Tras agradecer los frutos de los años previos, ha explicado cuál es uno de los objetivos primordiales del nuevo curso para la institución educativa: «Hacer partícipes del Verbo de la Verdad a quienes estudian en nuestras aulas». Se trata «de una participación que presupone la fe y que implica el empeño intelectual para hacerla propia y comprensible para los hombres y mujeres de nuestro tiempo».
El segundo objetivo propuesto es «seguir haciendo la universidad en la comunión de la Iglesia, requisito indispensable para dar el fruto que el Señor espera de nosotros». El rector ha destacado que resulta «fácil ilusionarse con contribuir creativamente desde nuestro ámbito específico a los desafíos que la Iglesia afronta hoy bajo la guía del Sucesor de Pedro, el Papa Francisco y de todo el colegio episcopal: conversión pastoral y misionera, crecer en la dimensión sinodal de la Iglesia… El Jubileo 2025 será un acontecimiento espiritual, que nos ayudará a personalmente y como universidad a vivir con esperanza nuestra misión».
El tercer objetivo es mantener «su carácter de iniciativa surgida y sostenida por una Iglesia particular concreta, la de Madrid, a la que sirve y de la que es una expresión singular de su vitalidad y ayuda generosa a la Iglesia universal». Un servicio dirigido a la formación de los sacerdotes, de los miembros de la vida consagrada y «que se extiende también a todos los fieles, para ofrecerles una formación que les permita secundar el dinamismo evangelizador y misionero que el bautismo imprime en sus vidas». Para llevar a cabo esta triple misión, ha concluido el rector, el primer «eje imprescindible» es «cuidar y potenciar la investigación y la docencia», «potenciar la interdisciplinariedad» y «continuar creando redes».
"Decidir sobre la IA con prisa"
Por su parte, la lección inaugural, a cargo del profesor José Antúnez Cid, catedrático de Filosofía sistemática II, se ha centrado en el límite del choque de paradigmas: el poder sobre el poder, una reflexión ante el reto de la inteligencia artificial (IA). «Todos estamos fascinados con la IA, y aunque puede que con algún reparo de boca pequeña la usamos y le vamos dando espacio, a veces sin saberlo. En centros académicos de inspiración cristiana, por su alta competitividad y capacitación, se transmite respecto a la IA que “o estás dentro o estás muerto”», ha explicado.
De este modo, ha profundizado en cómo «nos colocan ante la IA con el temor de un apocalipsis a un clic de ratón; tenemos que decidir sobre la IA con prisa pues, aunque hay que reflexionar, no tenemos apenas tiempo, y además actuamos bajo presión por la amenaza de una catástrofe global, pues una vez que la IA tome el control no habría marcha atrás». Por ello, ha subrayado, «la técnica de los hombres pasa a ser una circunstancia. El hombre toma conciencia de un poder ilimitado sobre la naturaleza, pero es incapaz de fabricar su propio ser y eso contribuyó a que no sepa ya quién es».
Para concluir, el cardenal Cobo, gran canciller de la universidad, ha clausurado el acto de inauguración del curso académico recordando que «para acometer los importantes desafíos que tenemos por delante queremos seguir comprendiendo la universidad de manera integral e integrada en la vida de nuestra Iglesia» y para ello «necesitamos despertar el apetito por la Verdad con mayúsculas». Ello «obliga a salir de sí, a arriesgarnos y hacernos preguntas. Por más títulos académicos que otorguemos, nada seremos si no logramos despertar y custodiar en cada persona el deseo de ser y de vivir la vida como respuesta a una vocación singular de Dios».
El arzobispo de Madrid, que ha asegurado que la entrada de un nuevo rector es un momento importante en la vida de una universidad y que ha agradecido el trabajo de de todos los que han formado y forman parte de esta comunidad educativa, ha recalcado que «pretendemos que la Universidad Eclesiástica San Dámaso participe plenamente de la misión evangelizadora de la archidiócesis de Madrid y que se encuadre armoniosamente dentro de la acción de su apostolado. No debe ser un núcleo aislado de pensamiento ni un mero archivo de saberes ajeno al entorno al que debe servir». Y como todo trabajo de siembra «habrá de contar con buenos ratos de alegría y recolección, y también con momentos de frustración que reclamarán paciencia. En cualquier caso, es un trabajo ineludible que hay que acometer con ilusión y en unidad».
