¿Se trata de dejar en evidencia la falta de control en la Iglesia en España? Auza, Omella y la santísima trinidad de la C
Hace meses que el nuncio Bernardito Auza dice en algunos círculos (muy estrechos) que está harto
¿Cómo se puede explicar que un nuncio no esté al cabo de estas cuestiones? ¿Es que no hay intercambio de información con Añastro? ¿O las sabía pero dejó evidenciar que la información institucional no está bien engrasada entre ambas instancias?
Hace tiempo que se comenta también que la relación entre el representante del Papa en España y cardenal del Papa en España no es demasiado fluida. Y que monseñor Auza, que apenas lleva cuatro años recibiendo en la sede de la calle Pío XII, de Madrid, tiene las maletas prestas y que no le habría hecho ascos a salir pitando rumbo a Londres
Hace tiempo que se comenta también que la relación entre el representante del Papa en España y cardenal del Papa en España no es demasiado fluida. Y que monseñor Auza, que apenas lleva cuatro años recibiendo en la sede de la calle Pío XII, de Madrid, tiene las maletas prestas y que no le habría hecho ascos a salir pitando rumbo a Londres
Hace meses que el nuncio Bernardito Auza dice en algunos círculos (muy estrechos) que está harto. Se dice que le ha gustado más bien poco que Roma, ante la alarma que en la Conferencia Episcopal estaban generando una serie de nombramientos episcopales, le haya puesto por encima un ‘consejo’ asesor con los cardenales Omella, Osoro y Blázquez (que debería tener en puertas a nuevos candidatos) y al obispo De las Heras.
Este sistema -de control, en el fondo y en la forma- al arzobispo filipino le parecía inoperante porque dilataba los tiempos en unos tiempos ya bastante dilatados. Pero es que en la Conferencia Episcopal tampoco se entendía que el diplomático con ascendencia navarra “solo se entendiera con Rouco”, relación confidencial que ni la pandemia pudo entorpecer, al parecer.
Una relación poco fluida
Hace tiempo que se comenta también que la relación entre el representante del Papa en España y cardenal del Papa en España no es demasiado fluida. Y que monseñor Auza, que apenas lleva cuatro años recibiendo en la sede de la calle Pío XII, de Madrid, tiene las maletas prestas y que no le habría hecho ascos a salir pitando rumbo a Londres, legación que desde hace unos días ocupa el español Miguel Maury Buendía.
Lo que sí es indudable es que entre la Nunciatura y la Conferencia Episcopal, y viceversa, la comunicación, la coordinación y la comunión, las tres ‘C’ de la santísima trinidad del entendimiento, está cortocircuitada. El ejemplo más claro (y reciente) es lo que sucedió el pasado lunes, en plena inauguración de la Asamblea de primavera, ante el Episcopado en pleno, decenas de invitados de la vida consagrada y organizaciones laicales y eclesiales de la Iglesia, y un puñado de periodistas que, para variar, encontraron más noticia en el discurso del nuncio Auza que en el del cardenal Omella.
Fue cuando el diplomático adelantó algo que no estaba en el orden del día enviado a los medios de comunicación de los temas que iban a tratar en las sesiones plenarias: nada menos que “la redacción de la Instrucción de la Conferencia Episcopal Española sobre los Abusos sexuales de menores y personas vulnerables, que será votada en esta Asamblea”, según leyó el nuncio ante un hemiciclo abarrotado en la primera planta del edificio de la Casa de la Iglesia.
"No sabía de lo que hablaba"
“Se notaba que no sabía de lo que hablaba”, señala una fuente bien informada a propósito del discurso del nuncio. La prensa, inmediatamente, quiso saber lo que desde Añastro no se había comunicado, siendo un tema relevante, y el por qué, pero algunos pastores negaban la mayor y que no se estaba redactando ninguna instrucción al respecto. Hubiese sido una gran torpeza silenciar semejante cuestión cuando Omella dedicó la parte final de su discurso a reivindicar el papel de la Iglesia en la lucha contra la lacra de la pederastia en España, cosa que, por otra parte, desde las propias filas se vio un poco sobreactuado.
“Hace tiempo que no se respetan los procesos”, señalan las fuentes en la cuestión de las tres ‘C’. Y el lunes de la segunda de Pascua, al parecer, el nuncio tampoco quiso esforzarse demasiado en disimularlo y, con ese anuncio, dejaba en mal lugar tanto al presidente de los obispos como a su nuevo secretario general, que aún se está haciendo con los mandos de una nave a la que le cuesta maniobrar con rapidez y agilidad.
Tuvo que salir al poco la Oficina de Prensa de Añastro a rectificar sin rectificar, que eso sólo se hace a los medios, las palabras del nuncio. No se dice así, pero, para resumir, se viene a decir que no se está redactando nada; se aprobará, “en forma de instrucción” el decreto general antiabusos ya aprobado en la plenaria de noviembre pasado (por cierto, que no contenía novedad alguna con respecto a los protocolos existentes, por más que se vendió como pionero); y lo único nuevo, tampoco es nuevo, pues es el añadido de las últimas disposiciones establecidas hace unas semanas por el Papa al texto de Vos estis Lux mundi, que fue aprobado recientemente por Francisco tras cuatro años ad experimentum y que entran en vigor este 30 de abril.
Pero, ¿cómo se puede explicar que un nuncio no esté al cabo de estas cuestiones? ¿Es que no hay intercambio de información con Añastro? ¿O las sabía pero dejó evidenciar que la información institucional no está bien engrasada entre ambas instancias? ¿O lo que va renqueante es la comunión? ¿Se trata de dejar en evidencia la falta de control en la Iglesia en España? Esta última, curiosamente, es la tesis más propalada en las últimas semanas para socavar la autoridad del nuevo miembro del Consejo de Cardenales de Francisco por los adictos al control supremo.