"Cuéntame tus impresiones de la comunidad monástica en la que vives y te podré decir algo del estado de tu alma" La vida común es un paraíso

"La mayor parte de la gente que entra en la vida monástica está llevada por un conjunto de ilusiones sobre lo que espera encontrar. No hay nada malo en ello, ya que la ilusión es útil, incluso indispensable"
"Pero solo perseveran quienes tienen paciencia hasta lograr una especie de síntesis entre lo que esperan y lo que encuentran"
"Estas luminosas ideas sobre la vida común están sacadas de la experiencia del P. Michael Casey, monje australiano"
"Estas luminosas ideas sobre la vida común están sacadas de la experiencia del P. Michael Casey, monje australiano"
La mayor parte de la gente que entra en la vida monástica está llevada por un conjunto de ilusiones sobre lo que espera encontrar. No hay nada malo en ello, ya que la ilusión es útil, incluso indispensable. Pero solo perseveran quienes tienen paciencia hasta lograr una especie de síntesis entre lo que esperan y lo que encuentran. Ya que la comunidad es poco probable que cambie, debemos revisar continuamente nuestras expectativas hasta lograr un punto de encuentro. La perseverancia pivota sobre la capacidad de encontrar en la realidad de la comunidad el tesoro escondido por el que hemos vendido todo lo demás. Algunas veces hay que excavar muy profundo.
Pero la característica definitoria de la vida monástica no es el excavar sino el encontrar. ¡Oh sí! Los monjes y monjas empiezan a encontrar aquello por lo que vinieron sin que la vida se vuelva más glamurosa a su alrededor. Nuestros sueños comienzan a ser un poco más realistas solo cuando han pasado cuatro o cinco décadas. Los altibajos de los años intermedios no importan mucho. Lo que es importante, como San Benito parece suponer en su noción de estabilidad, es que permanecemos y seguimos intentándolo, sin inmutarnos por las muchas inconsistencias, componendas y caídas ocasionales.

Podemos aceptar la proposición de que la vida monástica es un camino hacia el cielo, pero parece demasiado pedir que creamos que la vida monástica es ya el cielo.Se siente más como un purgatorio. Depende mucho de cómo veamos el cielo. Si pensamos en el cielo y el infierno como dos lugares diferentes, seguro que están separados por un gran abismo. El problema es que el espacio y el tiempo son características solo de este mundo. La distancia entre el cielo y el infierno no es geográfica, es subjetiva. La misma realidad se presenta completamente gloriosa a unos y una fatalidad absoluta para otros.
Imagina que te han regalado entradas vip para asistir al Anillo del nibelungo de Wagner. ¿Puede haber algo más delicioso que estar sumergido durante diócesis horas en la música de Wagner? Pero alguno no pensará así. Para él tal programa estaría más cercano al infierno que al cielo. En este caso, no es la música lo diferente; es la receptividad de quien la oye. Para las almas condenadas incluso los coros angélicos son una odiosa cacofonía.
"El trabajo de la vida monástica es limpiar las ventanas del alma para que estemos contentos con lo que vemos"
Esto parece señalar que la belleza está principalmente en los ojos del observador. Como S. León Magno subrayó, “nunca una visión manchada podrá contemplar el esplendor de la luz verdadera, pues aquello mismo que constituirá el gozo de las almas limpias será el castigo de las que estén manchadas”. El trabajo de la vida monástica es limpiar las ventanas del alma para que estemos contentos con lo que vemos; no solo con lo que veremos cuando lleguemos al cielo sino con lo que podemos percibir ya ahora en este mundo, que es obra de las manos de Dios y que se sostiene en su providencia divina.

Así que cuéntame tus impresiones de la comunidad monástica en la que vives y te podré decir algo del estado de tu alma. Si estás lleno de admiración por las vidas santas que viven los demás, por sus talentos, por su magnanimidad, podré concluir que eres una persona verdaderamente humilde, muy feliz y que para ti la vida monástica es realmente un paraíso. Si tu apreciación es un poco más negativa, supongo que te queda camino por recorrer ante de llegar a tu objetivo.
"En la medida en que nos hemos convertido a nosotros mismos en la norma última de toda verdad, bondad y belleza, parecerá que los demás son grandemente deficientes. Nos encontraremos rezando para que, por la gracia de Dios, se vuelvan más como nosotros"
Una de las cosas que más impiden apreciar el valor de aquellos con quienes vivimos es el hecho de que son diferentes a nosotros. Experimentan las cosas diferentemente, piensan de forma distinta, reaccionan de modo diferente. Tienen distintos talentos y habilidades y ocupan un lugar diferente en la comunidad. En la medida en que nos hemos convertido a nosotros mismos en la norma última de toda verdad, bondad y belleza, parecerá que los demás son grandemente deficientes. Nos encontraremos rezando para que, por la gracia de Dios, se vuelvan más como nosotros.
Estas ideas luminosas ideas sobre la vida común están sacadas de la experiencia del P. Michael Casey, monje australiano.

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