Dios en la historia
3.3. Significado humano
de la existencia de Dios
3.3.1. La justicia que brota de la fe.
Pues bien, hay una actitud humana que es, a la vez, consecuencia y preparación de ese encuentro: luchar por la justicia, la fraternidad y la igualdad de los hombres libres. Si alguien vive así no se preocupe si cree que no puede encontrar a Dios: según el Nuevo Testamento le ha encontrado ya aunque no lo sepa(Mt 25, 31ss y 1Jn 4)
Pues cuando Dios se da al hombre como Padre, el primer resultado(y la prueba)de esa donación es la igualdad entre los seres humanos, como igualdad plena entre hermanos. Es como si Dios nos dijera: me abajo hasta tí pero abájate tú hacia los que están por debajo o lejos de tí("perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quien nos debe algo").
La igualdad es la más religiosa, la más teológica, la más creyente y la más cristiana de todas las pretensiones humanas, porque la razón no basta para fundamentarla: la naturaleza está llena de ejemplos de desigualdades y es preciso aceptar que en el ser humano se produce un salto cualitativo, "trascendente" respecto a la naturaleza ("sobrenatural" decimos por eso), que impide que esas desigualdades sean argumentos para nosotros y justifiquen nuestras desigualdades.
Esto nos lleva a retomar otro eslogan típico de la Modernidad, (hoy casi enterrado por desgracia)como expresión del significado de la existencia de Dios: que Dios existe significa que son posibles y, por ello, obligatorias la "libertad, igualdad y fraternidad".
En 1989(200 años más tarde, como suele pasarle a la Iglesia) Juan Pablo II declaró en su viaje a Francia que esas "son palabras cristianas". Sin embargo, ese grito tan cristiano de la revolución francesa había nacido expresamente en contra de la Iglesia que lo tenía olvidado. Y nació por ello en contra de Dios. Pero al nacer cortando ese cordón umbilical, el grito de la revolución francesa quedó abortado. Le ocurrió algo que Cheterton formuló con su envidiable y precisa agudeza: "el mundo moderno está lleno de ideas cristianas que se han vuelto locas".
Efectivamente, el grito de la revolución francesa ha quedado reducido a una libertad contra la fratenidad y contra la igualdad. En vez de sumar ha enfrentado y hoy ya nadie parece creer en aquel grito loco, que ha quedado mutilado y reducido sólo a la libertad. Con ello, la misma libertad se ha desfigurado y "se ha vuelto loca". ¿Por qué? Simplemente por haberse separado de Dios, como quisiera mostrar ahora.
El sentido cristiano del grito de la revolución era: dignidad de hijos de Dios, de la que brota la libertad como contenido de esa dignidad. Esa libetad de hijos exige la fraternidad con todos los hijos de un mismo Padre. Y la fraternidad reclama igualdad sin la cual se desnaturaliza. Libertad para la fraternidad y para la igualdad es la consecuencia ineludible de toda fe o afirmación del Dios cristiano.
Separada de ese cordón umbilical de la filiación, que la convierte en una libertad recibida y responsable, la libertad de la revolución francesa se fue convirtiendo en una afirmación y auto asignación del propio orgullo. Desde esa falsa libertad cada individuo se divinizó a sí mismo. Con ello la igualdad con los demás aparecía como una amenaza a la propia absolutez; y así los otros fueron dejando de ser humanos para pasar a ser "dioses rivales".
Ahí tenemos a la actual libertad contra la igualdad y contra la fraternidad, que es resultado de "haberse vuelto loca" la idea cristiana de la liertad de hijos para la fratenidad y la igualdad.
Incluso podemos atisbar que la tríada de la revolución francesa tiene una estructura trinitaria; lo cual ayudará a poner de relieve su matriz teologica: la libertad es el don de Dios como Creador y Padre. Ese don nos hermana a todos en Cristo como "hijos en el Hijo". Y esa fraternidad se expande en el don del Espíritu que (según el Nuevo Testamento)es siempre la unidad de lo más plural: el respeto a todas las diversidades sin que esto las convierta en desigualdades.
Aún cabría mostrar un poco más cómo, a ese vestigio teológico y trinitario que hemos formulado de manera laica como hijos, hermanos e iguales en la diversidad(pilares de toda verdadera ciudadanía), le contrapone la estructura económica actual otra falsa tríada que reduce el ser huamano a consumista, individualista y falsamente globalizado. El consumismo es la negación de la libertad (se alimenta de manipulación e irracionalidad).
Como suele decirse, "el consumidor ha suplantado hoy al ciudadano". Y de ahí brota una ética exclusivamente individualista carente de toda dimensión comunitaria o social. Esa ética sólo individualista es la que ha engendrado una falsa globalización que es, más bien, una invasión y conquista del otro, donde sólo tendrán carácter universal el dinero propio, pero no la humanidad de cada ser humano.