La nota 351 y los malos defensas centrales

La exhortación postsinodal "Amoris Laetitia" es un canto al amor, al matrimonio y a la familia. Un canto a la vida, y a la misión de la Iglesia frente a ella. Y es que la vida se compone de alegrías, penas, tristezas, desafíos y problemas. También rupturas y errores, algunos de ellos insalvables. La presente exhortación es un compendio de todo ello. Un clamor de humanidad en medio de tanto ruido, que dará mucho que hablar y que supone un golpe en la línea de flotación de los "controladores de la gracias" que, como los malos defensas centrales, todavía están mirando alrededor buscando la pelota.

La mayor parte de las críticas que está recibiendo el documento vienen, precisamente, de esos sectores. Y del tema que el propio Papa auguraba sería en el que "todos se vean muy interpelados". El octavo, centrado en su gran mayoría en el tema de los divorciados vueltos a casar y su posible acceso a la comunión. "El Papa no ha dicho en ningún sitio que se puede dar de comulgar a los divorciados". "Es adulterio, y comulgar así, supone pecado mortal", y otras lindezas, se han dicho y escrito.

El texto es lo suficientemente claro como para que todos entendamos lo que el Papa quiere decir. Pero, por si acaso, el propio Bergoglio se ha guardado un as en la manga. No en el documento estrictamente hablando, sino e una de las notas, concretamente la 351. Curiosamente, una de las pocas donde hay una frase que no pertenece a ningún documento, sino que sale de la letra del propio Papa.

Lo explicamos. En el punto 305, Francisco dice lo siguiente: "Un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de las enseñanzas de la Iglesia «para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas»[349]. En esta misma línea se expresó la Comisión Teológica Internacional: «La ley natural no debería ser presentada como un conjunto ya constituido de reglas que se imponen a priori al sujeto moral, sino que es más bien una fuente de inspiración objetiva para su proceso, eminentemente personal, de toma de decisión»[350]. A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia[351].

Y la nota 351, dice esto. Precisamente esto:

En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos. Por eso, «a los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor»: Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 44: AAS 105 (2013), 1038. Igualmente destaco que la Eucaristía «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (ibíd, 47: 1039).


Quien tenga ojos, que lea. El resto, que sigan buscando la pelota
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