Viacrucis 2021 del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro Las voces de los niños en el viacrucis de la pandemia
A veces sólo sentimos la voz de quien hace y quiere el mal, mientras la justicia es un camino cuesta arriba
Sólo cuando reconocemos al otro como hermano estamos abriendo nuestro corazón a Jesús
En el rostro afligido de un amigo, o incluso de un desconocido, está el rostro de Jesús que pasa por el mismo camino que yo
Corregir a un hermano es un gesto difícil pero necesario, requiere valor, sencillez y delicadeza
Fue la última vez que vi al abuelo, murió pocos días después en el hospital, imagino que sufriendo también a causa de la soledad
En el rostro afligido de un amigo, o incluso de un desconocido, está el rostro de Jesús que pasa por el mismo camino que yo
Corregir a un hermano es un gesto difícil pero necesario, requiere valor, sencillez y delicadeza
Fue la última vez que vi al abuelo, murió pocos días después en el hospital, imagino que sufriendo también a causa de la soledad
Fue la última vez que vi al abuelo, murió pocos días después en el hospital, imagino que sufriendo también a causa de la soledad
| Dumar Espinosa Dumar Espinosa
Un año después de las conmovedoras imágenes de Francisco en la Statio Orbis del 27 de marzo 2020, la Plaza de san Pedro vuelve a ser el escenario en la oración del Viacrucis 2021.
En esta ocasión, niñas y niños de la Parroquia romana de los santos Mártires de Uganda y el grupo scout Agesci “Foligno I” de la región de Umbria en el centro de Italia, son los autores de las reflexiones que se leyeron en cada una de las 14 estaciones. Las voces de los más pequeños resonaron con grandeza en el marco impresionante del “colonnato” de Bernini. La ternura y simplicidad de sus comentarios permitieron reflexionar con profundidad en la pasión del Señor que una vez más tiene mucho que enseñarnos a todos.
Dibujos hechos por niños de la casa familia “Mater Divini Amoris” y de la casa familia “Tetto Casal Fattoria de Roma, completaron el abanico de imágenes y de voces en un viacrucis inolvidable.
La pandemia de Covid 19, sus consecuencias de confinamiento, aislamiento, pobreza y marginación, contrastan con los mensajes espontáneos de solidaridad, esperanza y vida que los pequeños compartieron en medio de cantos gregorianos y de la austera solemnidad de las celebraciones vaticanas. Se reproponen aquí diseños y voces de un viernes santo especial:
I ESTACIÓN. Poncio Pilato condena a Jesús a muerte
“Cuando estaba en primero de primaria, Marcos, un niño de mi clase, fue acusado de haber robado la merienda de su compañero de banco. Yo sabía que no era cierto, pero me callé, no era mi problema, y además todos lo señalaban a él como culpable. ¿Por qué tendría que haber intervenido?
Todavía, cada vez que lo recuerdo, siento vergüenza, me duele mi actitud. Hubiera podido ayudar a mi amigo, decir la verdad y ayudar a que se haga justicia, en cambio me comporté como Pilato y preferí mirar hacia otra parte. Elegí el camino más cómodo y me lavé las manos. Hoy estoy muy arrepentido. Hubiera querido tener un poco de valentía, seguir mi corazón y ayudar a mi amigo en dificultad.
A veces sólo sentimos la voz de quien hace y quiere el mal, mientras la justicia es un camino cuesta arriba, con obstáculos y dificultades, pero tenemos a Jesús a nuestro lado, dispuesto a sostenernos y ayudarnos”
II ESTACIÓN. Jesús con la cruz a cuestas
“En clase leíamos por turnos el libro Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar. Cuando fue el turno de Martina, comenzó a confundir las letras unas con otras y así las frases perdieron el significado. Palabra tras palabra empecé a reír y conmigo todos los demás. Todavía recuerdo el rostro de Martina sonrojado, la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas.
Tal vez no era nuestra intención burlarnos de ella, sin embargo, ¡cuánto dolor le provocamos con nuestras carcajadas!
La persecución no es un recuerdo lejano de hace dos mil años, a veces algunas de nuestras acciones pueden juzgar, herir y pisotear a un hermano o a una hermana.
En ocasiones, haber hecho sufrir a alguien puede habernos causado un poco de placer, porque detrás de esos sufrimientos enmascaramos nuestros propios problemas.
Jesús nos ha enseñado a amar y en su amor se encuentra la respuesta a todos los sufrimientos. Tenemos que estar dispuestos a todo para no hacer el mal a los demás, por el contrario, para hacerles el bien”.
