso en donde la estrella invitada era un rutilante Georg Gänswein que acababa de despellejar al Papa en una vendetta encuadernada y difundida a los cuatro vientos mientras Benedicto XVI seguía de cuerpo presente en la basílica de San Pedro.

Omellay el Nuncio Auza
Omellay el Nuncio Auza

Por supuesto, nada de esto era un secreto en Roma. No era necesario que nadie fuese con historias. Que también llegaban. El aparato de propaganda de quienes auspiciaban al nuncio -como sucede siempre entre quienes se saben intocables- no dudaba en exponerle y utilizarle. Y Auza se dejaba.

Por eso, el Vaticano le ha mantenido el tiempo imprescindible. Y si en la fábrica de nuncios no hubiese un patronaje muy similar al del filipino, hace tiempo que habría salido de Pío XII. Dígase lo que se diga, Roma ha sido más diplomática con Bernardito Auza de lo que el nuncio lo fue -al menos en la etapa española- con Francisco. No, no fue el nuncio esperado. Fue el anti-Dadaglio de Francisco.

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