¿Por qué hace un año Añastro desperdició la oportunidad de crear esta comisión independiente? Doce meses y un profundo descrédito después...
Hace un año, el secretario general, Luis Argüello, negó que los obispos tuviesen que crear una comisión independiente para estudiar los casos de abusos y dejó todo el asunto exclusivamente en manos de cada diócesis
Ha sido la rueda de prensa más difícil del cardenal Omella, aunque hubiera sido deseable que su convocatoria no se hubiera debido a que el Parlamento y el Gobierno estudian sus propias comisiones de investigación
La figura del arzobispo de Barcelona ha sufrido un desgaste debido a la mala gestión de la crisis generada por los casos de abusos y una inexplicable tardanza en darle respuesta
La figura del arzobispo de Barcelona ha sufrido un desgaste debido a la mala gestión de la crisis generada por los casos de abusos y una inexplicable tardanza en darle respuesta
Indudablemente, hoy la Iglesia en España ha generado una buena noticia: la puesta en marcha de una comisión independiente sobre los abusos sexuales en su seno que, según su responsable, el abogado Javier Cremades”, pretende trabajar “con toda transparencia” para “ir hasta el fondo” de una tarea que le hace sentirse “abrumado”, que se pretender que sea “un servicio a las víctimas” y “en colaboración con todas las autoridades, porque no venimos a suplir, sino a complementar [el trabajo de otras comisiones]”.
Es una lástima que en la Conferencia Episcopal Española (CEE) hayan tardado tanto tiempo en caerse del caballo del empecinamiento y hacer oídos sordos a las propias víctimas, que reclamaban una comisión creíble, y también a numerosos colectivos cristianos que le pedían no quedarse al margen de la actitud de otras conferencias episcopales de nuestro entorno, ni mucho menos traslucir, como sucedía, que el tema de los abusos sexuales les escocía o, como me señalaba hace unos días un obispo, “ante los abusos, hay mucha soberbia y una cierta distancia entre nosotros”.
La rueda de prensa más difícil de Omella
Hoy ha habido una buena noticia, aunque me temo que ha sido la rueda de prensa más difícil para el presidente del Episcopado, el cardenal Juan José Omella, pero lamentablemente se debe más a que las malas noticias se han ido amontonando de una manera descomunal -entre ellas, la creación de una comisión parlamentaria para sacarle los colores a los obispos- que a un deseo de auténtica transparencia y reparación a las víctimas.
Dentro de dos días, el 25 de febrero, hará un año de la que también creo que fue la rueda de prensa más complicada de las que ha tenido que afrontar hasta ahora el secretario general de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello. Aquel día, un hombre inteligente negó tres veces, como Pedro, al verse atropellado por sus propias incoherencias -y las que tuvo que hacer suyas de los miembros de la Permanente que se acaba de celebrar- al responder con tres noes a otras tantas preguntas de los periodistas: no a los datos exactos sobre el número de abusos sexuales en la Iglesia española; no a un fondo de compensación económica para las víctimas; y no a un estudio retrospectivo sobre esta lacra, como habían hecho y estaban haciendo otras iglesias europeas y norteamericanas.
Adiós a la transparencia y a las sonrisas
Semejantes ‘noes’ seguidos no hablaban bien de la transparencia y, sin embargo, diez días después el propio Argüello presentaba en Añastro el libro 'Una casa de cristal. El camino de la transparencia y el buen gobierno en la Iglesia', en donde el obispo auxiliar de Valladolid reconocía que “la Iglesia también tiene que dar cuenta, gobernar bien, tiene que ejercitar la transparencia y tiene que, humildemente, someterse también al control de las reglas del mundo en el que vivimos, pero siempre con una ligera sonrisa”.
Fue de las últimas veces que vi aquella ligera sonrisa en su rostro, porque luego arreciaron las investigaciones periodísticas sobre los abusos en la Iglesia, el propio Papa recibió el informe con los casos recabados por El País -que el Vaticano agradeció y que, con una torpeza que va camino de convertirse en legendaria, despreciaron por falta de rigor desde la oficina de prensa de Añastro- y, para colmo, los partidos políticos ventearon el miedo episcopal y se pusieron de acuerdo para montar una pasarela de obispos por la Carrera de San Jerónimo que ríete de los desfiles curiales de Fellini.