III ESTACIÓN. Jesús cae por primera vez
“En quinto de primaria era el mejor en matemáticas, terminaba los exámenes en pocos minutos y conocía solamente un resultado: “excelente”.
Cuando por primera vez leí “insuficiente” pensé que era un inútil, sentí el peso de un fracaso inesperado, estaba solo y sin ningún consuelo.
Pero ese momento me hizo crecer, en casa mis padres me animaron y me hicieron sentir su amor; volví a levantarme y seguí esforzándome en el estudio.
Hoy sé que cada día vacilamos y podemos caer, pero Jesús está siempre ahí para tendernos la mano, para hacerse cargo del peso de nuestras cruces y volver a encender en nosotros la esperanza”.
IV ESTACIÓN. Jesús encuentra a su Madre
“Cuando pienso en mi mamá veo su rostro amable, siento el calor de sus abrazos y me doy cuenta de su amor por mí.
Ella me acompaña a todos lados, a los entrenamientos de fútbol, al curso de inglés y a la catequesis el domingo por la mañana”.
Por la tarde, aunque esté cansada, me ayuda mientras hago los deberes; y cuando de noche tengo pesadillas, se pone a mi lado, me tranquiliza y espera que me duerma otra vez.
Si tengo un problema, una duda o sencillamente pensamientos desagradables, ella está siempre dispuesta a escucharme con su sonrisa.
Y en los momentos más difíciles no necesito decir palabras, basta una mirada, ella se da cuenta enseguida y me ayuda a superar cada sufrimiento”.
V ESTACIÓN. El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz
“Durante el verano jugaba con los amigos del barrio en el parque que está delante de mi casa. Desde hacía algunos meses teníamos nuevos vecinos con un hijo de mi misma edad. Sin embargo, él no jugaba con nosotros, ni siquiera entendía bien nuestra lengua. Un día noté que nos estaba mirando de lejos, quería jugar con nosotros, pero no tenía el valor de pedírnoslo. Me acerqué, nos presentamos y lo invité a jugar un partido de fútbol con nosotros. Walid desde aquel día es uno de mis mejores amigos, además de ser el portero de nuestro equipo.
Mirando de lejos una persona, lo primero que notamos es la figura, después nos damos cuenta si es hombre o mujer y lentamente toman forma los detalles de su rostro, pero sólo cuando lo reconocemos como hermano estamos abriendo nuestro corazón a Jesús”.
VI ESTACIÓN. Una mujer enjuga el rostro de Jesús
“Ese día tenía que jugar el partido más importante del campeonato, era la oportunidad para demostrar todas mis habilidades. En el vestuario estaba nervioso y asustado, pero cuando entré en el campo vi entre los espectadores a Marcos, mi mejor amigo que, aunque no le gustaba el fútbol, estaba allí para apoyarme. Era la primera vez que venía a verme jugar, y por desgracia perdimos.
Mientras me duchaba estaba triste y desanimado, pero cuando salí del vestuario me encontré con mi amigo, que me estaba esperando con un refresco de naranja en la mano. Pasamos un rato juntos, y así esa hora y ese refresco de naranja hicieron todo más llevadero, la derrota sufrida se convirtió en un recuerdo menos amargo.
Un encuentro, una mirada, un gesto pueden cambiar nuestro día y llenar nuestro corazón. En el rostro afligido de un amigo, o incluso de un desconocido, está el rostro de Jesús que pasa por el mismo camino que yo... ¿Tendré la valentía de acercarme?”.
VII ESTACIÓN. Jesús cae por segunda vez
“En cuarto de primaria quería a toda costa ser el protagonista de la obra de teatro escolar de final de curso. Había hecho todo lo posible para conseguir el papel, había ensayado los diálogos varias veces frente al espejo, pero la maestra decidió darle el papel a Juan, que era un niño muy reservado.
En ese momento me sentí humillado y enojado, conmigo mismo, con la maestra y con Juan. La obra fue un éxito, y desde ese momento Juan se abrió más a toda la clase.
Mi decepción había servido para ayudar a otra persona, la decisión de la maestra había dado una oportunidad a alguien que realmente lo necesitaba”.
VIII ESTACIÓN. Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
“Mi hermano y yo habíamos estado jugando a los videojuegos toda la tarde. Al anochecer, mamá nos preguntó si habíamos hecho los deberes. Los dos le contestamos: “Claro, mamá”. Inmediatamente me fui a mi habitación y empecé a hacerlos, mientras mi hermano veía la televisión en el sofá.
