¿De qué Jesús estamos hablando exactamente? La propuesta de Carrier sobre el nacimiento del mito “Jesús”
(7-01-2021) (1156)
Escribe Antonio Piñero
Hoy deseo comentar –al menos una parte, pp. 14-17– el conjunto formado por las pp. 14–34 de la obra de R. Carrier sobre la no existencia de Jesús, que tiene las siguientes sus secciones “¿Cómo pudo ser? (el nacimiento del cristianismo o quién fue su fundador).- Cronología de los testimonios o pruebas de la hipótesis.- Jesús mítico para todos los gustos.- El escándalo de la confusión.- Dónde comienzan las claves (para entender quién fue el fundador del cristianismo y cuáles fueron sus inicios). Como se ve es un programa amplio enmarcado en el título global del primer capítulo “¿De qué Jesús estamos hablando exactamente?”, en el que el autor pretende introducir la temática general de la inexistencia de Jesús de Nazaret, para luego ir desarrollando las hipótesis a lo largo de los capítulos siguientes.
Comentamos el tema “¿Cómo pudo ser el nacimiento de la idea “Jesús”, el origen, por tanto del cristianismo o quién fue su fundador”.
La tesis principal se enuncia afirmando que no hay que extrañarse de que los fundadores de las religiones sean míticos, ya que tenemos ejemplos ante nuestros ojos. Y Carrier pone dos: los mormones fueron fundados por Joseph Smith, quien en realidad no fue más que el transmisor de la revelación del ángel Moroni. Y los musulmanes ponen como fundador a Mahoma, pero este no fue más que el transmisor a la gente de la revelación de Dios por medio del arcángel Gabriel.
Naturalmente, ningún historiador cree que el ángel Moroni o el arcángel Gabriel existieran jamás. Son puros inventos. Lo mismo ocurre con el cristianismo: el inventor del cristianismo fue Pedro. Pero este no es más que el receptor de revelaciones celestes de Jesús. Pero, como es natural –argumenta Carrier– del mismo modo que no existieron Moroni ni Gabriel, tampoco existió el Jesús celeste que reveló a Pedro en ensueños y visiones el contenido teológico del cristianismo en el que va incluido su figura. Todo se explica por un proceso alucinatorio.
El núcleo de la revelación (dada a los primeros cristianos) por medio de Pedro fue el siguiente: el Jesús (mítico), soñado que se apareció a Pedro se revela como la contrapartida exacta del personaje mítico que fue Satanás. Según la creencia judía, Satanás era un arcángel que se rebeló contra Dios. Este, en castigo de la rebelión, lo expulsó de la parte superior del cielo –el habitáculo de los ángeles fieles, también según los judíos– a la parte inferior de ese mismo cielo. Entendamos bien esto: según las creencias del pueblo, tras su rebelión Satanás fue obligado a dejar el cielo superior y a morar en el espacio celeste inferior que está debajo de la Luna (pero que pertenece a la región del cielo, no a la tierra). Desde ese “espacio exterior”, aunque inferior respecto al cielo de arriba donde moraban los ángeles fieles, Satanás por medio de sus satélites influye en la tierra propagando la rebelión contra Dios, el pecado, que a su vez trae la muerte, la decadencia, y la corrupción de la parte más inferior del cosmos que es la tierra.
La figura de Jesús revelada a Pedro es igual, solo que es la exacta contrapartida del mito de Satanás. Jesús es la imagen de su adversario (como en tantos relatos). Afirma Carrier que –en seguimiento de Pedro– “los cristianos”, es decir, todos, creían que la primera cosa que creó Dios fue Jesús. Y que este Jesús fue el encargado de crear el resto de la creación. La pruebas de que esta creencia era así son los siguientes textos de Pablo: 1 Co 8,6, 1Cor 10,1-4; Flp 2,6-9 y Rm 8,3:
- 1 Corintios 8,6: “Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo señor, Jesús el Mesías, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros”.
- 1 Corintios 10,1-4: “1No quiero, pues, que ignoréis, hermanos, que nuestros padres, todos, estuvieron bajo la nube y que todos atravesaron el mar; 2y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; 3y todos comieron el mismo alimento espiritual; 4y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo”.
- Filipenses 2, 6-9: “El cual, existiendo en forma de Dios, / no consideró rapiña / ser igual a Dios. / 7Sino que se anonadó a sí mismo / tomando forma de esclavo, / llegando a ser semejante a los hombres / y fue hallado en condición de hombre; / 8y se humilló a sí mismo, / hecho obediente hasta la muerte / y muerte de cruz. / 9Por ello Dios lo exaltó / y le concedió graciosamente el nombre / que está sobre todo nombre”.
- Romanos 8,3: “Pues lo que era imposible a la Ley, en cuanto que estaba debilitada por la carne, Dios, tras enviar a su propio hijo en semejanza de la carne pecadora y por el pecado, condenó al pecado en la carne”.
De estos textos deduce Carrier (p. 16) que “los cristianos”, detrás de Pedro siempre, creían que:
Jesús existía antes que Adán y Eva…, que vivió a lo largo de toda la historia bíblica, como Satanás, y que su residencia era en el espacio exterior…, arriba en el cielo. Ahora bien, Jesús no era como Satanás, sino que vivía en el templo celestial de Dios (aquí se apoya Carrier en Hebreos 4 y 9), en donde ejercía el cargo de sumo sacerdote.