La comunión, en juego
Hoy, en la rueda de prensa que nunca debió de haber sido a remolque de las iniciativas de otros que te estaban presionando de una manera muy tenaz, el cardenal arzobispo de Barcelona, aunque no era la primera vez que pedía perdón en nombre de la Iglesia a las víctimas, sí reconoció algo que muchos saben pero que pocas veces se comparte con micrófonos delante: a los obispos “nos lleva tiempo reflexionar y tomar una decisión”, es decir, la comunión estaba en juego.
En una Iglesia sinodal y colegial como la que el pastor aragonés sueña y en la que se siente a gusto, esto significa que él, que ha estado ayudando en casos de abusos, mediando directamente con el Papa en algunos de ellos, ha tenido (y querido) escuchar a otros, incluso a algunos que en estas últimas semanas de tronante silencio por parte de la Conferencia Episcopal, desde sus diócesis abogaban por crear comisiones independientes aun cuando ellos, en aquellos lejanos días en los que las víctimas llamaron a sus puertas, ni se asomaron a la mirilla.
Añastro o la casa de las dagas voladoras
Sí, esto también pasa entre los hombres de Dios, y desde que se anunció la puesta en marcha de los trámites para la creación de una comisión parlamentaria, reverdeció la siempre abonada tentación de enfrentarse con el mundo y Añastro, también en plena semana de ejercicios espirituales de los obispos, se convirtió en una especie de sucursal de la casa de las dagas voladoras, donde los principales espadas de la Ejecutiva empezaron a perder los nervios y ver conjuras y confabulaciones donde ellos habían sembrado inoperancia.
Dentro, en la sala de máquinas, no había la fluidez que se requiere en una situación tan grave para la credibilidad de toda la Iglesia, no solo de la Conferencia Episcopal, sino también del pueblo de Dios, y los remedios de boy scout con vídeos casi de autoayuda para consumo de los que ya están convencidos ni siquiera sacaron de dudas a estos mismos. De ahí que se haya querido externalizar también ahora la comunicación.
El ‘efecto visita ad limina’ se evapora
Así pues, han sido doce meses perdidos en la posibilidad de generar buenas noticias, con el coste añadido de dejar la credibilidad de la Iglesia, no solo de los obispos, muy en entredicho. De nada sirvió aquella aparente satisfacción tras las visitas ad limina porque Francisco había ‘bendecido’ su modus operandi (investigación en las diócesis, cara a cara, y a la espera de que las víctimas diesen el primer paso), aunque no fuese el estrictamente bergogliano. Doce meses después, la gravedad de la realidad se ha acabado imponiendo. Hoy, algunos de los que parecían ir como pollo sin cabeza, volverán a recuperar el riego y la respiración.
Quien más ha sufrido la erosión en la propia imagen es quién más había hecho hasta ahora por cercar los abusos. Otros han aprovechado el vacío sordo de voces para hacer oír la suyas y empolvar las manchas que tenían en su propia gestión, que ahora parece quedar a años luz. Pero esto no significa que hayan acabado todos de ver la luz. Los hay que todavía no acaban de creérselo esto de los abusos...
“Nos lleva tiempo reflexionar y tomar una decisión. Pero queremos mirar al futuro y no al pasado. Y lo importante ahora es la actitud [de la Iglesia en España], que es de ayuda y reparación a las víctimas”, dijo Omella en la rueda de prensa en la que no se le vio sonreír ni una sola vez.
Un gesto con las víctimas
Se abre, pues, una nueva etapa. Donde, además, habrán de comprender que las víctimas sigan con motivos para la desconfianza, no solo, como ya han manifestado, porque quien está al frente de la comisión ahora designada sea miembro del Opus Dei (institución que arrostra sus propios casos), sino porque hasta ahora, hasta el día de hoy, tienen más motivos para la desconfianza pues a la mayoría de ellas no les han dado motivos para confiar.
Es de esperar que también en esto empiecen a cambiar las cosas y no estaría de más que las recibiesen a algunas en la próxima Plenaria de abril. Al menos ya hay un equipo jurídico y comunicativo que se juega su prestigio en conseguir que vuelvan a confiar. La última oportunidad.