ÁNGELES CAÍDOS Y DEMONIOS en los Apócrifos del Antiguo Testamento (I)

Escribe Antonio Piñero

Mencionados muy frecuentemente en la literatura apócrifa y en el Nuevo Testamento, los demonios son ángeles rebeldes de varias clases, enfrentados a los ángeles fieles y enemigos del hombre. Como los ángeles fieles, los demonios tienen también clases y jerarquías. En una época ya desarrollada de la religión de Israel como es la de los Apócrifos,

los primitivos espíritus malignos de variadas clases que aparecen en la Biblia hebrea (Lilit y otros con forma de gato salvaje) se han ido reduciendo básicamente a dos clases. El capítulo 19 del Libro I de Henoc hace una clara distinción:

“Aquí (en una cárcel infernal, como una profunda sima en la tierra: así se lo está revelando el ángel Uriel a Henoc) permanecerán los ángeles que se han unido con mujeres. Tomando muchas formas han corrompido a los hombres y los seducen a hacer ofrendas a los demonios como a dioses, hasta el día del Gran Juicio”.

Así pues, tenemos dos clases de espíritus malvados:

  1. A) Ángeles caídos que se han unido con mujeres.
  2. B) Demonios que reciben inicuamente ofrendas por parte de los humanos.

Al frente de las dos clases está Satán, «el acusador», quien en el Libro de los Jubileos lleva el nombre de Mastema (de la raíz hebrea stm: “acechar, perseguir, enemistar”). Mastema- Satán es, pues, el Enemigo, el Perseguidor, cuyo “oficio” es extraviar. Esta tarea fatal la hace por sí mismo y por sus subordinados (Jubileos 10,8; 11,5).

La clase A), los "ángeles caídos" según el Libro 1 de Henoc (6,1), han llegado a formar este grupo por haberse dejado llevar de la lujuria. El texto básico de esta concepción se halla en el Génesis 6,1-5 y ya lo he citado. Recuerden que su idea central es que ciertos hijos de Dios, = ángeles, se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos. Según Jub 4,15, los ángeles los ángeles vigilantes descendieron del cielo en tiempo del patriarca Jared, hijo de Malaleel y de Dina, en el décimo jubileo; la finalidad era buena: «enseñar al género humano a hacer leyes y justicia sobre la tierra»; sólo que…, más tarde, en el jubileo tendrá lugar el pecado de los ángeles.

Eran doscientos y se juramentaron entre sí para tomar juntos mujeres, aunque sabían que esta acción no iba a gustar nada a Dios (6,3). Abandonaron el cielo y bajaron a la tierra: convivieron con sus mujeres y les enseñaron toda suerte de ensalmos y conjuros; las adiestraron en recoger plantas y a fabricar espadas, cuchillos, petos, los metales y sus técnicas, brazaletes y adornos; cómo alcoholarse los ojos, embellecer las cejas y a distinguir las piedras preciosas y selectas (1 Henoc 8,1). Total, "que se produjo en la tierra mucha impiedad y fornicación, erraron y se corrompieron las costumbres" (8,2).

En la tradición de los Apócrifos del Antiguo Testamento (recordemos: son la fuente primera de los estratos apocalípticos del futuro –para ellos– cristianismo) aparece siempre un jefe de esos doscientos ángeles extraviados. En las Parábolas de Henoc = 1 Henoc 37-71, Satán es el responsable del extravío de los ángeles, a los que hizo sus súbditos (1 Henoc 54,6; 69,5).

En 1 Henoc 6,3 se hace responsable de lo mismo a Semyazá (os nombres distintos suponen tradiciones hebreo-arameas orales o escritas distintas) que arrastró a sus doscientos ángeles subordinados y les hizo juramentarse bajo anatema, en el monte Hermón, que bajarían a tomar por esposas a las hijas de los hombres y engendrar hijos de ellas.

En 1 Henoc 69,4 se responsabiliza a Asbeel (nombre que acaso provenga de ‘azab ’el, «el que abandonó a Dios», en hebreo) de haber enseñado las malas artes y la corrupción de los hijos de los hombres a los hijos de los ángeles y de las hijas de los hombres.

Otras veces, el jefe de los ángeles rebeldes es llamado Beliar. En todos los Testamentos de los XII Patriarcas se le denomina así alguna vez; en algunos de ellos, varias veces. Beliar es una corrupción del descalificativo Beli‘al (= un ser «sin provecho»), denominación frecuente en Qumrán, que también figura en 2 Cor 6,15. Este «el príncipe de la mentira» en T. Simeón 2,7, quien al final será aherrojado (T. Leví 18,12) y echado al fuego para la eternidad (T. Judá 25,3).

Hasta aquí hemos hablado de una parte de los Apócrifos que culpa a los ángeles de ser vencidos por la lujuria. Pero hay otra parte en la que las mujeres son las culpables de la caída de los ángeles.

De eso hablaremos en la próxima entrega, ya que los varones, con gran complejo de inferioridad frente a la inteligencia superior de las mujeres en muchos ámbitos, las hacen culpables de todo lo que se les ocurra.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

www.antoniopinero.com

Volver arriba