"Construir amigablemente juntos"
En algunas ocasiones, ha constatado el cardenal Cobo, «se necesitará una palabra crítica y exigente, pues dar luz exige entrar en ámbitos oscuros que precisan iluminación. Pero la disposición, vivida comunitariamente y en sintonía con la Iglesia, será la de construir amigablemente juntos y responder a la vocación que Dios nos ha dado a todos los bautizados. Esto va siempre más allá de los intereses particulares. En efecto, si cada uno ahondamos solo en nuestro propio camino, podremos llegar a aparecer técnicamente muy cualificados, pero no construiremos un cuerpo común capaz de afrontar el futuro con esperanza y dar esa esperanza».
Para ello, «el cuidado y el acompañamiento a las personas se convierte en una tarea ineludible que habrá de marcar nuestro paso». Para ello, «habrá que dedicar tiempos y espacios a la escucha, procurando cauces de participación apropiados». Contemplar así la comunidad universitaria «es un modo de subrayar la sinodalidad de toda la Iglesia. Implicará nuevas formas de trabajo y una auténtica conversión que implicará modos de liderazgo más colaborativo en pos de una Iglesia y una universidad más sinodal y más colegial».
Finalmente, ha pedido a los presentes tres intenciones para el nuevo curso: un diálogo fluido con la realidad, «sabiendo que debemos ser objetivos pero jamás neutrales». Aquí ha insistido en no olvidar las grandes realidades que necesitan ser iluminadas por la esperanza de la fe, como son «la guerra, la violencia y el enrarecimiento de la convivencia, incluyendo la polarización política y al interior de la Iglesia», «el eclipse de Dios en el mundo, en la cultura y en la vida cotidiana de muchísima gente», «la devaluación del valor de la vida», «la identidad de lo humano y la cuestión antropológica», «el desafío de las migraciones y la necesidad de formular propuestas de convivencia» y «el desafío de la preservación de la creación y el cuidado de la casa común desde una alianza intergeneracional e intercultural».
La segunda petición es la de «impulsar y acompañar como universidad la conversión pastoral que se nos pide, respondiendo a las necesidades pastorales de nuestro tiempo». Tres prioridades «hemos marcado diocesanamente este curso y San Dámaso no será ajena a ellas: «la condición bautismal de un laicado corresponsable; la sinodalidad, que es mucho más que una metodología, y la invitación del Año Jubilar a ser peregrinos de esperanza en un mundo que da numerosas señales de fatiga y desaliento». También «trataremos de dar cobertura a las necesidades formativas de las comunidades cristianas desde el servicio a la evangelización. Para ello, desplegaremos nuestra acción como un apostolado, expresión de un servicio a toda la Iglesia local, a su catequesis, a la liturgia y a la acción sociocaritativa, ayudando a que se interrelacionen desde la fe».
De manera singular, ha destacado que «la formación teológico-pastoral de los sacerdotes diocesanos es la prioridad desde la que surge esta universidad. Por ello constituye su norte y su prioridad inequívoca. Habrá que sincronizarse con la nueva ratio y con las necesidades formativas de todo orden de los candidatos al ministerio ordenado».
La tercera y última petición ha sido que la universidad pueda ayudar «a que las distintas universidades católicas se relacionen, colaboren y aporten una luz más potente en medio del panorama teológico y del pensamiento en Madrid». En efecto, «debemos profundizar en el diálogo con la sociedad y, en especial, con las universidades católicas ubicadas en nuestra archidiócesis». En una diócesis como Madrid, «que cuenta con un elevado número de propuestas, también eclesiales, ha llegado el tiempo de conocernos sin prejuicios, querernos y aunar esfuerzos».