A propósito de las fakenews sobre Francisco Pandemia de superficialidad y desinformación en búsqueda de vacuna
Al inicio de 2021 la noticia del supuesto arresto del papa Francisco y de un apagón en el Vaticano fueron tendencia en redes sociales
Se asiste a una cascada diaria de declaraciones del papa para opinar sobre todas las cuestiones de actualidad como si su palabra fuese necesaria en cualquier polémica
El problema se desborda ante la necesidad creciente de referentes seguros en tiempos de incertidumbre como la provocada por la pandemia del Covid 19
La mayoría de edad de los laicos católicos, como verdadero antivirus contra el clericalismo, es de gran ayuda también para los pastores
El problema se desborda ante la necesidad creciente de referentes seguros en tiempos de incertidumbre como la provocada por la pandemia del Covid 19
La mayoría de edad de los laicos católicos, como verdadero antivirus contra el clericalismo, es de gran ayuda también para los pastores
Al inicio del año 2021 la noticia del supuesto arresto del papa Francisco y de un apagón en el Vaticano fueron tendencia en redes sociales. Pero esta información inverosímil no necesitó ser desmentida por el portavoz de la Santa Sede, como si fue necesario con las supuestas declaraciones del papa Francisco aprobando el matrimonio homosexual. Twitter, Facebook, WhatsApp, Instagram y las demás redes sociales se han convertido en fábrica de noticias falsas en todos los ámbitos.
Junto a la pandemia del Covid 19, el nuevo milenio asiste impávido a la pandemia de desinformación y manipulación de masas a través de las redes sociales y de internet. Gracias a la inmediatez de la información, son frecuentes la sobreexposición de las figuras públicas y privadas y la descontextualización de palabras y acciones.
Tergiversación que crea tendencias, rating y popularidad. La tendencia actual es al crecimiento desbordado de información que cada vez será más difícil de clasificar como verdadera o falsa, porque incluso ya es posible manipular también la voz, no sólo los textos. ¿Qué consecuencias en el ámbito judicial traerá la manipulación con las pruebas con grabaciones de video o de voz?
Las Fakenews abundan junto a la información fidedigna y el individuo en una cultura de la superficialidad no cuenta con los elementos de juicio necesarios para discernir la veracidad de la fuente. Un ejemplo cercano es la desconfianza en la vacuna contra el Covid 19 que se argumenta por la rapidez con que se elaboró, por la supuesta experimentación con fetos humanos, por supuestas teorías conspirativas que buscan implantar un nuevo orden mundial, etc., etc., todo apoyado incluso por jerarcas católicos en ejercicio o eméritos, siempre a través de las redes sociales.
En el campo eclesial, se asiste a una papolatría que el mismo papa Francisco quiere evitar distanciándose de rituales y vestimentas clericalistas del pasado. Sin embargo, se utiliza su nombre para dar autoridad a frases que en el contexto de sus discursos bien podrían adjudicársele, pero que en una revisión más cuidadosa no le pertenecen e incluso contradicen la doctrina católica. Se asiste a una cascada diaria de declaraciones del papa para opinar sobre todas las cuestiones de actualidad como si su palabra fuese necesaria en cualquier polémica. Está fuera de duda el liderazgo personal del papa Francisco pero la manipulación de su imagen y la presentación descontextualizada de alguna frase suya ya han creado problemas en el Vaticano.
Las redes sociales se alimentan del liderazgo de sus héroes: políticos, deportistas, artistas todos líderes de opinión incluso en campos diversos al de su incumbencia. En la presente era de las redes sociales, también los líderes religiosos son también influenciadores, la sobreexposición de algunas figuras a los medios las hace especialmente susceptibles de fakenews y deepfakes. Hoy como ayer, la firma de un famoso debajo de un escrito puede ser más importante que el contenido del mensaje. Incluso mensajes positivos, frases sabias, fácilmente aplicables, necesitan la firma de un famoso para volverse virales. Esta no es una novedad, tal vez también en la colina Vaticana algunas veces escritos de eminentes teólogos pasan como propios del Obispo de Roma. ¿Se debería distinguir entre manipulación bienintencionada y malintencionada?
El problema se desborda ante la necesidad creciente de referentes seguros en tiempos de incertidumbre como la provocada por la pandemia del Covid 19. La desinformación busca likes de sectores de la población fácilmente manipulables. Las teorías de conspiración, ideologías, chismes de palacio, están a la orden del día.
En el actual contexto hedonista un like hace la diferencia, por la necesidad imperante de aceptación. Lo saben los genios de la publicidad y del marketing. La pandemia de desinformación iguala todos los temas y relativiza la verdad haciendo difícil la selección de noticias ciertas. En todas partes, los datos inundan invisibles familia, Iglesia, sociedad; todo da igual, no se huelen ni se saborean las diferencias. Se confunde cristianismo con ecologismo, filantropía, comunismo. “Confunde y reinarás” parece ser la norma del mercado de opinión.
Ante esa andanada de fakenews no basta la publicación de los sitios seguros en internet para encontrar información verdadera. En una cultura de la inmediatez del mensaje y del meme, el cristianismo es considerado un código de normas porque se descontextualiza la noticia de la historia y de la argumentación que la explican. Una selección acomodada de retazos de la Escritura, la Tradición y el Magisterio. Fragmentariedad, fracturación, de un cuerpo doctrinal incoherente.
Sería mejor el estudio reposado, la meditación, el silencio de la tradición secular cristiana que crea criterio y toma distancia de las respuestas fáciles. Que sabe con certeza que ni siquiera el papa tiene potestad de cambiar los principios y que no se asusta con titulares de prensa de las últimas novedades de la cultura light, de los likes, del facilismo y la aceptación. La fe del carbonero no debería confundirse con la falsa ilusión de evangelización porque los templos están repletos.
El sensus fidelium no es cuestión de tendencias o de mayorías. No convienen las falsas vacunas del fundamentalismo, el negacionismo o peor aún la cuarentena de las ideas, las prohibiciones sin contexto porque el virus de la desinformación siempre estará ahí, mutará, irreversible, en programas de autoayuda. La mayoría de edad de los laicos católicos, como verdadero antivirus contra el clericalismo, es de gran ayuda también para los pastores. La sobreexposición a las ideologías sin los anticuerpos necesarios puede echar en saco roto los tesoros de nuestra fe.
El papa es servidor de la tradición, su custodio y defensor; sus documentos contextualizan, aplican, releen esa tradición en diálogo con la cultura. No es un absoluto un gurú de programas de autoayuda en la caverna digital del mundo contemporáneo.
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