Decano de la mayor facultad de Teología de Suiza Mariano Delgado: "Hoy en día hay más laicos y mujeres, lo que enriquece la vida universitaria y la investigación teológica"
"Es evidentemente un honor haber sido elegido decano por segunda vez, lo que hasta ahora no había pasado nunca en mi Facultad"
"Mientras que en el mundo germano durante el Modernismo había teólogos capaces de dialogar con las tendencias filosóficas o históricas de su tiempo, Ortega, Unamuno, Machado o Juan Ramón Jiménez no encontraron en España intelectuales católicos con los que pudieran compartir su preocupación por la Iglesia y la religión"
"Para mí, el hándicap no ha sido ser laico, sino ser laico “extranjero”"
"Espero del Sínodo menos que algunos optimistas que con este papa parecen tener un “efecto Obama” y esperan de él más de lo que puede y quiere hacer"
"Para mí, el hándicap no ha sido ser laico, sino ser laico “extranjero”"
"Espero del Sínodo menos que algunos optimistas que con este papa parecen tener un “efecto Obama” y esperan de él más de lo que puede y quiere hacer"
Mariano Delgado es un teólogo español, encumbrado en una de las sedes de Teología más importantes de Europa. Reelegido como decano de la Universidad de Friburgo, este castellano de Berrueces es un laico que en España viviría en tierra hostil. "Para mí, el hándicap no ha sido ser laico, sino ser laico “extranjero”", nos explica, mostrándose, pese a las dificultades, convencido de que el “ambiente” de más “parresía” creado por Francisco "continuará, lo mismo que la nueva orientación del papado".
Le acaban de elegir, por segunda vez, como decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Friburgo. ¿Cómo lo está viviendo: como un honor, como un servicio?
Como les recordaba Bartolomé de Las Casas a los miembros del Consejo de Indias en una larga carta del 20 de enero de 1531, todo “cargo” es también una “carga”, pues conlleva la responsabilidad de salvaguardar el bien común de las personas y de la institución confiadas. Es evidentemente un honor haber sido elegido decano por segunda vez, lo que hasta ahora no había pasado nunca en mi Facultad. Pero lo considero sobre todo un “ministerio” o servicio. Mi tendencia es no buscar esos puestos, pero tampoco negarme a asumir la responsabilidad cuando la corporación a la que perteneces te lo pide, pues la Universidad sólo funciona si estamos dispuestos a asumir ciertas cargas por el bien común.
¿La Facultad de Teología de Friburgo goza de buena salud? ¿Cuántos alumnos tienen?
La Facultad de Friburgo tienen una larga historia. Fue fundada en 1890 como parte integrante de la Universidad de Friburgo, fundada un año antes, y ha sido el marco de muchos acontecimientos importantes en el catolicismo moderno. Desde un principio tuvo una gran proyección internacional, con estudiantes de todo el mundo que después asumieron “cargos y cargas” en sus respectivas diócesis o en la Iglesia universal. Con cerca de 400 estudiantes (entre ellos unos 150 doctorandos) es la mayor Facultad de teología de Suiza (incluyendo las protestantes). En cuanto al número de estudiantes, ha habido tiempos mejores, por ejemplo en los primeros años del postconcilio. Pero hoy en día hay más laicos y mujeres, lo que también es signo de un nuevo paradigma y enriquece tanto la vida universitaria como la investigación teológica. Como la misma Universidad de Friburgo, la Facultad de teología tiene la particularidad de ser bilingüe (francés/alemán), de manera que los estudiantes pueden hacer todos los estudios o en francés o en alemán, u optar por recibir un diploma bilingüe al hacer el 60 % en una lengua y el 40 % en la otra. Hay 21 cátedras, más o menos la mitad en cada lengua, y tenemos importantes campos de competencia como los estudios bíblicos y la tradición tomista, así como el diálogo ecuménico e interreligioso (sobre todo con el islam).
"El Concilio Vaticano II supuso en la Iglesia la voluntad de “salir del gueto”"
¿Por qué los estudios teológicos son reconocidos en Suiza y en Alemania, entre otros países, a nivel público, en cambio no lo son en España?