Al día siguiente él no fue a la escuela, fingiendo un terrible dolor de estómago.
De regreso a casa, fui a su habitación y hablamos de lo que había pasado: nos equivocamos al mentirle a mamá y él se equivocó al fingir el dolor de estómago.
Le sugerí que hiciera los deberes enseguida, y lo ayudé a terminar los del día anterior. Cuando acabamos, pasamos el resto de la tarde jugando.
Corregir a un hermano es un gesto difícil pero necesario, requiere valor, sencillez y delicadeza”.
IX ESTACIÓN. Jesús cae por tercera vez
“Durante el último año, con mi familia no hemos vuelto a visitar a nuestros abuelos. Mis padres dicen que es peligroso, podríamos hacer que se enfermen de Covid. ¡Los extraño!
Igual que extraño a mis amigos de voleibol y a los scouts.
A menudo me siento sola.
También la escuela está cerrada, antes iba a veces de mala gana, pero ahora sólo quisiera regresar a la clase para ver a mis compañeros y a las maestras.
La tristeza de la soledad a veces se vuelve insoportable, nos sentimos “abandonados” por todos, incapaces de volver a sonreír. Como Jesús, nos encontramos caídos por tierra”.
X ESTACIÓN. Jesús es despojado de las vestiduras
“En las estanterías de mi habitación había muchas muñecas, cada una diferente. En cada aniversario recibía una nueva como regalo, y estaba muy encariñada a todas mis pequeñas amigas.
El domingo, durante los avisos al final de la misa, el párroco mencionó una campaña de recogida de juguetes para los niños refugiados de Kosovo.
Al llegar a casa, miré mis muñecas y pensé: “¿Realmente las necesito?”.
Con tristeza elegí algunas, las más antiguas, las que menos me gustaban. Preparé la caja para llevarla a la iglesia el domingo siguiente.
Sin embargo, por la noche tuve la sensación de que no había hecho lo correcto. Antes de irme a la cama, la caja estaba llena de muñecas y las estanterías vacías.
Deshacerse de lo superfluo aligera el alma y nos libra del egoísmo.
Dar nos hace más felices que recibir”.
XI ESTACIÓN. Jesús es clavado en la cruz
“El día de Navidad fuimos a Roma con los scouts, a la casa de las Misioneras de la Caridad, para distribuir la comida a los necesitados, renunciando a un día de fiesta con la familia.
A la ida, en el tren, pensaba en todas las cosas que me habría perdido: los sombreros hechos a mano por la abuela María, el juego de lotería, el pan dulce, abrir los regalos delante de la chimenea…
Al volver, pensaba en los rostros de las personas que había servido, en sus sonrisas y en sus historias… El pensamiento de haber llevado a aquellas personas un momento de serenidad hizo inolvidable aquella Navidad.
Ofrecernos nosotros mismos y nuestro servicio con amor es la lección que nos da Jesús en la cruz”.
XII ESTACIÓN. Jesús muere en la cruz
“Hace poco, después de haber tratado el tema en el colegio, escribí una redacción sobre los niños que eran víctimas de la mafia. Me pregunto: ¿cómo es posible cometer acciones tan terribles?, ¿es justo perdonar algo así? Y yo, ¿sería capaz de hacerlo?
Jesús, muriendo en la cruz, nos ha dado la salvación a todos. No vino a llamar a los justos, sino a los pecadores que tienen la humildad y la valentía de convertirse”.
XIII ESTACIÓN. El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz
“Bajaron de la ambulancia unos hombres que parecían astronautas, vestidos con bata, guantes, mascarillas y visera, se llevaron al abuelo que tenía dificultades para respirar desde hacía algunos días.
Fue la última vez que vi al abuelo, murió pocos días después en el hospital, imagino que sufriendo también a causa de la soledad.
No pude estar cerca de él físicamente, decirle adiós y darle consuelo.
He rezado por él cada día, así pude acompañarlo en su último viaje terreno”.
XIV ESTACIÓN. El cuerpo de Jesús es puesto en el sepulcro
“Querido Jesús: Me llamo Sara, tengo doce años y te quiero dar gracias porque hoy me has enseñado a hacer el bien en nombre de tu amor. Me has enseñado a superar todo sufrimiento confiando en ti, a amar al otro como a un hermano, a caer y a levantarme, a servir a los demás, a liberarme de los prejuicios, a reconocer lo esencial y sobre todo a unir cada día mi vida a la tuya. Hoy, gracias a tu gesto de amor infinito, sé que la muerte no es el final de todo”.
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