Para los primeros cristianos –insisto en seguimiento y por el poderoso influjo de Pedro sobre sus compañeros y esto sobre el resto de los fieles– Jesús era como Satanás, un arcángel. Pero a Pedro se le reveló que en un momento determinado –que coincide con la vida de Pedro y sus colegas– ocurrió “un evento”: Jesús descendió desde la parte alta del espacio exterior al reino inferior de ese mismo espacio exterior a la tierra –es decir, descendió pero seguía en el cielo mismo, aunque en “lo más abajo”– con el fin de derrotar al Mal y a la Muerte…, lo que suponía la derrota de Satanás. Debe insistirse en que todos los cristianos, todos, creían que esta derrota había ocurrido realmente en el espacio exterior…, pues la venida a la tierra, ya fuera del “espacio exterior” y la muerte en cruz es un mero invento posterior de los cristianos para “historizar” en la tierra lo que en realidad había courrido en el “espacio exterior”.
Y concluye Carrier: “Así como los judíos creían que Satán era una figura realmente existente –pero nosotros sabemos que no es así, sino simplemente que se lo imaginaban como existente–, podría ser que Jesús fuera concebido igualmente como una persona histórica. Sí realmente así ocurrió: se imaginaron que existió” (pero al igual que Satanás este Jesús no es más que constructo mental).
Continúa nuestro autor: Según este relato (es decir, esta mera creencia, nacida de la mente de Pedro movida por revelaciones celestes), Jesús es a los apóstoles como Gabriel es para los musulmanes y Moroni para Joseph Smith. No hay testimonios acerca de su encarnación y muerte en la tierra, sino que esto fue revelado a los apóstoles tras la resurrección. Ya fuera por ensueños o visiones, los apóstoles –ciertamente comenzando por Pedro cuyas afirmaciones fueron las que inspiraron (las creencias) del resto de los apóstoles– llegaron a creer que todo esto había ocurrido (en el mismo espacio) en el que estaba el reino de Satanás, es decir, fuera de las murallas de la Jerusalén celestial, en los cielos en donde estaba encerrado el Diablo y no fuera de las murallas de la Jerusalén terrenal, que no es más que una copia de la celestial.
Tales visiones o ensueños comunicaron a los apóstoles –insisto vía, Pedro de poderosísima fuerza de convicción– mensaje secretos de Dios que decían que lo ocurrido estaba prefigurado en realidad en las sagradas Escrituras de los judíos, las cuales no solo confirmaban que esto había sucedido así, sino que proporcionaron además un buen monto de detalles de lo que había ocurrido en realidad y por qué había ocurrido de ese modo (pp. 16-17).
Y concluye: “Esto es la teoría. Pero todo ello encaja (perfectamente) con los testimonios que tenemos”.
Sigue Carrier afirmando (p. 17):
Más tarde, en la década de los 50 d. C., Pablo dijo que gracias a estas revelaciones del arcángel Jesús, esta vez a él mismo, era “entonces” –en su tiempo, cuando Pedro sintió la llamada celeste y tuvo también sus revelaciones– cuando fue posible comunicar a todos los habitantes del mundo lo que había ocurrido. El “evangelio y la predicación de Jesucristo” solo recientemente estuvieron a disposición de todos. Pablo sostuvo además –se supone que en perfecta sintonía con Pedro, que fue el primero en recibir los mensajes celestes– que todo el contenido de sus revelaciones constituía “la revelación de un Misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado al presente, por la Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles para obediencia de la fe” (Rm 16,25-26). Y añade que Pablo resumió en breves trazos, o fragmentos, el contenido de esa revelación en 1 Corintios 15; 2 Corintios 12; Filipenses 2, y Gálatas 1.
Pablo, pues, no nombra a ningún testigo que presenció el contenido de lo que cree y que ha recibido (se supone de Pedro) por tradición, según 1 Corintios 15, 1-8:
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué... Si no, ¡habríais creído en vano! 3Pues os transmití en primer lugar lo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; 4que fue sepultado y que fue resucitado al tercer día, según las Escrituras; 5que se apareció a Cefas y luego a los Doce; 6después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte permanecen hasta ahora y otros durmieron. 7Luego se apareció a Jacobo; más tarde, a todos los apóstoles. 8Y en último lugar se me apareció también a mí, como a un abortivo.
Según Pablo el contenido completo de esta tradición solo puede saberse por dos medios: las revelaciones particulares o el escrutinio de las Escrituras con lo que se descubren sus mensajes secretos. Que esto es así se deduce de este pasaje 1 Cor 15,3-8, en donde se halla un relato paulino del origen de la religión cristiana.
Del citado texto de 1 Corintios 15 deduce Carrier “que nadie vio ni tuvo encuentro alguno con Jesús hasta después de su muerte. Lo mismo que Pablo afirma en Gálatas 1”. (p. 17).
Nadie vio a Jesús en vida… todo es el producto de visiones o ensueños. Luego Jesús de Nazaret nunca existió y todo lo que de este se cuenta es solo la mera “historización” de un relato puramente mítico. Pedro no tuvo una función en nada diferente de la que tuvo Joseph Smith al fundar los mormones o Mahoma, al fundar el Islam.
Como este relato es muy largo, mañana publicaré mi comentario a esta hipótesis del nacimiento del mito de la existencia de Jesús de Nazaret.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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