Respecto a los estudios de teología, nuestra España ha ido lamentablemente contra corriente en la modernidad. Durante lo que yo llamo “El Siglo Español (1492 a 1659)” (en la primavera del 2020 aparecerá un libro mío bajo ese título en Ediciones Encuentro), España tenía la mejor teología de la Europa católica y las Facultades de teología formaban parte esencial de las Universidades. Pero en el siglo XIX, cuando el mundo católico alemán (sería complicado hablar también del protestante) comienza a fundar nuevas Facultades de teología (p.e. en Tubinga o Munich) como parte de la Universidad pública, la Iglesia opta en España en 1868 por retirar la teología de las Universidades, entre otras cosas por miedo a que el clero se infectara allí con el virus del liberalismo. El resultado es una especie de guetoización voluntaria de las élites del catolicismo español que no pudo reparar la fundación de algunas Facultades o Universidades Pontificias a finales del siglo XIX (Comillas por ejemplo). Mientras que en el mundo germano durante el Modernismo había teólogos capaces de dialogar con las tendencias filosóficas o históricas de su tiempo, Ortega, Unamuno, Machado o Juan Ramón Jiménez no encontraron en España intelectuales católicos con los que pudieran compartir su preocupación por la Iglesia y la religión. Las Facultades de teología en la Universidad pública son también una buena oportunidad para la Iglesia de estar realmente presente en los ágoras y areópagos de nuestro tiempo, en lugar de refugiarse en el gueto eclesial. Así se podrían formar élites católicas en contacto con las personas y las corrientes académicas de nuestro tiempo. Naturalmente que ello supondría por parte de la Iglesia la voluntad de “salir del gueto” frente a la modernidad (lo que la Iglesia católica ha hecho en principio con el Concilio Vaticano II) y por parte de las otras ciencias la voluntad de superar de una vez por todas el latente anticlericalismo decimonónico tan propio de España en ciertos círculos intelectuales y políticos.
¿Quién es Mariano Delgado? ¿Cómo se define a sí mismo como persona y como teólogo?
Un hombre sencillo que no olvida sus orígenes en un pueblo (Berrueces) de la Tierra de Campos pucelana; que lleva consigo y cultiva la impronta espiritual de la Castilla de los místicos y de la Escuela de Salamanca y que con su periplo existencial (11 años en Innsbruck, 9 en Berlín, desde 1997 en Friburgo/Suiza, casado con una austríaca y padre de tres hijas) se ha dejado enriquecer por el mundo cultural alemán, también por los protestantes, a los que he aprendido a estimar al salir de España y que son a su manera Iglesias de hermanos en la fe que buscan seguir a Cristo, de las que podemos aprender algo a través del diálogo ecuménico.
¿El hecho de ser laico ha sido un handicap para usted o eso en Suiza no importa? ¿Y en España?
En la primera fase del postconcilio era una novedad que un laico pudiera ser profesor de teología. Hoy, en el mundo alemán y en muchas otras partes, es algo normal, una consecuencia del sacerdocio universal del Concilio y de la diversidad de carismas, de la que habla San Pablo. Para mí, el hándicap no ha sido ser laico, sino ser laico “extranjero”, es decir que cuando me presentaba a un concurso de cátedra (en las Universidades públicas de Austria, Alemania o Suiza los concursos, también para las Facultades de teología, son siempre públicos y abiertos) tenía que considerar que habría otros candidatos de la propia cultura, por así decir, con mejores cartas en el aspecto personal. Por eso he tenido que intentar publicar siempre más que otros candidatos y buscar “nichos” singulares de especialización que puedan enriquecer la teología alemana. Entre los 21 catedráticos de mi Facultad hay 10 sacerdotes (seis dominicos) y 11 laicos, tres de ellos mujeres.
Como observador de la realidad eclesiástica centroeuropea, ¿cree, como dicen algunos, que la Iglesia alemana está al borde de romperse en dos?
La Iglesia católica alemana lleva para la prensa muchos años con ese “riesgo” y sigue unida. No existe riesgo de ruptura. De lo que se trata es de ver hasta dónde puede llegar el pluralismo legítimo en una Iglesia local y en una Conferencia episcopal. El papa Francisco ha invitado a la “parresía”, y quizá deberíamos tener más en cuenta que en el “Concilio” de Jerusalén, del que hablan los Hechos de los Apóstoles, había más parresía por amor a la Evangelización, que es la razón de ser de la Iglesia según Lumen Gentium 1, que en las Conferencias episcopales actuales. Mientras que Pedro debe vigilar por la “unidad”, Pablo debe luchar también hoy por la inculturación. Necesitamos siempre a los dos. Pero muchas veces se han buscado obispos con el perfil de Pedro y no de Pablo: se ha privilegiado más la ortodoxia y la obediencia cuasi de obispos-funcionarios eclesiales que la audacia y la inculturación de los pastores que huelen a su rebaño y lo conducen a nuevos pastos.
¿El cardenal Müller y el cardenal Marx representan las dos almas de esa Iglesia alemana?
