029. Maternidad, agricultura y religión (5): Deméter.
Maternidad, agricultura y religión quizá tengan su exponente más conocido en la mitología griega. La diosa Deméter y su hija Perséfone son ese modelo.
| Eugenio Gómez Segura
Imágenes de Deméter. Museo de Siracusa. Fotografía del autor.
La divinidad que legó el cereal a la humanidad, según los antiguos griegos, fue Deméter. Diosa de la tierra como terreno agrícola y esposa de Zeus dios de la lluvia (indispensable para la agricultura), Deméter es, además, un modelo de maternidad para la figura social de la hija.
El mito cuenta que Deméter concibió de su unión con Zeus a Perséfone (hay otra versión que la hace hija de Éstige). Destaca de toda esta historia el conocido rapto de Perséfone por parte de Hades-Pluto, rey de la zona inferior a la superficie terrestre. En realidad, este rapto no es otra cosa que un matrimonio, tal como ilustran otros mitos (hijas de Leucipo, rapto de las Sabinas, etc.). Así pues, el mito puede interpretarse como una metafórica descripción de la desconsoladora interrupción de relaciones entre una madre y una hija cuando esta última se casa y abandona el hogar familiar para crear el suyo propio.
Deméter recorrió el mundo buscando a su hija perdida, raptada (casada) con Hades y, por tanto, habitando ya en otra casa, la inferior. Su padre, dios de la lluvia, su madre, diosa de la agricultura, y Perséfone ya habitando el mundo inferior forman una tríada que sirve para entender perfectamente la escala de interpretación antigua de la geografía religiosa básica.
En realidad, el concepto mundo estaría dividido en tres zonas: la aérea, la superficie en la que se mueve la humanidad y un mundo inferior. Las montañas, los árboles, las grandes piedras (las edificaciones, erecciones de monumentos megalíticos), serían lugares de la superficie terrestre que permitirían acercarse al mundo aéreo. Las cuevas, los volcanes, los pozos, las simas (escalas descendentes, piscinas, pozos), serían brechas en la superficie que permitirían conectar con el inframundo. En estos puntos geográficos concretos (las construcciones y fenómenos naturales descritos) la humanidad habría encontrado vías de comunicación y de unión con los seres superiores e inferiores que, en cualquier caso, son concebidos como más poderosos que la humanidad.
Esta división de la geografía religiosa permite identificar fácilmente los lugares que tradicionalmente han sido sede de cultos y comprender la idea básica de comunicación que preside buena parte de las ceremonias religiosas. En el caso de Deméter, su reino es la superficie terrestre, lugar que habitan las plantas, terreno en que afloran los cereales que sustentan la mayor parte de la economía agrícola. No es exactamente su dominio la profundidad del suelo, cosa que queda en manos de Hades, sino, insisto, la superficie, donde se manifiesta la comunicación entre lo que surge de lo inferior y por naturaleza tiende a lo superior: la planta. Cada planta puede, así, entenderse como un eje comunicativo entre las tres partes del mundo, y cada planta, especialmente las explotadas en la agricultura, son una bendición cósmica, una bendición que ordena el mundo.
Perséfone, por otra parte, se convierte en la potenciadora desde lo subterráneo de la comunicación con lo aéreo, sirve para enlazar con Zeus y dar sentido a la vida. Si Zeus es el padre de hombres y dioses según Homero, Deméter es la madre de la civilización, de la vida ordenada alrededor de las labores agrícolas, por lo tanto, de la cultura (palabra formadora del término agricultura). Y Perséfone, señora de las semillas y raíces de los cereales, transmite la riqueza del subsuelo a la superficie que pisa la humanidad.
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