¿El evento de "Talita Cumi" es la prueba de un hecho realmente milagroso?
Me han formulado la pregunta que aparece como título de esta postal
Escribe Antonio Piñero
Leamos primero el texto completo que corresponde al Evangelio de Marcos 5,35-43:
35 Estaba todavía hablando, cuando llegaron algunos de la casa del jefe de la sinagoga y dijeron:
–Tu hija ha muerto ¿por qué molestas aún al Maestro?
36 Pero Jesús, sin hacer caso de las palabras que decían, dijo al jefe de la sinagoga:
–No temas; cree solamente.
37 Y no permitió que lo acompañara nadie, salvo Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. 38 Fueron a casa del jefe de la sinagoga y vio el alboroto y a gente llorando y dando grandes alaridos. 39 Y entrando les dijo:
–¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto, sino que duerme.
40 Y se burlaban de él. Pero él, expulsando a todos, tomó consigo al padre de la niña, a la madre y a los que iban con él, y entraron donde estaba la niña. 41 Entonces, tomando la mano de la niña, le dijo:
–Talitha koum,
que significa: “Muchacha, a ti te digo, levántate.” 42 E inmediatamente la muchacha se puso en pie y echó a andar; pues tenía doce años. Al momento quedaron fuera de sí totalmente. 43 Y les ordenó repetidamente que nadie lo supiera, y dijo que se le diera de comer.
Parece evidente por la mera lectura del pasaje completo y el talante del Evangelio que el evangelista trata de mostrar un hecho milagroso, que va unido con la curación, también milagrosa, tras el contacto con la ropa de Jesús, de una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años y luego el hecho milagroso de resucitar a una jovencita.
Se discute la historicidad de esta escena de resurrección; hay quienes defienden que es una narración totalmente inventada por la comunidad cristiana para mostrar el poder de Jesús incluso sobre la muerte. Otros, que aceptan una cierta base histórica, suelen rebajar el milagro a una “resucitación” desde un estado cataléptico, lo que sirve para no atribuir a Jesús un milagro contra las leyes naturales (explicación creyente pero racionalista). La mano del evangelista se observa en el añadido que presenta a Jesús, después de realizar un prodigio portentoso ante mucha gente, ordenando «que no se entere nadie», lo que se corresponde con el artificio del «secreto mesiánico» (no revelar a nadie que Jesús es el mesías hasta después de su resurrección).
Talitha koum: [esta expresión aparece como koumí en otros manuscritos importantes]. La transcripción de las palabras en una lengua ininteligible (arameo; ininteligible para los lectores griegos, lengua del evangelio, por tanto paganos, ex pagano o judíos de lengua griega) aumenta la solemnidad del milagro. Por tanto, soy de los que creen que el evangelista pretende mostrar que se trata de una resurrección auténtica. Pero que Jesús, modesta y retóricamente, le quita importancia diciendo que está “dormida”. Piénsese, sin embargo, que en el ámbito de la metáfora, el “sueño” equivale a menudo a la muerte (por ejemplo, en 1 Tesalonicenses 4,15: “los que durmieron” = los miembros de la comunidad que han muerto ya). El Jesús del evangelista hace, quizás, un cierto juego de palabra.
Respecto al sintagma Talitha koum: puesto que el autor lo traduce, creo que este pretende evitar el efecto de que se entiendan como un conjuro mágico. Algunos estudiosos piensan que, siendo el milagro legendario, las palabras han sido colocadas ahí por Marcos mismo, que es también el inventor del «secreto mesiánico», relacionado con el milagro en el v. 43.
En síntesis: la frase en arameo como tal no es prueba ninguna de un hecho realmente milagroso. Todo depende de la fe que otorgue el lector al evangelista. Para el intérprete independiente o agnóstico se trata de una leyenda que aumenta la fe en un Jesús sanador. Para un creyente, sin embargo, es un hecho más que demuestra el carácter especial de Jesús, bien como profeta de los últimos días, bien como “hijo de Dios”. Y esto último lo puede entender como hijo real y físico, óntico, de Dios (creencia compartida con la religión pagana) o bien como un “hijo” metafórico, al igual que otros cristianos, cuya filiación divina, espiritual, es más intensa que la de un increyente, el cual es hijo de Dios también aunque no lo sepa o lo crea.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com