Es una pregunta capciosa y reductiva. Digamos que los dos se encuentran dentro del pluralismo legítimo en la Iglesia actual y luchan a su manera por su visión del camino de la Iglesia en el mundo de hoy (como antes lo hacían Lehmann y Ratzinger). Pero el Presidente de la Conferencia episcopal es el cardenal Marx y no el cardenal Müller.
¿Qué frutos espera del Sínodo de la Amazonía?
Personalmente no tantos como algunos optimistas que con este papa parecen tener un “efecto Obama” y esperan de él más de lo que puede y quiere hacer. Imagino que el Sínodo reforzará la línea de Laudato si’, aprovechando la nueva actualidad del tema; que exhortará de nuevo a una mayor dinámica evangelizadora como en Evangelii gaudium; y “quizá” (no estoy realmente seguro) abrirá la puerta para esa región a los viri probati, como algo excepcional y reafirmando a la vez el valor y la riqueza del celibato sacerdotal. Esperar más es ilusorio o pedirle peras al olmo. Las consecuencias que esa pequeña apertura de la opción de los viri probati pueda tener para la Iglesia universal son impredecibles, pues dependen de la dinámica que desarrollen y de si en las Conferencias episcopales no hay sólo “Pedros”, sino también “Pablos”.
¿Podrá resistir Francisco los ataques directos y las resistencias larvadas por parte de los sectores rigoristas laicos y eclesiásticos?
Hasta ahora parece que sí, y creo que lo seguirá haciendo. No todas sus decisiones personales han sido oportunas para los sectores más “franciscanos”, pues es difícil tener siempre buena mano en un aparato administrativo tan complejo como el de la Iglesia católica. Seguro que está muy decepcionado de algunas personas y de no haber podido hasta ahora conseguir mucho. Pero al mismo tiempo es realista, como buen jesuita, y sabe que nosotros no marcamos siempre “los tiempos” en la Iglesia, que unos siembran y otros cosechan.
¿La gran asignatura pendiente de su pontificado sigue siendo el papel de la mujer en la Iglesia?
Francisco ya dejó claro en Evangelii gaudium lo que se puede y lo que no se puede esperar de él. Quien siga esperando pasos concretos sobre el sacerdocio de la mujer, no ha leído ese texto. Ha mandado examinar la cuestión del diaconado, y en este caso puede haber alguna novedad. Por lo demás, la cuestión del sacerdocio de la mujer después de la decisión de Juan Pablo II y de las recientes aclaraciones del prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe es un tema para el problema de la “evolución del dogma”, es decir que cualquier discusión futura debe partir de la “calificación teológica” de la doctrina actual… y a partir de ahí ver si hay margen de evolución o no. Es así como funcionan la Iglesia católica y su teología. Aparte de ello, la mujer es uno de los grandes desafíos de la Iglesia en el mundo de hoy. Se corre realmente peligro de perderla como se perdió el mundo obrero. ¡Si Santa Teresa levantara la cabeza… que ya en su tiempo lamentaba no poder enseñar ni predicar y buscaba consuelo en la oración, donde el Señor la reconfortaba diciendo que leyeran toda la Biblia y no sólo ciertos pasajes del corpus paulino y que si creían que le podían “atar las manos”! No quiero imaginarme lo que lamentaría hoy.
¿Será duradera la primavera de Francisco y, por lo tanto, irreversible?
El hecho de que la primavera postconciliar condujera a luchas internas y cambios de rumbo (es muy sugerente para ello el prólogo de Joseph Ratzinger a su libro Introducción al cristianismo o el artículo de Hans Urs von Balthasar en el primer número de la revista Communio) significa que puede volver a ocurrir. Personalmente creo que el “ambiente” de más “parresía” creado por Francisco continuará, lo mismo que la nueva orientación del papado. Pero mucho depende de que la Iglesia católica comprenda que el principio petrino de la unidad y continuidad con la tradición y el paulino de la audacia y de la inculturación, que a veces puede hacer necesaria alguna ruptura con la tradición como fue el caso en el Concilio de Jerusalén y la circuncisión de los gentiles, son “complementarios”. En su pequeña meditación del 6 de julio de 2013 durante la misa en Santa Marta, el papa nos exhortó a una “renovación sin temor”, y citó como ejemplo el Concilio de Jerusalén con Pedro y Pablo. La Iglesia, dice Francisco, ha estado desde el principio atenta al “diálogo con la cultura” y a las exigencias de los lugares, los tiempos y las personas: “Recordemos la primera lucha teológica: ¿Hace falta practicar todos los ritos judíos para ser cristiano, o no? No, han dicho que no”. Y en otra meditación en febrero de 2014 añadió que la Iglesia es libre para hacer los cambios necesarios en bien de la Evangelización. Pues eso: Pedro y Pablo.